El monitor V

903 96 51
                                    

La niebla de placer deja de nublar su mente y Dylan abre los ojos, parpadea para dejar de ver fosfenos. Cuando recupera la vista por completo, se da cuenta de que está encima del cuerpo desnudo de Thomas y que, sorpresa, él está igual de desnudo. Sus pieles se rozan en un toque febril que envía descargas de placer a cada fibra sensible de su cuerpo. Recuerda (porque su jodida mente es así de traidora) que Thomas es un adolescente de 15 años y que esas manos que recorren el cuerpo pálido, cuyos dedos se entierran en la zona de la pelvis dejando marca, no pueden ser suyas. Salvo que lo son y no se siente mal por ello, aunque debería. Sus manos no son lo peor del asunto, claro, lo peor supone que su pene está casi entero dentro del culo del rubio. El placer es tan abrumador que también es la posible razón de su momentánea desconexión.

- ¿Vuelves a estar conmigo? 

La ahogada voz de Thomas lo saca de su estupor, sus ojos localizan las mejillas sonrojadas y las besa con suavidad, muerde el labio inferior y terminar de enterrarse en su interior. Thomas arquea la espalda en respuesta a la intrusión, jadeando en busca de aire. Dylan piensa (recupera esa capacidad por un segundo) que le gustaría que Thomas lo montase, pero prefiere dejarlo para el segundo asalto u otra ocasión, si es que se recupera de esa sesión de sexo, porque siente que la necesidad de marcarlo, poseerlo, embestirlo y follarlo hasta que el rubio se quede sin voz por gemir, lo domina tanto que tiene que permitirse un segundo para aclarar su mente contra el cuello de Thomas, gruñendo frustrado y excitado como nunca lo ha estado en su vida.

- Dylan - las manos de Thomas recorren la moreno espalda y su amante comienza a moverse dentro de él con desgarradora fuerza.

Thomas gime fuerte, sin contenerse y eso a Dylan le encanta.

- Eres mío, lo sabes ¿verdad? Desde hoy - gruñe, separándose lo suficiente como para poder darle la vuelta y embestirlo desde atrás sin salir de su interior.

Thomas clava las uñas en la sábana por el movimiento y ahoga un grito contra la almohada.

- Lo soy desde que nos conocimos, Dyl - confiesa cuando puede coger aire suficiente para hablar.

Sus palabras provocan tanta excitación en Dylan que empieza a embestir con mucha más fuerza y rapidez. Thomas piensa, en un momento de lucidez, que mañana probablemente no pueda caminar, pero también admite que le importa una mierda. Y más cuando Dylan golpea su próstata y ya no puede hilar un pensamiento con otro porque lo único que hay en su mente y en su boca son gritos de puro placer.

Thomas se corre cuando Dylan mueve la mano desde su cadera hasta su miembro y comienza a masajearlo mientras muerde la base de su cuello con fuerza, seguro de que dejará marca. Tiembla de cansancio, pero aguanta lo suficiente para sentir a Dylan derramarse en su interior.

Caen los dos sobre la cama, agotados y respirando agitados.

Dylan arrastra a Thomas hasta apoyarlo en su pecho y los tapa con la colcha.

- Dyl.

- ¿Hmmm? - carraspea, antes de caer dormido arropado por la calidez del adolescente.

- Te quiero.

Abre un ojo para mirarlo, besa su coronilla.

- Y yo a ti, Thomas.

Momentos [Dylmas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora