Aesthetic V

786 73 92
                                    

Las flores nunca habían despertado el interés de Dylan, es decir, no había encontrado un motivo por el que pudieran significar algo más allá de ser una planta un poco más bonita que las otras, pero como la belleza tampoco le interesó demasiado, las flores no despertaban en él nada más que una ligera molestia si, al estar en un lugar que él visitara, desprendían un olor demasiado fuerte.

Hasta que todo cambió porque los estímulos externos son algo que, normalmente, no podemos controlar.

Ese lugar llevaba años cerrado, una vez fue una zapatería y otra una tienda de informática. La tienda de golosinas y la librería tampoco sobrevivieron. Los vecinos comenzaron a decir que se trataba de un local maldito así que, cuando su madre llegó un día diciendo que había visto a un chico muy joven trabajando allí para adecentarlo, su interés se disparó. Debía tratarse de alguien nuevo en la ciudad porque todos, incluso los que vivían más lejos, se habían aferrado a la teoría de la maldición y nadie quería arriesgarse. Una vez, una de las ancianas que vive en las viviendas de los pisos superiores llamó a un sacerdote para que exorcizara y bendijera la tienda. Supone que están a punto de comprobar si tuvo efecto.

Madrugada.

Ahora, lo que había sido un tétrico local haciendo esquina, es una floristería. 

Dylan se detiene en el escaparate, pensando en lo ilógico de ese tipo de negocios, mientras sus ojos saltaban por más flores de las que conoce y en lo poco que tardarán en marchitarse.

- ¿Se te ofrece algo?

La voz lo distrae lo suficiente como para no alzar sus escudos mentales, así que cuando lo mira, Dylan sabe que tiene cara de tonto. Es un chico rubio, alto y delgado, que acaba de poner un cubo lleno de girasoles al lado de la puerta, y que se está secando las manos con el delantal.

- Solo estaba mirando - respuesta estándar, bien, Dylan, al menos no has empezado a babear.

El desconocido sonríe y asiente.

- ¿Te gustan las flores?

- No - cambia el peso de una pierna a la otra.- Cortarlas para regalarlas es ilógico, criarlas con tal fin es aún peor - se le escapa y tiene que morder su lengua para no seguir, ¿qué le pasa? Pero el chico no parece ofendido, sino sorprendido.

- ¿Siempre eres así? - pregunta, después de mirarlo un momento y agachándose de nuevo hacia los girasoles.

- ¿Así cómo?

- Tan contenido - agarra con cuidado uno que aún no se ha abierto del todo y lo saca.

¿Lo es? Bueno, la mayor parte del tiempo tiene que ocultar lo que realmente piensa, la mitad de sus pensamientos. La gente que le rodea no suele estar cómodo cuando los expresa en voz alta, así que como mecanismo de defensa sí, podría decir que un poco contenido sí es. Antes de poder elaborar una respuesta se encuentra con el capullo de girasol frente a sus ojos.

- Para ti.

- Te he dicho que no me gustan - pero contrario a sus palabras, sus dedos se colocan alrededor del tallo e incluso se encuentran con los del otro chico.

- Imposible, todos somos un poco flores - se encoge de hombros y está apunto de entrar en la tienda cuando la voz de Dylan lo detiene.

- Entonces, quizás me gustes tú.

El rubio se gira sobre sus talones y se apoya contra el marco de la puerta para no caerse porque su corazón late rápido y desequilibra sus sentidos.

- Me parece bien - acepta, viendo como el chico moreno lleno de lunares se marcha con la cabeza gacha, observando la flor entre sus dedos.

Mañana.

Momentos [Dylmas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora