Aesthetic II

855 73 152
                                    

Dylan se estira en la cama cuan largo es una vez que escucha el quisquilloso sonido del despertador. Abre los ojos con pereza, el sol le molesta en la cara.

- Vas a llegar tarde, otra vez y llegaré tarde yo también porque soy incapaz de dejarte solo - replica su compañero de habitación apareciendo de nuevo para amenazarlo con la cafetera.

- ¿Thom? No te sentí llegar anoche - hace el esfuerzo titánico de levantar su peso de la cama.

- En teoría no iba a llegar - se encoge de hombros sirviendo las tostadas.

Es más bien un cuarto súper funcional, todo abierto, sin paredes: a la derecha la pequeña cocina con lo justo y necesario, delante el pequeño sillón de dos plazas con el mueble de la tele y más allá la litera de dos camas, al fondo del todo el pequeño baño.

- ¿Y eso?

Thomas le pone una taza entre las manos.

- Iba a quedarme con Bella, ¿recuerdas?

Ah, sí, motivo principal por el que se había recluido en la habitación a ahogarse en sus miserias: su sexy compañero de cuarto y la novia que no lo merece. Maldita sea.

- Algo - admite, tomándose el café de golpe y poniéndose en pie para vestirse, negando esa urgencia que siente de preguntar al respecto.

- Lo hemos dejado.

Dylan se da la vuelta sin disimular su sorpresa para ver a Thomas hundido en el sillón, ya vestido, con la taza entre las manos y la mirada perdida.

- ¿Estás bien?

Thomas levanta la cabeza para mirarlo. ¿Cómo había podido pretender Bella que se alejara de él? Del chico que lo mira desde las literas con la preocupación pintando sus pupilas; del chico que le tendió la mano a principio de curso cuando más perdido estaba; del chico que se queda despierto cada noche para asegurarse de que duerma al menos siete horas seguidas; del chico que a veces se aprende sus apuntes para poder ayudarle a estudiar; del chico que cruza medio campus para llevarle café los peores días; del chico que sabe cuándo preguntar y cuándo callar; del chico cuyos abrazos valen más que todo el oro del mundo; del chico que siempre le mira como si fuera lo más preciado del mundo, con esperanza. Y Thomas no sabe si lo es, pero Dylan ha traído todo lo bueno a su vida sin pedir nada a cambio de forma que ¿alejarse? Ni de broma.

- Lo estoy, Dyl.

Porque es la verdad, porque no dolió tanto como pensaba que lo haría. Quizás porque la opción que le daba Bella era más devastadora.

- Bien, voy a... - señala hacia el armario.

- ¿A vestirte para empezar el día? - aventura con una pequeña sonrisa, el moreno asiente, torpe.- Aunque por mí puedes ir así, son unas muy buenas vistas.

La cabeza de Dylan asoma por el marco del baño, lo único que tiene puerta en la habitación por motivos más que evidentes.

- ¿En serio quieres compartirme? - se señala, ya se ha quitado el pantalón y está solo en ropa interior. Tiembla cuando los ojos chocolate de Thomas lo recorren de arriba a bajo y maldice porque no es justo todo lo que ese chico le hace sentir.

- No, en realidad no - admite con voz ronca porque lo quiere solo para sí y le asusta la fuerza de ese deseo, ¿de dónde ha salido? ¿Cuánto tiempo lleva silenciándolo?

- Ya me parecía a mí.

La rutina empieza: Thomas y Dylan se reúnen con Ki Hong, Tyler y Will en la entrada de la residencia porque van a distintos cursos y se alojan en pisos diferentes. Reviven las anécdotas propias de un fin de semana que han compartido hasta que deben separarse para ir cada uno a la facultad que le corresponde.

Momentos [Dylmas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora