Capítulo 159 - Nadie escapa a su destino

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Capítulo 159

NADIE ESCAPA A SU DESTINO

Era Augusto Corona un poco más viejo que Vicente ahora cuando conoció a Elena Chang, en una exposición de arte hace veintisiete años. Lugar en que se inició la llama que tiempo después causó la explosión. Esa fue la corta descripción de las emociones de dos extraños que no debieron coincidir ni en gustos ni en nada, pero lo hicieron. Él hijo prodigo del político honesto que se pasó al lado oscuro por una suerte de ambición callada y oscura, y que por distintas circunstancias fue envolviéndose en su propia telaraña hasta quedar atado de por vida a sus mentiras. Era el tiempo de Dios perfecto, y perfecta era la justicia divina que desarrolló el juicio final sin complicarle la existencia a su descendencia. Vicente aun no lo sabía, sin embargo esa historia estaba signada desde el principio a tan fatídico desenlace, así como su éxito sobre la maldad, pasando eximido la prueba de fuego que lo libraría de ser vencido por su propia oscuridad. Estaba destinado a vencer cualquier obstáculo y alcanzar la felicidad que sus padres no tuvieron.

El castigo de Augusto era no pasar a la eternidad todavía, mantenerse preso de su propia humanidad maldita, al menos mientras su corazón se sanaba, no del infarto sino de la vanidad y la egolatría, de sus sentimientos viles. El mayor castigo era no gozar del éxito, ser el presidente que no pudo gobernar. Ser el padre cautivo, inamovible, indefenso entre la jauría de fieras que aspiraban el poder que una vez obtuvo.

Ricardo Arenas fue el primero en acudir al llamado. Con su esposa estuvo en la visita, sonriendo, lamentándose, a los ojos del mundo, de las desgracias del nuevo mandatario, todo para ocultar su algarabía interna. Su gran enemigo había caído, ya no tendría que recurrir a terceros para causarle daño. Sus manos no se mancharían de culpa. Desde otra perspectiva, un viejo amigo de leyes vino de lejos, con dolor sincero, alguien que se alejó para no traicionar su confianza. Eleazar Pinzón, radicado en España, hizo el viaje con la única finalidad de mostrar empatía por el suegro de su hija. El tiempo transcurrido no hizo meya en su honesta imagen de seguidor de las leyes, las reales, no las que se acoplaban a los intereses partidarios de un pequeño grupo. Todas esas caras circundaban las páginas de un diario secreto. El testimonio de la obra y gracia de Augusto Corona, un hombre que vivió al límite de su resistencia, entre la espada y la pared.

La sorpresa de la nación fue que su magno presidente seria destituido, por incapacidad jurídica para ejecutar la labor que le asignaran. Ya el tiempo transcurrido lo demandaba. Braulio no objetó la decisión del senado. La salud y tranquilidad de su padre era lo principal.

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Tras un tiempo prudencial de investigación veraz, las aguas volvieron a la calma. El otrora presidente habitaba en un centro médico bajo el estricto cuidado de un equipo de enfermeras y doctores que apostaban por su pronta recuperación. La realidad era que Augusto estaba en el mismo estado de inercia que una vez su hijo natural. Su falta de respuesta a los tratamientos debilitó el interés inicial de los galenos, pero sus descendientes fueron consistentes en mantener el esmero en su control. De ese hijo bastardo si recibió visitas, Porque Vicente, como buen sobreviviente al estado de coma, mantenía la fe. En contraste, Braulio sospechaba que su padre estaría postrado hasta que su corazón por agotamiento se detuviera, obstinado de luchar contra su triste destino.

Cada cual volvió a su actividad habitual, concretando los proyectos que se plantearon. Vicente, como el empresario automotriz que era, Braulio, como el funcionario eficiente, del que su país no pretendía desprenderse. El estado le procuró un puesto sustancioso desde donde su alcance a los narcotraficantes se extendía, dando paso a una era de prosperidad social. Ya no habría éxodo. La familia se integraba.

En cuanto a Celeste, retomar los preparativos de una boda truncada fue la resurrección de la pasión entre los antiguos amantes. Esta vez contaba con tiempo, con fondos y con la atención total del novio. Esta vez ellos eran los protagonistas de su propia historia, no se centrarían en complacer a terceros. No tendrían el susto de ser acosados por un asesino serial, o un obsesivo mafioso vigilándole los pasos. Todo se refería a su amor, a su pequeña familia de cuatro...

Esta vez, su destino era estar juntos...


ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora