CAPITULO 137

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Narra Willy: Al llegar al aeropuerto, comenzamos a despedirnos de nuestras familias, la madre de Vegetta lloraba más que la mía quien estaba un poco más tranquila ya que aún tiene una hija que se quedará con ella y a quien al momento de estar abrazados la miro y dijo 

-Tú no te irás de casa hasta que al menos cumplas treinta

-Karol me miró horrorizada como si le estuviesen describiendo un castigo, ya que en conversaciones entre ella y yo, ha dicho que le gustaría ir a la universidad a estudiar Cine y Medios Audiovisuales o fotografía fuera de Madrid, lo que implicaría irse de casa dentro cinco años y no a la edad que mi madre le dice, le guiñe un ojo y ella supo que tendría que contestar algo sólo para reconfortar a nuestra madre afectada por el momento

-Si mamá le contestó sonriendo. 

Luego del largo abrazo con mi familia, Vegetta se despidió de mi familia y yo de la suya para luego escuchar rápidamente porque se nos hacía tarde, los consejos que nuestras madres y padres ya nos habían dado de manera extensa durante el almuerzo, y luego iniciamos camino a abordar el avión que nos llevaría juntos a nuestro próximo destino Los Ángeles, donde estoy seguro viviré una gran aventura y nada mejor que en la compañía de mi mejor amigo, mi novio y amor de mi vida, mi Samuel.

Después de hacer todos los tramites y pasar por seguridad abordamos al avión, a Vegetta le tocó sentarse junto a la ventanilla y a mi en el siguiente asiento, los demás pasajeros se colocaron en sus lugares y quince minutos después se escuchó por el altavoz a una azafata pedir que nos abrocháramos el cinturón porque el avión estaba a punto de despegar

-Aquí vamos expresó Vegetta muy sonriente
-Juntos respondí devolviendo la sonrisa
-Siempre contestó mirándome tiernamente.

Eran las 9:00 pm, llevábamos dos de las doce horas de vuelo hasta llegar a Los Ángeles, y las azafatas empezaron a servir la cena a todos los pasajeros

-Ummm pero que bien se ve este filete y puré de patatas comenté
-Si tiene buena pinta expresó Vegetta

-Empecé a cortar el filete cuando un niño de unos cinco años, que iba a un asiento atrás de nosotros comenzó a llorar y prácticamente a gritar que la comida no le gustaba y que él quería espagueti, su madre trataba de consolarlo y convencerlo de varias formas para que dejara de llorar y comiera lo que le habían servido, así que tuvimos que comer escuchando los incesantes lloriqueos del niño quien además le daba patadas al respaldo de mi asiento que provocó me cayera agua y puré en la camiseta dos veces, Vegetta sólo reía ante eso mientras veía quejarme y limpiarme.

Una hora después el niño seguía dando rabietas que duraban unos cinco minutos y luego se calmaba por otros cinco para volver a empezar de nuevo a llorar, era como si tuviese un interruptor que era encendido y apagado continuamente, por unos minutos me coloqué los auriculares para escuchar un poco de música y no oír sus lloriqueos pero aún así era audible así que opté por quitármelos porque no entendía lo que escuchaba, estaba estresado y harto del malcriado crío que no le bastaba con llorar y dejarnos sordos con sus alaridos sino que además el respaldo de mi asiento se había convertido en su saco de boxeo, ante eso su madre sólo lo regañaba, y yo quería gritarle "señora tiene que darle unas cuantas nalgadas a la criatura para que aprenda a comportarse" pero en lugar de eso sólo volví a verla en una de las tantas veces que recibí una patada a mi asiento con la intención de exigirle que su hijo se detuviera, pero antes que abriera la boca ella me miró con sonrisa apenada y expresando un "siento mucho la molestia", seguido escuché de parte de Vegetta un "Willyyyyyy" al mismo tiempo que me cogía del brazo, volví a verlo y me miraba moviendo la cabeza de un lado a otro como diciendo calmate o no vayas a decir algo descortés, rodé los ojos dando un gran suspiro y me acomode de nuevo en mi asiento para quejarme mentalmente.

No lo soporto más, tengo que levantarme de aquí un rato o me volveré loco
-Voy al baño, te espero ahí en un minuto le susurré al oído a Vegetta, quien me miró un poco confundido ante mi petición pero de igual forma asintió, me levanté y dirigí al baño, abrí la puerta y entré dejándola semiabierta, esperando a Samuel, segundos después lo escuché llamarme en susurros asomando la cabeza por el espacio abierto de la puerta

En cualquier parte del mundo, siempre que sea contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora