Capítulo 102 - Las luces de la mañana

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Capítulo 102 

LAS LUCES DE LA MAÑANA

Elías fue el primero en despertar. Se asomó a través de la corroída ventana de la caseta abandonada y observó cómo se colaban los rayos solares entres las gruesas hojas de los árboles. A su lado en posición fetal estaba Carlito, con la pequeña tabla entre sus manos, sujeta con fuerza. Dormía profundamente.

Sus cuerpos llenos de herrumbre y sudor seco necesitaban un buen aseo. Con ese aspecto no era preciso estar retratados en un cartel con el distintivo de "Se Busca" para que fuesen reconocidos.

Elías se movió descalzo por la madera gastada y abrió la puerta encontrando del otro lado al vigilante designado. Mocho volteó con desgano y le saludo con un ademan mudo. En respuesta se sentó a su lado, marchito en su antigua brillantez de líder.

-Es hora de despertar a Carlito- Le anunció Mocho, revisando la munición de armamento.

-Dale cinco minutos- Calmó Elías- Apenas es el comienzo de un camino incierto.

-No será así- Corrigió el moreno- Simón nos dirá que hacer.

Una risa hueca, con ironía burlesca, salió de los labios del maestro del disfraz.

-Nuestro protector es el demonio enmascarado. Si volvemos con él estaremos seguros- Manuel le entregó la pistola cargada, por la cacha, con gesto serio, casi reprobatorio.

-Volver con Simón Cazalis es seguir matando...- Era una afirmación triste.

-No sabemos hacer otra cosa – Manuel planteó una tonta defensa, sabiendo que junto al Infierno habían aprendido a hacer de todo.

-¿Estás seguro de eso? –La sonrisa mordaz de Elías le contradijo – En Yare no sabíamos hacer otra cosa. Ahora hablamos tres idiomas y somos expertos en ser invisibles.

-¿Quieres escapar de tú adorado maestro?- La retórica golpeó a Elías. Mocho estaba siendo igualmente irónico.

-No quiero que haya más muerte...no quiero verlos morir...-Tal muestra de sinceridad no merecía burla. Elías se levantó, guardó el arma en el bolsillo trasero de su pantalón, y entró.

Afuera quedo Manuel, pensando que la familia se hacía de momentos como esos.

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Habían pasado algunas horas, pero en el interior del santuario el tiempo se había detenido. El hambre no se sentía, el sueño no dominaba, era imposible diferenciar el día de la noche en ese oscuro aposento de paz.

El padre Mauricio era poderoso. Sus oraciones trascendían, su energía era indetenible. Los cuatro hombres habían formado un círculo alrededor del desvalido ente del mal, que reposaba en el suelo, con evidente agotamiento físico.

El más débil se hizo el más fuerte. Braulio recibió apoyo de su hermano y ese extraño con capucha de acento italiano que ocultaba su identidad a capa y espada.

Perdonar no era fácil, aunque tampoco era imposible.

La recompensa de Braulio era la captura del cotizado narcotraficante, y en ello se refugió pensando que no habría marcha atrás, que una vez encerrado en ese halo de luz y rezos la victoria sería inminente.

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Así como Braulio daba por hecho la conquista de sus aspiraciones, otros personajes estaban a punto de tocar la meta, o en este caso la frontera.

Simón Cazalis sonrió en silencio, Grillo lo notó.

-¿Por qué sonríe, mi patrón?- Preguntó sospechoso.

-Porque estamos pisando suelo italiano...

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Carlito apenas estaba abriendo los ojos cuando la pantalla de la tabla se iluminó.

-¡El jefe esta en Italia! – Gritó emocionado.

Mocho ingresó agitado, y Elías, que seguía serio, asintió en confirmación de haber escuchado la noticia.

-Simón es parte de nosotros. Pudo habernos dejado...- Dijo Mocho, en tono reflexivo.

-La familia no se abandona- Interrumpió Elías- Carlito, pregúntale... ¿A dónde tenemos que ir?

La sonrisa de Carlito se filtró. En tiempos de crisis demostraron ser un equipo unido, y su jefe no fue la excepción.

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora