Capítulo 36 - El secreto de Evelyn

6 2 0
                                    


Capítulo 36

EL SECRETO DE EVELYN

Desde Bogotá una aguerrida dama realizaba mil labores compensando su inmensa ansiedad. En el itinerario estaba escrito que debía retirar los exámenes, con un viejo camarada de su esposo en la fuerza policial colombiana.

Cuando tuvo el papel entre sus manos no aguantó la curiosidad y lo abrió en soledad, sentada en el frio banco de una plaza del centro.

-¡Santa madre de Dios!- Exclamó sorprendida - ¿Y yo como le doy esta noticia a Braulio?

Sus manos temblorosas doblaron nuevamente la hoja, introduciéndola en la cartera.

De regreso en casa había dos niños muy activos que imploraban atención de una figura adulta. Uno ingenuo, sonriente, demasiado joven para entender el peligro, otro precoz, sigiloso, con una experiencia desmedida, que lo había transformado en un pequeño lince adolescente. Diego vio la incertidumbre de su cuidadora apenas cruzó el umbral de la puerta principal.

-¿Qué le pasa a tú mama? – Preguntó siguiéndola con la mirada fija en cada movimiento.

-Nada, ella siempre viene muy cansada...- ese cuento calaba de maravilla en un chiquillo de cinco años, no en uno de once.

Quizás era la desinformación en la que estaba sumido, o el rastro incipiente que dejaban los adultos mentirosos, pero el niño rubio tenía una nueva meta en su cabeza, descubrir que estaba ocultando.

-Sra. Evelyn, le puedo ayudar con las labores de la casa si gusta.- Se ofreció con sencillez.

-No hace falta, Diego. Tengo una señora que viene dos veces por semana y hace la limpieza profunda. – Evelyn recogió con desgano los platos de la cena. Lavó de forma mecánica, culminó rápido y se despidió – Si me disculpan me acostare temprano.

Evelyn se encerró en su habitación y Diego en su ardua tarea de investigador. Sus oídos se pegaron con fuerza a la madera hueca de la puerta para escuchar la intima conversación nocturna que le daría las preciadas luces de claridad en el predicamento de su oscuridad.

-¿Qué haces? – Escuchó por detrás a Daniel, que había demostrado con ferocidad cuan persistente llegaba a ser.

-¡Dios! ¡Me has pegado un susto!-Bramó en las tinieblas del pasillo.

-A mi mama no le gustaría saber que estas espiándola.

-¡¿Espiando, yo?! ¡Qué va!- Diego se defendió con gallardía de la subliminal amenaza de ese diminuto demonio de cabello oscuro.

-¿Y entonces, que hacías? – De nuevo esa odiosa pregunta difícil de contestar.

-Trato de averiguar cuando me vienen a buscar- Eso también era verdad.

Daniel, era inteligente, supo que tenía que ayudarlo.-Mi mama tiene un librito en el que escribe todo lo que hace. Yo sé donde lo guarda.

-No te metas en problemas por mí, Daniel – Pero ya era tarde, porque esa también era la nueva misión del pequeño diablillo.

-No es ningún problema, a veces lo reviso buscando la palabra paseo o fiesta... – Era su corto entendimiento, dentro de las necesidades de su infantil mundo.

-Ingenioso. Pero en verdad yo no tengo palabras clave, tengo que leer en profundidad para saber qué es lo que me interesa.

-Bueno, yo te lo busco y tú te lo lees. ¿Estamos? – Su pequeña palma estirada en dirección a Diego era la confirmación de que se estaba cerrando un trato.

-Estamos.- Estrechar la mano de su colaborador más joven, irónicamente, su única carta bajó la manga.

Los niños se retiraron de la puerta, sin embargo Evelyn estaba a un repique de la inevitable verdad...

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora