El monitor II

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Dylan se siente mal. Jodida, total y absolutamente mal. Porque no, lo que siente desde que comenzó a trabajar en ese colegio NO ES NORMAL. JODER.

- Me voy a ir directo al infierno.

- Tío, probablemente.

Suelta un gemido lastimero y Will le palmea el hombro con comprensión. Aunque el rubio piensa que no es para tanto. Sólo son 10 años, no 20. Dylan lo asesina con la mirada cuando se lo dice y ruge un "lo que me faltaba".

- Chicos.

Ambos se vuelven hacia la ayuda voz de su jefa.

- Hoy Rosa no puede venir, así que necesito que uno de los dos se quede con su grupo.

Will lucha por contener la risa y su amigo se pone blanco como el papel.

- Dylan puede hacerlo, tiene mano especial para los adolescentes. Yo me quedo con mis niños que son unos angelitos...

La parda mirada lo fulmina a punto de comentar que, al principio, para Will todos los niños eran demonios y que sólo había cambiado el conocerlos.

- Muy bien, Dylan, así me gusta - la jefa le da una sonrisa y se va.

El silencio se hace entre ellos.

- No me pagan lo suficiente para todo lo que paso - desliza una mano por su cara, frustrado.

- Ni siquiera nos pagan, somos voluntarios.

Will huye antes de acabar definitivamente con la santa paciencia del moreno.

Dylan vuelve a prestar atención a los chicos que juegan en la cancha hasta que los llamen a las 17:00pm. para subir. Sus ojos se deslizan en busca del adolescente rubio y lo encuentra mirándolo fijamente. Se pregunta qué hizo en su otra vida para merecer ser torturado en esta de esa manera.

La voz de Kaya suena por todo el lugar, llamándolos para que suban y se organicen en grupos. Contiene un suspiro resignado y camina hasta ella que le da una hoja con la dinámica que Rosa les había preparado para hoy. Pasa los ojos con rapidez captando lo esencial: sinceridad, amor... estupendos temas. Gime derrotado.

Los adolescentes se congregan a su alrededor. Thomas (cuyo nombre conoce sólo porque Rosa lo adora) no le mira, parece abstraído hasta que sus amigos le susurran algo y sube los ojos, alarmados, hasta él que ya le está mirando. Siente el impulso de huir al rincón más alejado del país porque lo mucho que le gusta que esos ojos marrones como el chocolate le miren no es normal, el cosquilleo que siente en su bajo vientre cuando lo recorren de arriba a bajo... tampoco. Y Dylan no debe sentirse atraído por un adolescente, pero lo hace. 

- Qué jodido estoy...

Hasta que empezó a trabajar de voluntario en ese lugar, Dylan se consideraba una buena persona: tranquilo, pero divertido, serio cuando la ocasión lo requería, con las ideas claras y una idea más o menos clara de cómo esperaba que fuera su futuro. Si le preguntan a sus padres, evidentemente, le hablarán del gran currículo de travesuras que carga a su espalda; era un niño muy curioso. Ahora que prácticamente ha terminado su carrera universitaria, Dylan está más perdido que nunca porque sabe que todo lo que Thomas despierta en él no lo puede alcanzar y la ansiedad que eso le provoca... a veces consigue ahogarlo.

- Bueno, chicos, hora de la dinámica.

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Momentos [Dylmas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora