Capítulo 158 - Arma de doble filo

6 0 0
                                    


Capítulo 158

ARMA DE DOBLE FILO

La clínica se transformó en un hervidero de autoridades hambrientas buscando al culpable del desfallecimiento del supremo líder. Extrañamente, ninguno de los cuatro escoltas declaró en contra de Vicente, ninguno delató a su jefe; sobretodo, ninguno confesó haber escuchado claramente cuando el muchacho gritó, a viva voz, "papa", segundos antes de pedir a su pareja que viniera a ayudarle. A los presidentes infieles que visitaban a sus hijos naturales les guardaban respeto. Otra ironía.

El medico dio el diagnóstico rápido, una obstrucción arterial que desembocó en un infarto al miocardio. No estaba muerto, pero los largos segundos sin suministro de oxígeno en los músculos del corazón le cobraron su cuenta. El mandatario estaba en estado de coma. Su recuperación total era incierta.

Qué curioso, ha Vicente no lo mató una bala en el cerebro, pero a su padre la culpa lo estaba fulminando. El destino era un titiritero cruel, reflexionó Vicente, con un cigarrillo en la comisura labial, en las áreas externas de la clínica. A su lado, Braulio permanecía callado, compungido. Como el buen hijo que era, deseó no haberle causado aquella angustia a su padre, que degeneró en una afección cardiaca. No era buen momento para interrogar a su hermano, ya las autoridades se habían encargado de atosigarlo con preguntas incisivas y maliciosas. Aunque no lo decía, era notorio que Vicente estaba afectado.

-No me contó su verdad – Liberó Vicente, después de una calada – No le dio tiempo...

Braulio suspiró con resignación – Era inocente – Certificó – Debes saberlo, por si muere.

-Por mi mente pasaron malos pensamientos. Mi misión no era acusarlo – Confesó el venezolano arrojando el filtro al piso – pero si hubiese admitido la culpa...- Al reconocer su deseo interno, renegó – Reté a mi destino y Dios me castigó la desobediencia.

-Ambos sabemos que papa no era un santo. Fue infiel, vanidoso, soberbio, mintió al estado y hundió a su hermano para no admitir sus errores, escaló posición trepando sobre la cabeza de sus enemigos. No tienes idea de lo pecador que es – Reconoció Braulio – Aun así lo amo. Es el único de mis padres que sobrevive. No debería estar en una cama de hospital, él nació para gobernar, y si muere en el comienzo de su gestión, será el máximo castigo al Hacedor de Milagros. La verdad resultó un arma de doble filo.

-Lo que ocurra será un misterio, pero nunca debes asumir que fue nuestra culpa – Le calmó Vicente.

-¿Presumes que es cosa del destino? –Espetó Braulio, aun resistente a los designios sobrenaturales.

-No lo presumo, lo afirmo. Cuando tú padre se desplomó frente a mí, me sentí culpable de su desgracia. Yo lo estaba presionando para que me contara la historia completa. Le dije que era igual a ti, que ninguno me daba la cara. En realidad no era el momento ni el lugar, mi alma estaba llena de ira, estaba convencido de hacerlo pagar...

>>Los caminos de Dios son misteriosos, el mismo se está encargando de cobrar las cuentas pendientes. Nadie se manchara las manos de sangre por las victimas de Ureña, los culpables caerán por su propia cuenta – La reflexión de Vicente fue cruda, poética. A Braulio se le estremeció la piel ¿Cómo debatir aquella verdad?

A lo lejos, venía Celeste con Diego a su lado, y el pequeño Jose Andres adentro del coche. Ellos eran la verdad de Vicente, su familia real. El futuro. ¿Cómo es que no analizaban la cuestión? A Diego también le tocaría defender su fe, sin imaginar siquiera que estaba comprometido su porvenir, el éxito o el fracaso, todo condensado en un extraño maleficio. Braulio suprimió su deseo de intervenir por respeto a su hermano. Colombia no estaba siendo el paraíso prometido, y si la pareja continuaba siendo víctima de las circunstancias terminarían por ceder a la presión. Se marcharían irremediablemente.

¿Era eso? "La verdad no siempre nos hará libres", decía una cita del diario de su padre. Entonces, por fin, el hijo lo comprendió, aquello que te libera, en ocasione, también es lo que te mata. La verdad era un arma de doble filo...

___

Reordenando su solitario mundo, Marco se fue al salón principal, y miró por largo rato el enorme cuadro que su padre puso en la estancia sin mediar razones. Durante años el enigmático lienzo de formas difusas era una pieza de fascinación constante entre los visitantes que intrigados exponían sus críticas al difunto autor.

Cuanta historia ajena guardaba el trabajo de Elena Chang. La historia de Vicente, el fruto de un amor inconcluso. La historia de dos personas que se encontraron tarde, que se atraían, que estaban destinadas a afectar significativamente la vida del otro. Augusto Corona era ese cuadro. Elena, era ese retrato abstracto. De ninguna forma le pertenecía a Marco, solo era el portador itinerante de un activo extraño.

-¿Qué tal si comienzo por desprenderme de la carga adicional? – Se dijo asimismo con los brazos cruzados – El lugar correcto de una herencia es pasar de padres a hijos, en este caso a Vicente.

Pero todo acto espontaneo tenía una consecuencia adicional no calculada. Delatar su relación con los acontecimientos de Nápoles, admitir que él era la tercera pieza del rompecabezas, el colaborador anónimo. No, no con Vicente. Su confianza en el muchacho huérfano era limitada, en cierta forma nula, después de todo, era Vicente Angarita el antiguo prometido de Gulliana Santamaría, su amor platónico.

-Pero Braulio es distinto – Sonrió – a él ya le confesé toda la verdad. De él no tengo que temer- Tras el reconocimiento de un nuevo amigo, quizás el único, exceptuando a su fiel guardaespaldas Rocco y al Potrillo, ese indio malicioso que era capaz de morir como un perro por su amo, no tenía a nadie, absolutamente nadie de su entera confianza.

Algunas verdades eran amargas. Haber sido el hijo de un capo lo retrajo al extremo. Marco Benedetti no era un millonario excéntrico de místicos gustos, que se atrincheraba de la sociedad italiana por fobias sociales, era el resultado de los cuidados extremos, de la violencia enmascarada, de ver como a su padre lo mataron en un avión que explotó a medio vuelo, y que las autoridades encargadas se hicieron la vista gorda a lo elemental y obvio, fue un atentado exitoso entre bandas rivales con un perdedor indiscutible. Su padre.

Sus instintos obraron por él. Llamó a Braulio en el acto.

-Tengo un regalo muy especial para tú hermano, justo en medio de la sala... ¿Se te ocurre una manera discreta de enviarlo sin que se vincule mi nombre? – Al otro lado de la línea, desde Colombia, más que un nuevo amigo, otra pieza del rompecabezas, le contestaba.

-Me lo harás llegar a mí directamente. No hace falta involucrarte. Yo sabré en que momento exacto le daré el presente...

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora