El miércoles ese como todos los demás miércoles habían sido sumamente agotado para Lola ya que el profesor de música hacía que toque el teclado eléctrico y ella no podía como quería. Y no podía mientras le exigía cada vez más, no podía trabajar sobre presión.
Luego de llegar de su casa, fue a su habitación donde dejó su mochila y volvió a bajar para ir a la cocina donde tomó un poco de agua de la heladera. Su celular sonó y lo agarró de arriba de la mesa.
«Hija anda a la empresa así almorzamos juntos»
Lo que menos quería Lola, en ese momento, era ir a almorzar con sus padres pero no podía decirle a su mamá «No» sin que Devonne se enoje. Hacía un rato había llegado del colegio, no había dormido mucho y tenía planeado almorzar y dormir hasta que lleguen sus padres. Pero Devonne cambió todos sus planes. Se paró de la silla y fue a su habitación para cambiarse el uniforme.
Abrió el ropero y agarró una remera blanca con un pantalón de ejercicio gris. Estaba bien vestida aunque estaba un poco deportiva. Se hizo un moño suelto y agarró plata de su billetera. Llamó a un taxi con su celular que llegó a los pocos minutos. Le dio la dirección de la empresa y el hombre arranco el auto. Pasaron por el bar donde el sábado Lola fue drogada y salvada por Cameron.
Cameron...
Desde ese sábado actuó de diferente manera con él. Había seguido el consejo de su prima. Cuando lo encontró en el supermercado, ni lo miró. Edgar y Devonne habían hablado con él. A Cameron lo tomó por sorpresa aquello. Lola quería hablar y preguntarle qué hacía pero iba a seguir con el consejo de Sabrina. No iba a resultar que por ignorarlo, él caiga rendido a sus pies pero si él jugaba, ella también iba a jugar. ¿Sabía jugar?
Al llegar a la empresa, le pagó al hombre y bajó del auto, entró a la gran empresa y saludó a algunas personas que conocía desde años atrás. Fue caminando al ascensor que casi se va sin ella a no ser que se apuró y puso la mano. Se metió a la caja metálica un poco apresurada que cuando vio el espejo recién ahí se dio cuenta que Cameron estaba en el ascensor, junto a ella... solos.
Qué suerte la tuya, Cameron.
-Hola. -dijo ella sin ánimos de hablar.
-Hola Lola. -él realmente parecía confundido. -¿Vas al piso veinte?
-Sí.
-¿Todo bien?
-Como nunca.
Lola agachó la cabeza para no mirar más a su vecino quien estaba muy guapo de traje gris oscuro con camisa blanca. Parecía que tenía una reunión importante.
Cameron asintió y apretó el botón 20 para que el ascensor empezara a subir. Cuando llegó al diez, se escuchó un ruido y el ascensor se detuvo. Cameron miró a Lola un tanto nervioso, no era bueno haberse quedado atrapado en un ascensor con ella. Lola no decía nada.
-Se detuvo.
-Si usted no me decía no me daba cuenta. -dijo Lola. Cameron se sorprendió por la manera en que le habló.
Incluso Lola se sorprendió por la manera en la que le contestó a Cameron. No quería sonar tan violenta ya que no era así ni quería tratar a Cameron así. Seguramente, para ella, Cameron pensaba que era una maleducada. Pero se confundió, Cameron no pensaba que era maleducada ni pensaba nada. Solo lo tomó por sorpresa la expresión de ella.
Lola presionó el botón de emergencia. Esperaron unos minutos para ver si algo cambiaba pero nada pasaba. Seguían encerrados en aquel lugar. Cameron sentía mucha presión al estar ahí y no le gustaba para nada.