Capítulo 3 - En algún lugar de Italia

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Capítulo 3

EN ALGÚN LUGAR DE ITALIA

Dejaron con tal rapidez Milán, que no hubo tiempo de ser interceptados por el Patrón.

Vicente no era un ser desvalido en un continente extraño. Siempre podía contar con la ayuda de alguien, y en esta ocasión Gerónimo, el fiel albacea de los bienes en España, había acudido al llamado. Tenía familia en Italia y una vieja casa, producto de la herencia paterna, que prestó confiado a Vicente. El peligro era real, una constante sensación de ser atrapados a cada paso, y no le importaba en lo absoluto, siempre que estuviera con su amada y ese adorable niño precoz, llamado Diego.

Juntos se blindaban con un mágico aro de protección. Eran la familia que deseaban ser. Ni Karla fue indiferente al amor que se respiraba en el ambiente. Y eso era decir mucho.

-Si continúan dándose besos en cada rincón, no te asombre que en pocos meses tengas un lindo hermanito de ojos achinados. – masculló al oído de Diego, Karla contemplando la escena romántica a distancia.

-No me desagrada la idea, pero sería bueno salir primero de este atolladero – razonó con una sonrisa, Diego, orgulloso de haber unido a su madre con el verdadero amor.

La pareja se aproximó al dúo con las manos entrelazadas, esbozando la mejor de sus sonrisas.

-Mama, me alegra que estén tan felices y confiados, pero debemos movernos y llegar a la embajada. Es hora de llamar al padre de Renzo y pedirle ayuda. No podemos estar escondidos en esta linda casa de campo por siempre.- Eran las palabras del pequeño rubicundo las que destrozaban el idilio, delatando su estatus de prófugos invictos.

-Tienes razón, Diego, pásame el teléfono móvil y salgamos de este hueco. Quiero regresar a Venezuela con ustedes lo antes posible.- Solicitó Vicente con gran seguridad.

Karla menos contenta que el resto, repasó la lista de contras, que le impedían estar de acuerdo con regresar a su tierra natal – No es que quiera arruinar tanta felicidad, si yo también extraño a mi familia y las arepitas con reina pepeada, las hallacas en diciembre y la eterna lucha de Los Leones contra Los navegantes del Magallanes, pero a Celeste la van a fichar por lavado de dinero, gracias a invertir lo que ganó en La Joya, en su negocio de tortas y dulces, y a mí me atraparan con ella por ser su socia. Y cuando contemos que hemos sido protegidas por el narcotraficante más buscado del continente, nos llevaran a unas cómodas habitaciones en la cárcel.

-Debe haber una salida que no incluya una prisión. Me niego a seguir escondida eternamente. Haz la llamada, Diego. Luego buscaremos un buen abogado que nos de respaldo legal- pidió Celeste.

Y Diego, hizo caso a su madre, agarró el móvil y empezó a marcar el número de Facundo Moretti.

Al otro lado de la línea un hombre bien plantado y conocedor de las leyes les atendía, con conocimiento de la colaboración prestada por su hijo. Se arregló el cuello de la camisa y miró a su hijo que entendía el rumbo de la conversación. Se quedó allí sentado, frente a su padre en su despacho.

-Buenas tardes. Habla Facundo Moretti.

-Buenas tardes, habla Celeste Bastidas, la madre de Diego.

-Esperaba su llamada ansiosamente. Desde que me enteré de los movimientos clandestinos de mi hijo, hemos permanecido en casa, con la vigilancia redoblada. Me alegra saber que se encuentran bien. – En su tono no había reproche, el siempre atento designado político aplicaba una cordial relación con sus colaboradores. Y después de escuchar con atención la historia que su hijo le había contado, su molestia se transformó en preocupación.

-Lamento que mi hijo los pusiera en tal aprieto. Es un pequeño impulsivo...

-Es lo de menos señora. La prioridad es rescatarlos antes de que Carlos Ignacio Restrepo lo haga. Y una vez protegidos se definirán los siguientes pasos. Su hijo es un valiente. Hizo lo que tenía que hacer.

-Está bien, le daremos nuestra ubicación. Y que sea lo que Dios disponga.

-No se arrepentirá, puede confiar en mi palabra...

Confiar, era una palabra tan difícil de explicar. Y lo cruel era que no tenían otra opción. Miró a Vicente, enamorada como nunca. Le pasó el aparato y le dio la indicación.

-Dile nuestra ubicación – él tomó el aparato con una mano y acarició su rostro con la otra.

Antes de atender la llamada, la calmó – Todo estará bien Celeste, te lo prometo. – y se concentró en dar los datos a su interlocutor. 

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora