Como si lo hubiera escrito Shakespeare.

801 57 80
                                    

Shakespeare no sacó Romeo y Julieta de la nada, no, el escritor tuvo el placer (o no) de encontrarse con dos familias muy peculiares en una gran época de sequía literaria.

Es de cultura popular y mundial saber que hay dos grandes familias que gobiernan en Reino Unido, ambas con el favor de la mismísima reina, los O'Brien y los Brodie-Sangster. Los primeros conservan desde hace siglos el territorio desde el BigBen hasta Watford y los segundos desde el palacio de Buckingham hasta Dartford. Los O'Brien han conquistado el cine y los Brodie-Sangster los teatros, principales fuentes de ingreso y a las que se han dedicado casi todos sus miembros, descartando a los prestigiosos abogados y contables, carreras escogidas en las ramas secundarias para poder participar activamente en la gloria familiar.

Por supuesto, y como toda historia tiene que tener un hilo conductor, el de esta es la más que creciente rivalidad que existe entre ambas familias. Una rivalidad intelectual por demostrar quién es el mejor primogénito. Y esos son Dylan y Thomas, los miembros más jóvenes de la rama principal. Todo comenzó en el mismo momento en que el rubio nació, pues los Sangster se apuntaron una victoria ya que el matrimonio principal de los O'Brien no fue capaz de concebir un hijo hasta un año más tarde. A partir de ahí, todo fue cuesta abajo para los niños.

Ahora, 19 años más tarde de esa primera victoria, ambas familias no dejan de presionar a sus herederos para que desempaten el marcador ya que, a lo largo de toda su vida, Thomas y Dylan no han hecho más que competir el uno con el otro sin tener siquiera la oportunidad de interactuar. Siempre acompañados de algún familiar donde quiera que vayan.

- Escúchame bien, O'Brien, como no vayas a mi fiesta te corto las pelotas - amenaza una hermosa chica con cabello pelirrojo.

Lydia es su mejor amiga que tiene memoria, la única de su círculo que no pertenece a la familia, así que ha intentado a lo largo de los años mantenerla lo más cerca posible.

- Quiero ir, de verdad, pero este fin de semana es la competencia de matemáticas y tengo que estudiar, Lyds. Es la oportunidad del desempate y podré ser libre.

Después de pasar toda la vida siendo presionado por sus padres, Dylan consiguió tener la universidad como terreno neutral. El único sitio del país donde puede moverse sin que sus primos le atosiguen a cada instante, donde es libre. Y es ahí donde se encuentran ahora, en una de las múltiples aulas de estudio, a salvo de oídos indiscretos, completamente solos.

- Me prometiste que no ibas a permitir que esta situación continuara cuando dejaras el instituto - masculla, molesta.- Es inhumano, Thomas - el aludido suspira, lleva tantos años escuchando esas palabras.

- Ya me queda poco, ¿vale? Solo unos meses más ahorrando y podré largarme de aquí - porque de algo tiene que servir todo el dinero que ha estado guardando de las películas y las series que ha hecho desde los 15 años.

La chica, sin embargo, se cruza de brazos desconfiada y empieza a recoger sus cosas, molesta. Thomas suspira y la imita, de nada vale quedarse solo estudiando cuando ya le ha dado algo más en lo que pensar. Aunque cuando se quiere dar cuenta está solo porque Lydia se ha ido. Deja caer la frente contra la puerta de metal, tratando de que sus ideas se enfríen cuando la abren de golpe desde fuera y él se tambalea desequilibrado hasta que un cuerpo lo empuja aún más dentro de la habitación y cierra con fuerza detrás suya, apoyándose contra la puerta para evitar que nadie más abra.

- ¡Oye! ¿Pero qué te pasa? - masculla, sobándose la pelvis que se clavó contra la esquina de la mesa y que duele horrores.

- Lo siento, O'Brien.

Esa voz envía escalofríos placenteros por todo su cuerpo antes de que Dylan pueda hacer algo para evitarlo y se maldice mentalmente porque, joder, ¿es que nunca va a dejar de sentirse así en su presencia?

Momentos [Dylmas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora