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—No tiene nada de qué preocuparse, mi joven amiga...—te asegura entonces Martínez, apoyando su mano sobre tu hombro. Y luego, percatándose que tú traes contigo el medallón rojo que él te entregó, esboza una sonrisa en su rostro.

— ¿No le dije acaso que este medallón terminaría trayéndole suerte tarde o temprano? —dice el anciano, justo antes de empezar a explicarte cómo fue que fingió su propia muerte aquella lejana noche terrible, así como también las razones que lo llevaron a someterte a una prueba tan espantosa como la que tuviste que pasar: El supuesto cadáver suyo que encontraste en la oficina era en realidad una elaborada pieza de utilería que bien podría haber sido usada para una película de terror, estando rellena de sangre y órganos de cerdo, mientras que el verdadero Martínez preparaba el vehículo en donde tú debías ser transportada.

—Mis medidas fueron extremas, no lo niego...Pero era necesario ponerla a prueba a usted, como el oro y la plata son probados en el crisol. Y yo estoy convencido de que fue una prueba enteramente necesaria, a fin de hacerle ver lo necesaria que es la forma de justicia predicada por nuestra orden, especialmente en un país tan sumido en la corrupción y la decadencia como el nuestro...

—Pero... ¿Por qué fui yo precisamente la persona escogida para ser sometida a semejante prueba? ¿Acaso se trató de una elección al azar?

—De ninguna manera...Y de hecho, me atrevería a decir que usted se subestima a sí misma...Solamente le diré que durante el tiempo que asumí el rol de un simple bedel de oficina, tuve la oportunidad de experimentar personalmente muchas de las privaciones e injusticias a los que son sometidos diariamente muchas personas que viven en esta ciudad...Conozco también la pasividad e indiferencia bajo la cual son condicionados a vivir desde temprana edad, siendo convencidos por sus propios explotadores a aceptar de forma resignada su triste situación. Y sin embargo, aún en medio de este panorama desesperanzador, he sido capaz de encontrar personas que anhelan cambiar esto, sin que su deseo quede solamente en buenas intenciones: Esas personas se han convertidos en los numerosos integrantes de nuestra orden aquí presentes, que en gran medida son muy semejantes a usted, mi joven amiga...Es muy probable que usted misma no lo recuerde, pero hace unos meses atrás, cuando usted y yo sostuvimos brevemente una conversación sobre una grave noticia que a usted le produjo una profunda indignación: Se trataba del hallazgo del cadáver de una niña, que había sido violada y asesinada por su propio padre, quien se dio a la fuga. Yo recuerdo la ira que usted expresó en aquel entonces, a pesar de su amable temperamento. El modo en que usted habló durante esos instantes me dejó claro que su anhelo de justicia ante semejante maldad jamás podría ser satisfecho por nuestro corrupto sistema judicial...No, lo que usted anhelaba era un nuevo tipo de justicia, que le diese un castigo ejemplar a las escoria disfrazada de humano que tanto pulula en este mundo, enseñando por medio del terror a quienes se burlan tanto de la ley de Dios como la de los hombres, en nombre de la satisfacción de sus más bajos instintos, bien sea la lujuria más bestial o la codicia más demoniaca, los dos grandes males que dominan nuestra época...

Yo le di la oportunidad de ajusticiar personalmente a esa clase de bastardos, quería que experimentase la satisfacción de conocer y vivir nuestra forma de justicia, que cada día cuenta con más adeptos...

— Usted... ¿Quiere que me convierta en una asesina?

—Lo que yo le propongo es hacer una diferencia en este mundo...Una diferencia real, capa de borrar la injusticia de raíz y darle una vida mejor a los oprimidos. Usted ya me ha demostrado su potencial, pero en el día de su prueba sus actitudes y la indebida actuación de mi decepcionante pupilo me dejaron en claro que aún no estaba preparada para recibir las verdades que ahora le comparto. Y ahora que ya conoce nuestras verdaderas intenciones, es tiempo que se defina de forma clara...

Dios mío...La forma en que Martínez te mira entonces te deja bien en claro que él no aceptará una negativa por parte tuya ante lo que te propone. Por tu parte, has de preguntarte si en verdad te has dejado convencer por sus palabras...

Si aceptas sinceramente la nueva forma de "justicia" predicada por Martínez y sus cómplices, lee la parte 122.

Si sólo finges estar de acuerdo con él, lee la parte 121.

Sola con el AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora