#81

128 8 2
                                    


Tomas el medallón en tus manos. En cuanto lo haces, el enigmático cómplice del asesino se da la media vuelta y te ordena irte de inmediato de aquel lugar.

En un principio tú dudas en obedecer su orden, temiendo la posibilidad de que intente dispararte mientras huyes, pero lo cierto es que no tienes ninguna otra alternativa, de manera que terminas haciendo lo que te dice.

En cuanto sales del matadero, echas a correr lo más lejos que puedes, todavía no sintiéndote a salvo del todo. Y menos mal que reaccionaste de dicha forma, puesto que el matadero no tarda en volar por los aires al cabo de unos cuantos minutos.

Tú caes de rodillas llevándote las manos a los oídos, todavía sobresaltada por la explosión. En cuanto por fin alzas la vista, no te queda sino contemplar desde la distancia como es que aquel sitio del que acabas de escapar es consumido por las llamas hasta quedar reducido a cenizas, mientras una monstruosa columna de humo asciende hasta el firmamento, en donde han comenzado a despuntar las primeras luces del alba.

¿Deseas que esta historia continúe? Lee la parte #113.

Si no, es el FIN.

Sola con el AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora