capítulo treinta y ocho: el sazón del amor.

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- yuri, ¿sarah se quedó con minako ayer, ¿no es así? extraño a mi princesa. -viktor llamó la atención de su esposo, mismo que se encontraba preparando el desayuno para ambos. A vista del ruso, era hermoso observar despeinado, con ojeras y portando tan solo una camisa al azabache.

- sabía que dirías eso, por eso mismo antes de que despertaras le llamé, quizá en un rato la traiga a casa.

- me conoces tan bien -viktor le abrazó por detrás, besando su cuello con una sonrisa-, eres tan bueno.

- ¿a qué viene eso? -dirigió su mirada fuera del sartén, sintiendo la mano de su esposo sobre su trasero- eres un pervertido, viktor.

- es inevitable, lo lamento. Te ves tan hermoso con mi suéter puesto, aún más con ese mandil de cocina tan sexy.

- ¿sexy? sigo enojado contigo por comprarlo con estampado de cerditos, eres tan cruel. -viktor ignoró las palabras de su esposo, en su mente sólo podía pensar en estar una vez más entre las lindas piernas de su marido, pensamientos indecentes y fuera de lugar para el momento del desayuno, pero es que estaban comenzando una vida de casados, las ganas mutuas eran evidentes.

- ¿sabes cuánto tardarán en traer a sarah? -preguntó, esquivando el reclamo de su esposo- quería comprarle un bañador, la fecha de verano se acerca.

- quería ir de compras con ella antes, supongo que tardarán bastante, ya sabes, muchas chicas suelen quedarse en las tiendas más de lo previsto. Yo desde que soy papá hago lo mismo con la sección de bebés, no lo niego. -viktor, en su mente, ignoró una vez más las palabras de su esposo, pensando en lo que sería sin su querido esposo cerca. Si la vida lo separa de sus brazos, ¿sería capaz de continuar? quizá sí, por que muchos vivimos como almas en pena y cuerpos muertos andantes; no hay propósito, no eres más que un conjunto de carne almacenando un alma necesitada de luz pero sucumbida en una oscuridad tan pavorosa, buscando con desesperación un motivo para existir, encontrar algo que nos llene de vida y razón, de vida y esperanza. Por que sin ello, abremos de tener una existencia lánguida cargando con la pesadez de la consiencia rodeado de radiantes estrellas que lograron lo que tú jamás te atreviste a lograr. ¿qué pasa una vez el propósito de tu luz naufraga, una vez esa razón con la que te sentiste tan dichoso de vivir, tan afortunado o quizá lo que lograste después de con desesperación buscar en mil puertas sin dar con la correcta? no lo sabía, le aterraba, el miedo le carcomía vivo y los nervios a flor de piel causaban escalofríos recorriendo su columna.

quizá al final del día lo único que tenemos asegurado es nosotros mismos, habrás de aferrarte a tu existencia hasta que tus nudillos sangren y tu piel arda, por que la cruel existencia te habrá de arrebatar la luz cuando menos te lo esperes, desde el comienzo de nuestras vidas hasta el último respiro dado; las personas llegarán y se irán como si nuestras almas fuesen una estación de tren eterna y cada persona tuviese un propósito en sí, desde enseñarnos el dolor más intenso jamás sentido, ese donde te arrancan en carne propia el corazón y lo hacen mil pedazos, hasta el amor, esa embragiante y afrodisíaca sensación que te envuelve en una calidez cómo ninguna otra, una experiencia para vivir sin cometer el mismo tiro dos veces, una tragedia, una razón. Él fue el pasajero de ticket de oro en su vida, el que ni con la joya más exótica y apolínea podía ser pagado. No quería que se fuera de sí, si por el fuera, le encantaría mantenerlo en la estación por siempre. No podemos confiar en el miedo, una emoción tan instintiva y natural como el humano mismo, puede hundirnos e impedirnos continuar en medio andar, dejándote en medio de todo mientras observas a otros avanzar, ¿cuántas vidas no fueron sucumbidas ante el miedo y se quedaron de pie, sin dar un solo paso hasta su muerte? ¿cuántos sueños no fueron destrozados?

qué más da lo que suceda, sólo hay que vivir.

por favor, vida, déjame permanecer a su lado hasta mi último respiro, no me lo arrebates de las manos, no me destruyas una vez más. Podré pedirte de rodillas y con mi cabeza abajo, con los codos sangrientos y mis rodillas cansadas, rogarte por mantenerlo aquí por siempre, que no te miento cuando te digo que jamás sentí tan correcto algo como lo es con el, mi hogar.

- ¿en qué estás pensando? estás bastante pensativo, amor.

- pienso en ti -contestó con sinceridad en sus plabras-, ¿en qué otra cosa podría pensar? -yuri, por más que pasaran los días, los meses, los años, le era difícil acostumbrarse a los constantes halagos y piropos por parte de viktor, tan espontáneos y naturales, de la nada, sin razón aparente, cuando menos te lo esperas. Es tan viktor, sin duda alguna.

- eres tan romántico. -contestó con un rubor notorio en sus mejillas-, el desayuno está listo, ve a sentarte, no me dejas moverme si me abrazas tan fuerte.

- ¡olvidaba tus deliciosos desayunos, yuri! los lonches japoneses, el arroz y la comida en forma de corazones, tan laborioso, es lo mejor del mundo.

- es sólo un desayuno, cariño. Tu cocinas mejor que yo. -se sentó a su lado, sirviendo una taza de café para su esposo.

- ¿quieres saber mi secreto? -preguntó.

- claro, lo necesito.

- es el amor -contestó sonriente-, no hay nada mejor que ello, cura el alma, la enfermedad y mejora el sabor de las cosas, ¿qué mejor que eso?

- pero si yo también cocino las cosas con mucho amor y no me quedan tan bien como a ti.

- ahí está el asunto -comentó-, para mí tu comida es fantástica y deliciosa, puedo sentir tu amor. Para ti, mi comida es deliciosa por que puedes sentir el amor, al final, siempre será la mejor receta del universo entero.

- bien, tienes la razón. -yuri le dedicó una gran sonrisa, un rato más tarde de un desayuno acompañado de un silencio tranquilo, se levantó junto con su plato, dejándolo junto los platos sucios. - tengo mucho frío, ¿tú no lo tienes? - se quitó el abrigo de viktor que tenía en sí, quedando tan sólo en ropa interior.

- puedo darte calor, no hay excusas para dolores de cabeza.

- me cambiaré a algo más abrigador al menos. -le ignoró una vez más con una sonrisa boba sobre sus labios, antes de ser detenido por viktor, quien lo tomó de la cintura sujetando su muñeca con fuerza, tirándolo contra el sofá.

- no. -una ronca y áspera voz salió desde lo más profundo de su garganta, causando un escalofrío recorrer la columna del azabache, quien aún si no lo admitía, no tenía nada en contra del trato tan dominante de viktor sobre él. Viktor colocó sus manos sobre los muslos de yuri, sentándose en el sofá y colocando las piernas del mismo rodeando sus caderas. Impulsando desde su nuca para profundizar el ardiente y excitante beso que compartían con completa pasión, sin separarse un centímetro del cuerpo del otro se pusieron de pie, caminando en dirección hasta su habitación. Viktor empezó a desabrocharse la camisa mientras yuri aferrado de su cuello lo besaba con hambre. ¿era muy pronto para el postre? por supuesto que no. El azabache empujó a viktor a la cama que compartían, sentándose encima suyo para tomar control total del asunto.

- recuerda lo que nos prometimos -recordó, pasando la yema de sus dedos sobre los labios de viktor- lo haremos como nunca antes hasta que mis piernas tiemblen de placer.

¡Hicimos Historia! Yuri!!! On Ice.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora