Capítulo 28 - La casa de Augusto Corona

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Capítulo 28

LA CASA DE AUGUSTO CORONA

La camioneta Blazer familiar, entraba en los inmensos jardines de la propiedad de los Corona certificando la estirpe de la que tanto hablaba Vicente en sus relatos. Diego trataba con vano esfuerzo de enmarcar hasta el más mínimo detalle del lugar mientras su vecino de asiento, en la parte trasera del auto, saboteaba sin saber su concentración.

-¡Vamos a comer parrilla con el abuelo! ¡Vamos a comer parrilla con el abuelo! - Gritaba emocionado Daniel.

-Daniel, deja de hacer ruido que molestas a Diego.- Regañaba con energía Evelyn a su hijo, desde el puesto del copiloto.

-Es solo un niño Sra. Evelyn...no pasa nada.-Pero el gesto consternado de Diego delataba el malestar que le causaba el sonido penetrante de la voz infantil.

Desde el espejo retrovisor la mirada inquisitiva de Braulio se hizo patente, junto a sus duras palabras-¡Daniel, te calmas ó te calmo!- Y de pronto el niño se congelaba en su lugar asignado, regresando al silencio tan deseado dentro del auto.

La Cena de la noche anterior estaba cargada de tensión en el ambiente. La noble pareja que se profesaba amor en un principio, culminó la velada con disimulada afinidad, haciendo alarde exagerado de buenos tratos, situación bastante conocida por Diego, que ya no creía en cuentos de camino.

Era obvio que algo había causado el cambio de humor de sus protectores, y como ya era costumbre, Diego no se quedaría en la absoluta oscuridad, haciéndose la vista gorda, profesando que todo estaba bien.

-¿Quiénes viven en esta casa?- Preguntó Diego, descendiendo del vehículo, con la atención fija en la enorme estructura.

-Es la casa de mis padres, el lugar donde crecí.- dijo despreocupado Braulio.

-¡Esto si es una mansión!- reconoció el rubicundo jovencito, sin pena alguna.

-Siempre consideré que era demasiado grande para un grupo familiar tan pequeño- y con semejante declaración del policía, no hubo necesidad de seguir indagando que se sentía haber crecido en la opulencia.

La mano de Evelyn detuvo el avance de Braulio, rezagándose ambos a distancia considerable de los pequeños.-Braulio, tengo miedo... nos descubrirán...-Susurró a su esposo.

-Evelyn, solo tú y yo sabemos el resultado de esos exámenes. No hay de que temer, no pienso confrontar a mi padre todavía.-La calmó con el suave roce de su palma sobre la mejilla de ella.

-¿Pero aun pretendes tomar una muestra de su sangre?-dijo aterrorizada.

-Estoy decidió a llegar hasta el final con este asunto.- Y continuó a paso firme en dirección a la puerta principal, donde los recibieron a brazos abiertos.

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Era la piscina, la escalera de caracol, el piso de mármol blanco, cada recoveco en si mismo, un recordatorio de su vida en la Villa Italiana. Detalles como la humedad del clima, le recalcaban las diferencias de su ubicación geográfica, el idioma, los temperamentos de la gente circundante, las pequeñas esquelas que dejó Diego en su mente para no olvidar que a pesar de las mentiras fue muy feliz en aquella casa frente al lago.

Al fondo del pasillo se veía la figura de un hombre grande y fuerte, con una estampa poderosa haciendo su entrada triunfal. Vestía casual e igualmente exudaba elegancia extrema, sin lugar a dudas el padre de Braulio. Sus enormes brazos extendidos rodearon a su hijo con pasión.

-Mi amado hijo, verte de nuevo en Bogotá me complace – Augusto Corona, no ocultaba su energía vital, cerró los ojos y besó la mejilla de su vástago.

En retribución Braulio fue afectuoso y receptivo, sin embargo una pequeña mueca en su rostro fue lo único que bastó para Diego sospechara.

-También estoy feliz de verla en casa, Evelyn – Le dijo el candidato a la joven con un tono de reproche endulzado.

-Gracias, Don Augusto. Sabe que mi agenda esta ocupada con el trabajo y los quehaceres del hogar.

-No tiene que explicarme nada jovencita, Ya le he dicho que puedo enviar una de nuestras sirvientas a su hogar, para que le ayuden con el oficio.- Era como la conversación de dos países en guerra fría.- ¿Y es que no soy digno de ser abrazado por mi nieto?- Se digirió a Daniel bajando la guardia.

El pequeño tomó impulso y corrió hacia su abuelo que lo alzó en volandas –Bendición abuelito...

-Dios te bendiga.- Pero la verdadera novedad de la velada era el invitado de cabello rubio, con cara de pocos amigos que estudiaba a cada uno de los presentes en ese espacio.- Tú debes ser el refugiado- declaró con soberbia.- ¿Cómo te llamas?

La insolencia de ese adjetivo caló en Diego. Ambas miradas chocaron con la intensidad de dos máquinas poderosas colisionando. – Mi nombre es Diego Bastidas. – Repartiendo en partes iguales su arrogancia.

La tarde transcurrió en franca calma con la carne asada en la parrilla, el sol dando calor al jardín colorido, entre canciones nostálgicas, y cuentos repetidos que se relataban una y otra vez, causando los mismos espasmos de emoción. Así como la tristeza salía a flote recordando la dramática muerte de la madre de Braulio a causa de un cáncer hacia apenas tres años atrás.

Braulio tenía razones de sobra para ser distante, estar afligido, contemplaba la abrumadora posibilidad de no ser hijo de Augusto, o bien descubrir que Vicente era el producto de una clandestina relación entre su famoso padre y la bailarina asiática. Se había trazado un objetivo y lo llevaría a cabo hasta sus últimas consecuencias. Veintiséis años de secretos era demasiado tiempo. No había manera de encarar a Vicente si no esclarecía el misterio de la tragedia de Ureña.

Consciente Braulio de su corta estancia en Bogotá, asumió el compromiso de conseguir una muestra de sangre del tercer eslabón, así tuviera que utilizar estrategias poco convencionales en el proceso.

-¿Por qué no jugamos una partida de futbol? – Invitó Braulio a su padre, mientras Evelyn estaba preparada para llevar la muestra a destino seguro.

-Hijo, yo ya no estoy para jueguitos de pelota en el jardín... de seguro ganarías – Augusto Corona, no estaba dispuesto a competir en una batalla perdida, su ego no le permitía arriesgarse a la humillación.

-Te ofrezco paridad. El pequeño Diego es una eminencia con el balón, si juega para ti ya no serias un equipo débil. En ese caso yo reclutaría a Daniel ¿Qué opinas? ¿Te animas?

Demasiada tentación. Augusto sopesó los pros y contras en silencio. El niño rubio era un altanero que lo retaba con mirada de odio. Pero ganar era su lema.

-De acuerdo hijo, pediré que monten la arquería en la cancha de tenis.

Minutos más tarde se concentraban la ambición y la ira en una cancha, con la disimulada excusa de un partido de futbol. Por un lado era Braulio, con su falta de tacto, lanzando balonazos a diestra y siniestra sobre la humanidad de su padre, que se resguardaba en la genialidad de Diego, un experto as del deporte acostumbrado a trabajar en equipo, y por el otro era Augusto un hombre que perdía con facilidad las líneas de horizonte en su sed de poder.

Augusto no supo en que momento aquel pelotazo golpeaba su mandíbula reventándole el labio superior. Diego se detuvo asustado, con el cuerpo tenso viendo como caía rápidamente al suelo el candidato colombiano.

-¡Sr. Braulio, esto no es una caimanera!- Reclamó el pequeño rubio. –mire como dejo a su padre...

Y era así de vulnerable que lo necesitaba. Tirado en el piso, a merced de sus prontas atenciones medicas.

-¡EVELYN!-Gritó a su esposa.- Ayúdame con papa.- y ella prontamente estuvo a su lado.

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora