Aesthetic III

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Thomas acude a casa de Dylan en cuanto recibe el mensaje de Scott porque, por supuesto, lo más normal del mundo es que su pareja vaya al hospital a hacerse pruebas y nadie le avise. Estúpida manada de Beacon Hills y su estúpida manía de no pedir ayuda como si pudieran manejar todo lo que se les viene encima solos. Thomas sabe que lo han hecho muchas veces, pero también sabe que por el camino han perdido demasiado así que ya deberían haber aprendido que cuantos más mejor.

No se molesta en tocar la puerta porque sabe que Dylan no le va a abrir, así que con una horquilla fuerza la cerradura que cede con un ligero click. El moreno estaría orgulloso, pero según el mensaje, es probable que no esté de humor. Comprensible. Cierra la puerta con el mismo sigilo y se mueve hacia el salón donde encuentra a Dylan hundido en el sillón con la cara enterrada entre las manos, por los espasmos del cuerpo, Thomas sabe que está llorando.

- Hey - lo llama, arrodillándose y acariciando sus rodillas.

Dylan pega un brinco en el sitio como si no se hubiera dado cuenta de su presencia. De ser el caso, es solo otro indicativo de lo mal que está. Los ojos pardos se mueven por toda la habitación hasta que lo enfocan, un gemido escapa de su garganta cuando lo reconoce.

- ¿Qué haces aquí? - pregunta con voz rota por la ansiedad.

- Scott me ha mandado un mensaje.

Dylan chasquea la lengua, secándose las lágrimas con las mangas de su inseparable camisa de cuadros.

- Le dije que no lo hiciera.

- Me lo imagino, menos mal que no te hizo caso - replica, con dulzura, alzando las manos para tomar las mejillas de Dylan.

Pero Dylan lo mira con los ojos hinchados, rojos e inundados de lágrimas.

- Vete - le pide.

La expresión de Thomas se endurece y niega con la cabeza.

- Thomas...

- Nunca.

- ¡VETE!

Se aleja del toque del rubio como si le quemara, poniendo entre ellos toda la distancia que pueda se desliza hasta un rincón. Hay algo que no está bien con él, algo en su cabeza que no funciona como debería, pero si es la enfermedad de su madre como reveló el escáner no tendría que desarrollarse tan rápido.

- ¿Estás aquí de verdad?

El corazón de Thomas se contrae, dolorido. Dylan no sabe si está despierto o soñando así que se acerca a él despacio y con cuidado, como si fuera un animal herido, y le coge de las muñecas para poner delante de sus ojos las dos palmas de su mano extendidas.

- ¿Cuántos dedos tienes, Dyl?

El chico los cuenta con rapidez una, dos y hasta tres veces para asegurarse.

- Diez - responde, por fin.

Thomas sonríe un poco, soltando las muñecas de Dylan, no quiere abusar demasiado del contacto físico cuando está tan inestable. El chico de lunares se sigue mirando las manos mientras el rubio decide sentarse en el suelo, justo delante, porque estar en cuclillas es doloroso después de un rato.

- ¿La locura es arte, Thomas?

La pregunta no le sorprende, al menos no del todo. Thomas ama el arte por encima de todas las cosas, pero por debajo de lo mucho que ama a Dylan. Es él quien se está encargando de ilustrar el bestiario que con tanto mimo elaboran. Derek incluso le ha prometido un estudio al segundo y más reciente humano de la manada. Thomas siempre le dijo a Dylan que él era la representación gráfica del arte, le gustaba ver las mejillas sonrojarse sin control mientras farfullaba cosas sin sentido.

- Sobre todo la locura, Dyl - responde, convencido.

Se acerca un pasito más, aunque el moreno intenta fundirse con la pared y desaparecer, a pesar de lo mucho que ama el contacto de Thomas teme poder hacerle daño como su madre se lo hizo a él.

- Siempre serás hermoso para mí.

Es entonces cuando Dylan se rompe, Thomas salva los centímetros que los separan y lo rodea con fuerza, asegurándose de que no puede escapar de su agarre.

- No quiero volverme loco.

- No mientras yo viva - se asegura, besando su coronilla.

Porque hay algo extraño en todo eso y piensa averiguar el qué, quizás no sea tan bien investigador para la manada como lo es Dylan, pero hará lo que sea necesario.

- ¿No te irás? - la voz de Dylan lo saca de sus pensamientos.

- ¿Por qué iba a hacerlo?

- Todos se van - responde bajito

Deja que los brazos de Thomas lo protejan del mundo exterior aunque tiene la sensación de que el verdadero peligro está dentro de él. 

Apenas unos días más tarde tanto Dylan como Thomas descubren que tuvieron razón en cada una de sus sospechas: un demonio se había metido en Dylan a través de la grieta que dejó el Nemetón tiempo atrás.

Thomas recibe el cuerpo de Dylan cuando es expulsado del Nogitsune, se concentra en quitar con mimo todas y cada una de las vendas mientras los seres sobrenaturales se encargan de intentar rastrearlo.

- Thom, estás llorando - alza las manos para secar las lágrimas que caen por las pálidas mejillas sin control.- Nunca te había visto llorar - y es verdad, a pesar de todo lo que han vivido desde su llegada al pueblo, nunca se permitió tal lujo, pero ahora las cosas son diferentes: acaba de estar a punto de perder a la persona que más quiere en el mundo.

- Eres idiota - masculla, toma el rostro de Dylan entre sus manos y junta por fin sus labios arrancándole un suspiro satisfecho, a la porra esperar, a la mierda tratar de hacer bien las cosas. Hoy están aquí, pero mañana... quizás mañana estén muertos.

- No te engañó - dice después de delinear con su lengua los labios de Thomas y separarse. Porque el rubio fue el único capaz de distinguir cuándo era él mismo y cuándo el Nogitsune, ni siquiera Scott o Derek, solo Thomas.

- Por supuesto que no - no en vano se ha pasado casi un año mirando a Dylan, aprendiéndose sus manías, sus defectos, sus peculiaridades.- Pero pasé tanto miedo - admite, por un momento pensó, creyó de verdad que lo había perdido.

Dylan estampa sus labios de nuevo sobre los de Thomas y sus manos se mueven hasta las caderas contrarias, cayendo dirección a las nalgas que empuja hasta que el rubio se sienta sobre su regazo.

- Y yo te eché tanto de menos... siento lo que el Nogitsune te dijo - es silenciado por un dedo de Thomas sobre sus labios que niega con la cabeza, da igual que ese monstruo le dijera que no le quería, que seguía enamorado de Lydia, que solo eran un experimento para el moreno, una diversión, un deshecho... nunca lo creyó.

- Dyl.

- ¿Hm?

- Te quiero.

Su corazón comienza a latir con fuerza.

- ¡Idos a un hotel!

Ambos se sonríen.

Quizás lo hagan cuando toda esta pesadilla termine por fin. Se lo merecen.

Momentos [Dylmas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora