#46

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Tomas el teléfono de Miguel Bigo y contestas la llamada. Para tu sorpresa, lo único que se oye una vez realizas tal acción es un tono musical de carácter triunfalista, el cual en medio de la horrible situación por la que estás pasando, no puede sino parecerte una burla despiadada.

— ¿Quién rayos es usted? —Preguntas tú, entre sollozos—. ¿Qué es lo que quiere de mí?

Se produce un breve instante de silencio, antes que la voz de un hombre te conteste del otro lado de la línea:

—No te angusties, amor mío...El tiempo de la prueba está a punto de culminar para ti...

—Por favor...Se lo imploro señor...Déjeme salir de este sitio...Haré cualquier cosa que usted me pida...

— ¿Cualquier cosa? ¿En serio?

—Sí...Sí, señor. Cualquier cosa, se lo juro.

—Bueno...Tendré que discutirlo con mi superior...Por ahora no puedo prometer nada...

"¿Su superior? ¿De qué rayos está hablando este sujeto?" te preguntas tú, sintiéndote al borde de un ataque de nervios, mientras el asesino simplemente se limita a dejarte esperando, poniéndote una vez más aquella odiosa música celebratoria, cuya melodía te produce una frustración casi insoportable de llevar.

—Miserable bastardo...No soy más que un juguete para ti, ¿Verdad? —Musitas, a punto de estallar de rabia—. ¿Por qué no me matas de una buena vez con todo este asunto?

La música se detiene abruptamente, y experimentas un terrible escalofrío recorriéndote la espina dorsal en cuanto el teléfono queda mudo, preguntándote si el asesino habrá escuchado lo que acabas de decir. Te arrepientes entonces de haber tentado la suerte, puesto que pese a lo grave de tu desesperación, tu deseo de seguir viviendo es mucho más fuerte e intenso.

— ¿Aló? Estás... ¿Estás allí? —preguntas temerosamente—. ¿Me escuchas?

Pasan tres segundos exactos antes de que obtengas respuesta.

—Te escucho fuerte y claro, ángel mío...Y tengo buenas noticias: Hemos decidido dejarte en libertad. Pero con una pequeña condición...

—Oh Dios...Dios mío, muchísimas gracias...—empiezas a decir, llorando de alegría, a pesar de que no tienes la certeza de quien te habla realmente está dispuesto a cumplir lo que te promete.

—Yo estaba seguro de que tú podrías ser parte de mi mundo...—te dice el asesino, sin hacer caso a tus agradecimientos—. Un mundo maravilloso, que cada día va cobrando una mayor presencia en nuestra corrompida realidad, y yo sé que con el tiempo terminará remplazándola del todo. Es una decepción, pero supongo que no todos están preparados para seguir este camino...

—Si...Sí...—Asientes tú—. Yo no estoy preparada...

—Me lo imaginaba. Pero antes de liberarte, me gustaría que hicieses una pequeña cosa por mí...

— ¡Cualquier cosa!

—Muy bien...Revista el interior de la caja donde encontraste este celular. Allí también encontrarás una bolsa de color plateado. Allí dentro hay algo para ti...

Haces tal como se te ha sido indicado, y al revisar el paquete hallas dicha bolsa en cuyo interior se haya un revólver.

—Qué... ¿Qué debo hacer con esta cosa? —le preguntas al asesino, quien con la mayor tranquilidad del mundo te responde lo siguiente:

—Pon esa pistola en tu sien, y pégate un tiro.

Lee la parte #47.

Sola con el AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora