Capítulo 63- Un nuevo escondite

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Capítulo 63

UN NUEVO ESCONDITE

Los ojos color miel de Carlito se paseaban lascivamente sobre las curvas de Karla, inspeccionándola en silencio, figurando en su mente como serian esos muslos sin la tela cubriendo la piel. En ese incomodo camión la distancia que los separaba era poca. El movimiento de los baches en la carretera arruinaba el ritual sin duda alguna. Lo que no se interrumpía era la química que existía entre ambos. Por más indiferente que quisiera parecer, Karla sentía un fuego abrazador quemándole las entrañas cada vez que ese insolente chico con cara de ángel la miraba de esa forma tan personal e íntima, sin comentarios sucios, sin roce vulgar, sin la mínima intención de violar la privacidad que le imprimía su rechazo, solo la detallada incursión de unos hermosos ojos claros sobre su humanidad, derribando con una sonrisa traviesa todos los muros que ella había construido.

-¿Y tú que tanto me miras? – dijo, por fin, después de varias horas a su merced.

-Los ojos se hicieron para ver, y eso es lo que hago...ver – Carlito se sonrió porque en el fondo sabía que estaban compartiendo algo más que el viaje en el mismo transporte.

-¡Igualado! – Fue la reacción de Karla, que prefirió desviar su atención que enfrentar a su adversario.

Elías, por su parte jugaba con la navaja en la mano, haciendo su acostumbrado movimiento con la hojilla, rozándola con la yema de los dedos, como si disfrutara de la noción del peligro, viendo la escena romántica que se ejecutaba frente a él. Compartió una expresión cómplice con el Chino, sin dejar su aterrador juego. Entre ellos la alianza se hizo fuerte, no confiaban en Manuel, y viendo el intercambio de feromonas entre Karla y Carlitos, tampoco confiaban en este último.

-¿Falta mucho para llegar? Empiezo a marearme – La cara descompuesta de Manuel reveló que estaba a punto de vomitar.

-Estamos subiendo unos cuantos metros, a esta altura algunas personas sufren problemas por no adaptarse al cambio de presión – Chino era inteligente de varias formas. Su problema no fueron sus notas, sino sus gustos por los negocios ilegales.

-¿Y a donde carajos vamos? – A Grillo también le estaba afectando el recorrido.

-Hacia las montañas. Atravesamos la frontera italiana y nos escondemos en alguna parte de Suiza. El jefe no deja de sorprenderme, siempre tiene un haz bajo la manga – Era notoria la admiración de Elías por Simón Cazalis y su capacidad de salir bien librado de los largos brazos de la ley.

-¿Alguien sabe si atraparon a los mejicanos? – Preguntó, algo perdido, Carlito – Es que pasar de un helicóptero a un camión, de camino a otro país, me tiene el cerebro hecho una mierda.

Manuel, que apretaba los ojos para no ver el movimiento a su alrededor se tomó el tiempo para contestar – Son los mejicanos los que cuadraron que pasáramos la frontera sin ser detenidos. Nos vamos a reunir con el Mazo en las montañas ¡Simón debería ir en la cava con nosotros para saber lo que se siente viajar como un costal de papas!

-El jefe viaja con estilo, en la cabina con el chofer... y bueno – miró malicioso a Manuel – Con su nueva hembrita, porque le está dando un trato preferencial al tenerla con el allá adelante- Las palabras de Elías fueron mordaces, con toda la mala intención de remover emociones en su compañero de asiento.

-La chica está enferma, es mejor que valla en la cabina con Simón – Suavizo Manuel, sin perder de vista el lenguaje corporal de Elías.

-No será la única enferma. Pide al jefe que detenga el camión. Quiero vomitar – La faz de Grillo lucía un extraño color verdoso.

-Saca una bolsa y entierra la cabeza adentro, nadie va a parar, ni por ti, ni por mí, ni por nadie- Expresó con amargura Elías, sin quitarle la vista de encima al moreno.

En silencio, Karla vio la rivalidad de los grupos enfrentados, los pequeños bandos que se formaron a expensas del Infierno. Su mirada se paseó discretamente a los labios de Carlito, que también la miraba de reojo.

-¿Te sientes bien? – Le preguntó el joven con un tono calmado, edulcorado por la atracción que experimentaba.

-Soy una mujer fuerte, no me afectan las alturas – Su altanería era virtuosa. Karla venia de la calle, su mundo se construyó alrededor de patanes como los que tenia de lado y lado. Podía ser igualmente dulce si se lo proponía, pero estar de rehén la mantenía alerta, a la defensiva.

-¿Y tú? ¿No te pega la altura? – Ese interés no fue premeditado, salió del fondo de su corazón.

-Me están pegando...otras cosas... - El grupo enteró fijó su vista sobre Carlito. Mucho de sus sentimientos estaban por ser expuestos – Como el hambre que tengo, que es mundial.

El ambiente se relajó. Varias carcajadas sonaron en el diminuto cajón. Karla sabía a qué otras cosas se referían, no era de su estómago que estaba hablando.

En la inquieta mente de Carlito se formaba la frase completa, "Me está pegando un sustico en el corazón, porque verte me vuelve loco y no puedo hacer nada al respecto".

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora