CAPÍTULO 185

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Los cuatro empezamos a acomodar nuestras cosas sobre la playa. Luzu, enterraba en la arena una enorme sombrilla playera, seguido Lana extendía dos sillas plegables bajo esta, Willy y yo, por nuestra parte, sólo teníamos otra sombrilla playera que nos habían prestado nuestros amigos, pero nos tocaría sentarnos sobre la arena porque no tenían más sillas, la arena aún estaba un poco caliente por el sol, así que Willy extendió sobre ésta, una de las dos toallas que llevábamos para sentarnos.

Lo que sí teníamos y habíamos llevado era nuestra hielera color azul, muy chula la verdad, con rueditas muy moderna para no cargarla, sino arrastrarla por todo el camino, Willy y yo la habíamos comprado en uno de nuestros días de compra en Ikea desde que nos mudamos a L.A., ya que pensábamos que nos la pasaríamos cada fin de semana en la playa, pero no ha sido así, ya que del tiempo que llevamos viviendo aquí solo hemos venido tres veces a la playa, incluida ésta.

Como todo un barman playero, saqué bebidas para todos, Coca Colas, y es que iba bien preparado, porque también llevaba bolsas con papas, maní, dulces, incluso mis tostadas de pan y crema Filadelfia, que había cogido de nuestra cocina. El parguelita de Luzu, se burlaba de mí haciendo bromas por toda la comida que llevaba, Lana reía a carcajadas por ello mientras se aplicaba protector solar, y Willy, solo me sonreía y acariciaba la pierna a su costado, porque sabía muy bien el motivo de mi hambre descomunal, de la que él, también era presa, aunque en menor medida.

Luego de un rato de bromas y chascarrillos hacia mí, todo fue paz, silencio y calma, lo único que se escuchaba era el ruido de las olas, y una que otra gaviota sobrevolando, puesto que Luzu se había quedado dormido, Lana movió su silla a un par de metros fuera de la sombrilla para tomar el sol.

Apoyar mi cabeza en su hombro, cerrar los ojos y quedarme así, como si estuviera en la nube más cómoda del cielo, esa es mi calma.

-Amor, tienes ganas de helado, me preguntó,... sacándome de mi ensueño,... creo que por allá venden, iré a comprar.

-Sonreí, porque ideas lujuriosas llegaron mi mente. Abrí los ojos y le susurre al oído: De lado, de frente, sobre ti, de perrito, como sea.

-Sonrió, habiendo entendido mi doble sentido, y volvió a mirarme. Ah sí? expresó seductoramente. Cogiendome de la barbilla me besó, empujandome sobre la arena hasta acostarnos, jugueteabamos como dos adolescentes, besándonos, haciéndonos cosquillas y riendo bajito para no perturbar a nuestros amigos.

Minutos más tarde, el móvil de Willy comenzó a sonar como loco, con notificaciones de mensajes por WhatsApp, rompiendo mi burbuja de amor y provocando el despertar de Luzu.

-Hala, hala, Wilfred, que escandalo teneis con el móvil.

-Perdona, manifestó sentándose y sacándolo de su bolsillo.

Quién será el que arruinó mi momento, pensé sentandome para fisgonear la conversación. Era Carlos, su amigo mala influencia, y no es que me haya inventado ese calificativo, sino que le hace mérito por haberlo ganado a pulso, gracias a las anécdotas que Willy, me ha contado desde que conoció a Carlos, en su infancia y siguieron compartiendo en la adolescencia, y que gracias a sus "brillantes ideas" ambos se metieron en problemas, nada graves, pero tampoco para dejar pasar y no ganarse un castigo, aunque Willy, las cuente entre risas y excuse a su amigo y a él mismo, describiéndolo como "chorradas de la adolescencia".

*Estamos en la playa, te mandaré la ubicación exacta*

(respondió Willy a los múltiples mensajes de su amigo, quien le escribió varias veces las mismas frases: "hace semanas que no nos vemos", "donde estas?", "salimos de marcha?", "no aceptaré un no como respuesta!", y por último un "vale, te veo en diez minutos")

En cualquier parte del mundo, siempre que sea contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora