#106

42 3 1
                                    

Durante las horas siguientes, permaneces en un estado de profunda turbación, que te impide hablar incluso.

Mataste a una persona. A otro ser humano, igual a ti. Cierto que fue en defensa propia pero no crees que serás capaz de reponerte algún día de semejante experiencia.

"Ahora yo también soy una asesina..." piensas para tus adentros, reviviendo mentalmente una y otra vez el momento en el cual tú le volaste la tapa de los sesos a aquel delincuente enmascarado.

Experimentas un profundo remordimiento al rememorar lo que hiciste. Pero no tuviste opción...

Miras a Rodrigo, quien se encuentra sentado a tu lado a bordo de aquella patrulla que los ha recogido, y que los lleva hasta una comisaría cercana para recoger su testimonio con respecto a lo ocurrido. Allí también le es ofrecida algo de atención médica a Rodrigo. Afortunadamente, sus heridas no son demasiado graves.

Horas después, cuando por fin puedes regresar a tu casa, todas las cosas allí te transmiten un aire de profunda irrealidad, pareciéndote por un brevísimo instante un lugar completamente extraño...Es casi como si tú fueras una persona completamente distinta ahora.

Caes rendida sobre tu cama, todavía profundamente sobrecogida por todo lo que te ha tocado vivir en las últimas horas. Tu gato Lucas salta a la cama y frota su cuerpo afectuosamente sobre tus hombros...En otras circunstancias, tú te habrías dedicado a acariciarlo por un buen rato, pero en estos instantes tú apenas si te percatas de su presencia, puesto que tu mente sigue atosigada por el vivo recuerdo de la muerte de tu atacante. Así fuese un criminal de lo más despreciable, tú no eres la clase de persona capaz de seguir como si nada luego de haber terminado con la vida de otro.

—No tuve otra opción...No la tuve...—musitas tú varias veces entre sollozos, antes de quedarte dormida.

Lee la parte #107.

Sola con el AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora