School

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¿Quién había implantado esa estúpida norma? Era su hechizo, era su ciudad... ¿Qué iba a hacer un niño de cuatro años en el colegio? Nada, no tenía sentido...

Emily parecía contenta de empezar la escuela. "Parecia" En realidad la idea la asustaba y para nada la convencía. Pero solía sonreír y asegurar que le gustaba porque si lo admitia su madre no la dejaría ir.

-¿Habrán más niños?- Preguntó de camino a la escuela.

-Claro, muchos...- Respondió la morena.

-¿Y quién mandará?-

-La señorita Blanchar...- Le costó decir mienttas andaban cogidas de la mano.

-Será divertido.-

-Mucho... Si en cualquier momento necesitas que venga...-

-Estaré bien.- La cortó. -¿Estarás tu bien sin mi?-

-¿Qué?- Se sorprendió. -Pues claro que si, ¿qué te crees? ya soy mayorcita.-

Emily la miró con sus ojitos de agua. -¿No me echarás de menos?-

-Cielo...- Se agachó. -Pues claro que voy a echarte de menos...-

La alcaldesa sujetó la cadera de la niña cuando esta se movia como un aspersor, de lado a lado sin mover los pies.

-Pero sé que vas a estar bien...- Aseguró a la catita triste. -Seguro que cuando vuelva a buscarte no querrás irte...-

-¿A dónde iremos?-

-A casa.- No dudó.

-Vaya, tu debes de ser Emily.- Se acercó Mary Margaret.

La expresión en los ojos de Regina hicieron pensar a la niña que se trataba de un monstruo malo, de modo que se giró poco a poco.
Pero si solo era una maestra de escuela.
¿Por qué esa preocupación? ¿Tan malo era el colegio?

-¿Por qué no vienes conmigo a tu nueva clase?- Ofreció.

-Oh...no me gustaría que se echara a llorar, así que...-

-No pasa nada, mamá.- Aseguró.

-Oh...em...vale...claro...- Dudó. -A ver, ven aquí.- La abrazó. -Estarás bien.-

-Lo sé.-

-Vale...- Sonrió triste. -Venga, ve...-

Emily se fue para dentro y se despidió con la mano desde la puerta.
Regina sonrió y le devolvió el saludo.

Vaya...supuso que era bueno que no llorara ni nada...pero se sentía rara, como si no le afectara separarse de ella. Pero eso era bueno, ¿no?

En fin...
Tenía el día libre, así que volvió a casa. Sola.

Le resultaba extraño no escuchar vocecillas o risas por las escaleras.

Maldita sea, Blancanieves...no era apta para cuidar de su pequeña, seguro que la corrompería con sus besos de arcoiris y pegatinas de unicornio; dos cosas que la definían a la perfección.

A ella le gustaba Emily tal y como era, ni más ni menos. Era dulce, pero de un modo inocente, no empalagoso.
Y lo más importante; la quería y tenía fe en ella.
Eso era lo más extraño, ya que nadie más lo hacía...

El dia se hizo interminablemente largo...

Y lo peor de todo es que solo habían pasado dos horas.

Cogió su bolso y se pasó por el colegio.

Y os podéis imaginar a la Reina dando saltitos desde el patio del colegio para poder ver atraves la ventana.

Emily no estaba en el aula.

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