Capítulo 52 - En el nombre del Padre

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Capítulo 52

EN EL NOMBRE DEL PADRE

A doscientos cincuenta kilómetros de Roma, se encontraba Nápoles, una pujante ciudad cimentada sobre tierra volcánica, tan pintoresca como las otras poblaciones italianas, y de gran florecimiento económico, gracias a su extravagante arquitectura, exquisita comida y riqueza histórica. Justo allí se estableció el Padre Andres, cuando fue llamado a ocupar un cargo importante fuera de su tierra natal, en el continente Americano.

En una ciudad que contaba con alrededor de 500 iglesias, era difícil definir el sitio preciso para realizar la obra de Dios.

Su trabajo social se hizo notable, sobre todo en los refugios infantiles, donde habitaban pequeñas almas carentes de afecto materno y paterno, dando forma a la estructura utilizada en albergues de Venezuela, en San Cristóbal, Mérida, y finalmente en la ciudad de Caracas, lugar donde ganó fama, que se extendió con rapidez.

Andres, un buen hombre de raíces humildes, ahora se codeaba con la gente de poder en su búsqueda insaciable de fondos para sostener la Casa Hogar que fundó con esfuerzo en Nápoles. Era conocido por ricos y pobres, con una voz que no pasaba desapercibida y que se extendía en un clamor que fácilmente era atendido con gusto.

Marco Benedetti se trasladó por vía aérea, en su helicóptero privado. No pidió cita, no avisó con tiempo, no hizo alarde de su presencia, en un sinfín de negaciones que no apaciguaron su ímpetu por accesar al Sacerdote venezolano que conoció en un evento benéfico. Confiaba en sus desinteresadas donaciones millonarias, como respaldo para ser recibido.

Tuvo que esperar en el jardín por largo rato, escuchar a un afinadísimo coro de voces blancas, y ver las prácticas de los niños entre risas desordenadas, controladas por monjitas de aspecto severo. A ratos se imaginó lidiando con uno solo de esos diablillos, ejecutando la función de padre que nunca quiso, a falta de una esposa que amar. Se distrajo con su imaginación sin notar que el sacerdote estaba justo a su lado, tocándole el hombro.

-Mi scusi signore, mi stai cercando?- Dijo Andres, con precaución. - Non ti ricordi di me? Nell'evento benefico ci siamo visti l'un l'altro- Recordó Marco, antes de proseguir en español. -Certo che me lo ricordo- Agregó Andres con un fuerte apreton de mano. -Hablo español, Padre, y necesito de su colaboración para una misión que se aleja en sumo grado de la Casa Hogar – Ahora su gesto era contradictorio. El galante italiano había cambiado de idioma con la misma rapidez que de semblante. -Si gustas hablamos en el despacho, lejos de otros oídos- Ofreció el Padre Andres, ya intrigado por la misteriosa actitud de su elegante benefactor. Adentro del despacho Marco se quitó el saco, carraspeando nervioso, como si lo que iba a pedir fuese un delito terrible. -Hijo puedo solicitar un vaso con agua para ti. Te noto tenso – Andres se disponía a salir del despacho cuando Marco lo detuvo. -No quiero agua...Por favor, quédese... - La mano de Marco sosteniendo el antebrazo de Andres fue suficiente. El Padre soltó el pomo de la puerta y regresó a su asiento.

-Te daré espacio para que organices tus ideas y encuentres la fuerza que necesitas en estos momentos... - El Padre Andres se sentó curioso. Su visitante era un millonario arrogante que acostumbraba llegar a las ceremonias siempre bien acompañado. Nada conocía del individuo en cuestión, y no tenía animo de indagar sobre ese superficial hombre de negocios, pero en sus dudas se filtraban sus miedos, esos instintos humanos que no ostentaba la elite - ¿Por qué me buscas, hijo? En Roma también hay sacerdotes – Liberó con audacia Andres.

-Usted es especial. No podía ser otro – sus ojos se posaron sobre el servidor de Dios con ávido interés.

-¿Imagino que es para una labor con infantes?

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora