Capítulo 85- Fidelidad y familia

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Capítulo 85

FIDELIDAD Y FAMILIA

La engañosa paz estaba por terminar en la cabaña suiza...

-Los lacayos del Infierno no se han reportado. Si los atraparon ya no tiene sentido trabajar con él- Dijo el Santo a Karla, que yacía a su lado, tumbada en la cama.

La preocupación creció en la voluptuosa dama que moría por preguntar en profundidad a que se refería. Hector era un ser malicioso y despiadado que estudiaba las reacciones de la gente que le rodeaba. Ya le había manifestado sus sospechas en otra oportunidad. Carlito fue el blanco de fuertes acusaciones, así que su partida a Italia era beneficiosa para ambas partes.

-El Infierno es tú socio. No lo traicionarías... ¿O sí? –Era lo mismo que decir, "Yo me acuesto contigo ¿Aun así, me matarías?

El rostro cincelado de Hector formó una amplia sonrisa, la mirada lejana esquivando a quien era su pareja.

-Lo que no sirve se vota. Sin Carlos Ignacio Restrepo no hay sociedad, se pierde el vínculo, mi chula mulata – Se soltó del enlace cuerpo a cuerpo, y quedó sentado con la sabana cubriéndole de la cintura para abajo, con el torso musculoso expuesto – Tenemos a la Joya en nuestras manos, y ahora que estoy seguro de lo que está pasando, ella será la carnada perfecta – En la última frase insertó el tono irónico -¡Tú amiga esta embarazadísima!

A Karla se le bajó la tensión, un sudor frio se extendió por todo su cuerpo -¿De dónde sacas semejante locura?- Improvisó en un torpe intento por enmascarar lo que era imposible ocultar.

El Santo rio al ver los evidentes nervios de Karla –Mi hermosa Karla, ella es tú amiga, la defenderás como sea y de quien sea, incluso de mi- Todo el esfuerzo había sido vano.

Karla abandonó la placidez de su estancia en la cama. Se incorporó azorada e instintivamente abrazó por detrás al Santo- ¡Por favor, Hector, ten piedad de nosotras! ¡No le hagas daño a Celeste!- Imploró al oído del mejicano.

Hector cerró los ojos, extasiado por la vehemencia del ruego. Sujetó la palma de Karla, que descansaba sobre su pecho, y la confrontó sin voltear - ¿Vale la pena proteger a la güerita? ¿Darías tú vida por ella? – Más escalofríos en una crispada piel de gallina.

-Es mi familia...- No era necesario extenderse. Tres palabras fundamentales que Hector comprendió en el acto.

-Te admiro –Llevó el dorso de la palma hasta sus labios y lo besó. Posteriormente se retiró de su lado sin darle falsas promesas de fidelidad. Hector tenía sus propios ideales que proteger.

Karla se halló sola y desnuda en una cama, llorando por un joven que tenía los días contados, con la sonrisa angelical de Carlito grabada en la memoria, y una amiga que seguía siendo usada a libre antojo por cada hombre que llegaba a ella.

-Esta vez seremos libres...te lo prometo – y sin perder tiempo procedió a vestirse también.

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Hector estaba cansado de ser controlado por un prófugo de la justicia, que además de matar sin compasión a cientos de personas, no ostentaba otro título honorifico en su hoja curricular. Era su padre quien se había aliado a un psicópata homicida. Hector no recordaba haber sido consultado al respecto. Las órdenes del Mazo eran acatadas sin reproches. Sin embargo el padre no estaba para hacer resistencia, ni el escuadrón diabólico deambulaba con su típica actitud defensiva haciendo frente con altanería.

Hector era libre de hacer lo que su corazón le dictaba. Lamentablemente en su interior no se producían emociones nobles, él no era un santo.

Nunca lo fue.

Le gustaba Karla en exceso. Lo que en un principio era un juego sexual, evolucionó. Eso era lo que más dolía, que su esclava sexual le era infiel desde un lugar inaccesible, el alma. Con la boca decía una cosa, y con los ojos se vislumbraba un mensaje contrario. Pero en la habitación fue incapaz de sostener la mentira, La Joya era su familia, por ella era capaz de todo. Esa confesión lo puso en su lugar, rasgándole las ilusiones. Si no atrapaba al Patrón, destruiría su semilla, sangre por sangre. A su hermano lo vengaría de una forma u otra. Su única preocupación real era enfrentar al impredecible Simón Cazalis, que en apariencia lucía inofensivo pero en la práctica demostró ser feroz. El Infierno no se doblegaría a su voluntad, tendría que matar a la leyenda para alcanzar sus objetivos.

-Eres irracional como tú hermano- Le dijo una vez ¿Le estaría dando la razón con sus acciones? –Los negocios y el placer no se mezclan. Acostarte con un rehén es rendirte a los impulsos de la carne, sucumbir a los instintos primitivos – Era un individuo refinado, el fulano Simón; pensó Hector, mientras cargaba el arma lentamente...Su menté viajó en el tiempo, a la época en que su hermano aún vivía...

-¿A dónde vas, Abraham?- Inquirió el joven Hector, al notar como su hermano mayor armaba la maleta a gran velocidad.

-¡En busca de la felicidad!- Sus hábiles manos introducían pieza por pieza, sin parar- ¡No me traiciones! Al viejo, ni una palabra – Advirtió.

-¡¿Te vas con ella?!- Dedujo con molestia- Esa mujer tiene dueño, carnal – Posó su mano con fuerza sobre el antebrazo de Abraham. La presión ejercida forzó la detención del ritual- No me obligues a golpearte...

-No serias capaz- Abraham le dedicó una intensa mirada a Hector -¡Suéltame, o no respondo!

-Sí cruzas el umbral de la puerta dejaremos de ser hermanos- Ya Hector había escogido un bando. Papa era la opción obvia.

-¡No te hagas el santo conmigo! – Se liberó de una sacudida -¡Quisieras ya ser como yo, y hacer lo que se te venga en ganas! – Cerró la cremallera de la maleta y levantó el bulto decidido- Ya me entenderás cuando te enamores ¡Adiós, hermano!...

Seis años después, Hector lo comprendía. Estaba enamorado y a punto de cometer una locura.

-Papa tiene razón, amar duele –terminó de colocar las balas-Las mujeres son la desgracia del hombre, pero yo no seré una víctima, como mi hermano, yo seré un cazador.

Sus magnéticos ojos azules se tiñeron de oscuridad...

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-Abrígate-La atropellada entrada de Karla en la habitación de Celeste la asustó. No entendía porque su amiga le lanzaba el abrigo sin explicarse primero.

-¿Qué te pasa? No quiero salir, estoy cansada- Levantó el abrigo y se lo tiró a Karla con el mismo ímpetu.

-No te estoy invitando a dar un paseo. Nos vamos de aquí- Le entregó la prenda de nuevo- Tú veras si te congelas o no- De la gaveta sacó unos guantes y una gorra - ¿Con esto será suficiente?

Celeste estaba contrariada. No era un juego vulgar, Karla estaba hablando en serio. Empezó a vestirse- Ganaste, ya me estoy poniendo la estúpida ropa...Más vale que me digas que te tiene tan asustada.

-El Santo lo sabe todo. Tú embarazo ya no es un secreto para nadie, pero el jura que tu hijo es un Restrepo, por lo tanto el fruto de su enemigo... ¡Quiere vengarse en ti!

-Estas divagando, hay gente en Italia pisándole los talones a la pista del patrón. Carlito y Mocho lo traerán...- Celeste no culminó su alocución, Karla la detuvo.

-Llevan más de veinticuatro horas sin reportarse. Si fueron atrapados van a prescindir de Simón Cazalis. Para los mejicanos somos lastre- La contundencia de Karla era un golpe seco- A Hector le importa poco acabar con ambas... Vístete- Le ordenó.

Celeste estaba quieta en el sitio. Su amiga estaba sufriendo, no lo decía, pero era natural que en su interior el llanto fuera amargo.

-No le pasó nada malo- La calmó- Carlito estará bien.

Karla no aguantó el deseo reprimido de llorar. Se abalanzó sobre Celeste- ¡Ojala, amiga!... ¡Tengo miedo!

Celeste no se lo dijo, pero también estaba asustada.


ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora