Capítulo 49 - Remordimientos

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Capítulo 49

REMORDIMIENTOS

En su listado de deberes nunca estuvo planteado el liderazgo, Manuel, alias El Mocho, siempre lo tuvo claro como el cristal. Sin embargo ser la mente maestra del secuestro de La Joya lo había colocado en un sitial de honor, catapultándolo mágicamente a la cima de la cadena. Ahora tenía el protagonismo frente a Simón Cazalis.

Ser el favorito del Infierno tampoco era su más grande sueño, de haber tenido la opción de elegir hubiese sido menos ambicioso, en realidad, la sencillez de sus deseos iba en contra de la voluntad de su mentor. No había forma decente de pedir la libertad para ver una vez más a su amada familia... Y como si la vida le diera nuevas luces, los volvía a recordar.

Manuel no era un Rufina desalmado sin moral, era el resultado de las malas decisiones de un ingenuo soñador, obsesionado con darle calidad de vida a su mujer e hijos. Era el que se quedó en medio del fuego cruzado y perdió un dedo en la batalla. Gracias al exagerado sangrado del miembro perdido su grupo lo dejó a su suerte, para terminar pagando su condena y la de otros. Luego conocería al Infierno en persona...

Eso tampoco era casualidad.

En la cárcel había ganado fama de cumplidor, el hombre orquesta, el que todo lo hacía bien. Manuel era un buen soldado, una virtud invaluable en la guerra que solo un líder podía reconocer. Ya con su verdadero nombre como un extraño eco en la oscuridad, El Mocho entendió que esa era la estrategia para sobrevivir, Adaptarse, ser uno más, y sobre todo destacar.

Aquella invitación de escape fue su salvoconducto, a fuerza de aceptar que Manuel había quedado sepultado entre los escombros de la Cárcel de Yare, tras el fatídico incendio. Pero ver a la indefensa chica de cabello dorado y mirada de ángel le removió la conciencia, le recordaba su lado humano, haciendo de sus tareas diarias pequeñas torturas.

Carlito entró sin avisar a la improvisada cocina y observó al moreno meditando en silencio. Tan concentrado estaba que ignoró su ingreso en la estancia. Su gesto lejano era solemne, sin ápices de chiste.

-Te pago mil Euros si me cuentas en que piensas- Arrojó osadamente el curioso chico.

Mocho le escuchó sin afán y soltó una risa hueca – No lo entenderías ni contándolo de gratis.

El comentario provocó una déspota actitud de desprecio - ¡¿Qué pasa Mocho, te crees mejor que todos porque tuviste un segundo de iluminación?! – Carlito, le pasó por un lado y agarró una manzana que mordió con furia.

-Ya olvidé el asunto, hagan ustedes lo mismo – Olvidar era sencillo...el problema era recordar...

Contempló a su compañero disfrutar de su merienda. Al igual que a él, a Carlito se le asignó la aburrida tarea de vigilar a una de esas mujeres, no obstante el joven no se quejaba.

Mocho se colocó al lado de Carlito, y le preguntó sin disimular su malestar - ¿Qué pasará con ellas?

-No lo sé, Mocho – volvió a probar la fruta y se sumergió en un instante de análisis que duró poco – ellas son bajas colaterales, no es problema nuestro lo que les suceda.

-Pero a ti te gustó la morena – afirmó Mocho, como avivando la llama.

-A mí me gustan muchas cosas, Negro, no me aferro – Era evidente que tenían posturas diferentes.

-Son gente inocente...hemos matado a lacras como nosotros, no a mujeres indefensas... - Carlito le interrumpió a media frase.

-Eso no lo sabemos. Según Infierno, fueron prostitutas – Le miró confiado y agregó – No las hemos tocado así que si en el futuro les pasan factura por sus pecados nosotros nos lavamos las manos, y punto.

A mocho le sobrevino la culpa – La rubia está asustada. Cuando me mira con esos ojos transparentes me siento juzgado por el mismísimo Dios...prefiero lidiar con un asesino serial que tener a mi cargo a esa muchachita frágil...

-Eres débil, Negro. Cuéntale a Simón lo que te pasa, así pondrá a otro en tu lugar – Carlito le palmeó la espalda conciliador.

-No lo hare. Es una chica muy bella y en manos de Elías, Grillo o Chino estaría en peligro.

-Elías no es un problema, jamás la tocaría – Vio como el Mocho arrugaba la sien sin comprender su explicación – Era la mujer de Gerson Camacho, su enemigo ¿Conoces la historia?

Ahora el negro se rascaba la incipiente barba con curiosidad extrema – No, pero por lo visto tu si ¿Por qué?

-En la cárcel fui compañero de celda de Gerson – Suspiró con fastidió. Prosiguió – Le escuché hablar de ella mil veces, nada bueno por cierto. Ya la conocía, la había visto en varias fotos junto a su hijo... - Los ojos de Mocho se agrandaron.

-¡¿Hijo?!...- Se notaba el asombro del moreno.

-Sí, un hijo que tuvo con Gerson, y que ahora debe tener unos doce años, supongo. Muy parecido físicamente a su padre... el asunto, querido Mocho, es que fue ella la que en un arrebato de defensa personal le quitó el ojo al catire. Entonces, eso de que es frágil e inocente no es verdad. Yo que tú me cuidaría, no vaya ser que dejes un cubierto mal parado y la débil chica se arme hasta los dientes.

-Te haré caso – Admitió Mocho, no muy convencido – Por favor no le cuentes al resto que tuve dudas.

-Todos la tenemos, Mocho, cada uno tiene en su interior un pequeño infierno represado. Valora tus logro ¡Estamos en Italia, hermano! ¿Cuándo en tu vida imaginaste senda realidad?- El consuelo de Carlito era irónico, el Mocho sonrió por inercia.

-Nunca, Carlito, nunca. Aunque no conozco una mierda del país, y lo único que hemos hecho es matar y destruir... nunca...

Ambos se quedaron en silencio, perdieron la sonrisa y guardaron un minuto de respeto, honrando a sus víctimas


ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora