Capítulo 50 - Los mexicanos

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Capítulo 50

LOS MEXICANOS

Mejor conocido como "El Mazo Fernandez", el mexicano, de grueso bigote oscuro, caminaba confiado al encuentro de un temido terrorista, con un sequito ligeramente rezagado haciendo un escaneo exhaustivo de la zona. No eran sus territorios habituales, ni tena fuerte contacto con la mafia local, su poder no abrazaba la bota italiana como lo había conseguido su rival colombiano, El Patrón.

Todo riesgo valía la pena si vengaba la muerte de su hijo, el menor de cinco varones.

Ya le había advertido que ser guapo no lo blindaba del peligro, que tenía que escoger con sabiduría a la mujer de sus sueños. Fijarse en la esposa de Carlos Ignacio Restrepo fue una pésima elección. "Abraham, si Carlos se entera que pretendes a su mujer, conocerás la furia del Patrón", dijo Fernandez cuando descubrió las andanzas de charro picaflor. "Padre, no es un capricho. Yo amo a esa mujer", replicó decidido el joven, sin sospechar que su destino había sido sellado con esa declaración.

El mismo día que Carlos Ignacio cumplía cuarenta años, horas antes de su fastuosa celebración, El Patrón eliminaba al inmaduro mexicano, descuartizándolo sin piedad. Desde que El Mazo Fernandez halló los restos y supo el triste final de su heredero juró venganza.

Por fin eran oídas sus suplicas. No fue Dios quien atendió al llamado, era El Infierno, representado en Simón Cazalis. Y gustosos pactaron. Ahora el jefe del cartel mexicano vino con sus hijos para saldar viejas deudas pendientes en tierras italianas, reuniéndose con su cómplice en un punto histórico y muy transitado de la capital. No era difícil reconocer a Simón, tenía cabello canoso, tatuajes múltiples distribuidos en los nudillos de las manos, aspecto prolijo, incluso seductor, y una inquietante calma, característica inalterable de su pasmosa personalidad. Nunca se pensaría que este reposado ser tuviera en su haber a cientos de vidas perdidas por su causa.

-Es él – Dijo un joven de cabello oscuro al oído de Fernandez.

-Gracias, hijo – respondió el sagaz hombre después de visualizar a su objetivo, fumando un cigarrillo mientras se tomaba un café sentado en una mesa al aire libre.

-No te fíes padre, este tipo es peligroso- agregó el mismo muchacho, sin quitarle la vista de encima.

-Yo también lo soy, mi chamaco – resolvió sin detener sus pasos.

El joven llegó antes que su padre y organizó una descomunal fiesta para el escuadrón. Participó de forma discreta, viendo como los venezolanos devoraban a las féminas que les llevaron. Se había sumergido en ese oscuro mundo de delincuentes prófugos preparando el camino de los que vendrían después de él. Le decían "El Santo", pero su nombre era Hector. Tal como su apodo parecía una creación divina, esculpida en el cielo. Si su adversario medía su poder por la garra de su estampa seria subestimado, se veía angelical no maquiavélico, pero como cualquier Fernandez había sido entrenado para matar y no dudaría en hacerlo si era necesario.

Ya estaban las potencias enfrentadas. Simón sonrió al mexicano sin abandonar la comodidad de su asiento – No se siente. Vea el auto en el que me iré, luego sígalo guardando una discreta distancia. Lo llevaré ante La Joya, tal como pidió. Por medio de ella atraparemos al Patron...

 Por medio de ella atraparemos al Patron

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ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora