—Por favor, señorita...Estoy muy débil, tiene que ayudarme...— insiste Rodolfo Villa, hablándote tono de voz patético y suplicante que ahora se te hace insoportable. Como única respuesta, tú procedes a apuntarle con la pistola contenida dentro de la caja metálica dejada por el asesino, lista para dispararle.
Rodolfo Pastor Villa palidece, mientras que en su rostro aparece dibujada una expresión de espanto absoluto.
—Usted es un monstruo... —dices tú, lista para tirar del gatillo—. No merece vivir...No después de lo que hizo...
— ¿Qué? Y-Yo no entiendo de lo que usted me habla señorita...Usted...Usted ha de haberme confundido con alguna otra persona...
El cinismo de ese hombre no tiene límites. Pero tú no estás dispuesta a escuchar ninguna de sus mentiras: Y habiendo decidido que un simple balazo sería una muerte demasiado misericordiosa para este pedófilo asesino, lo que haces es dispararle a los genitales, volándoselos de un tiro.
Villa se retuerce de dolor, al tiempo que lanza toda clase de maldiciones e improperios contra ti. Pero tú haces caso omiso a tus palabras, puesto que solamente eres capaz de pensar en esa vida inocente que este hombre perverso destruyó... Una pobre niña, de apenas ocho años de edad, violada y asesinada por su propio padre.
A tu parecer, un crimen semejante no puede ser perdonado: Este bastardo se merece la peor de las muertes, y por ello tú empiezas a patearle, primero en el estómago, luego en los genitales destrozados, comprobando con satisfacción que todavía no perdido enteramente la sensibilidad de los mismos, empezando aquel sujeto despreciable a chillar de forma enfermiza, justo antes de empezar a vomitar sangre.
Es un espectáculo de los más desagradable y repulsivo, que en otras circunstancias te habría hecho apartar la mirada, pero que ahora extrañamente te produce una perversa sensación de deleite.
— A-Asquerosa puta...—farfulla Rodolfo Villa, dirigiéndote una mirada cargada de odio. Como única respuesta, tú procedes a golpearle repetidas veces en la cabeza con el mango de la pistola, hasta dejársela completamente destrozada. Y tú te ríes mientras lo matas, completamente fuera de ti misma.
Es como si una bestia, terrible y sedienta de violencia acabase de despertar en aquellos instantes, invocada desde lo más profundo de tu ser: Esa bestia está libre y ya no hay forma de detenerla, puesto que ahora que has experimentado placer al momento de asesinar a otro ser humano, sientes que pronto volverás a hacerlo tarde o temprano.
Lee la parte #60.
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Sola con el Asesino
Tajemnica / ThrillerEste debió haber sido un viernes como cualquier otro, pero no lo fue. Hoy tuviste que quedarte hasta tarde en la oficina donde trabajas. Y esta misma noche, sin que tú te des cuenta de ello, hará su aparición un inesperado visitante... ¿Lograrás so...