Capítulo 46 - Auxilio

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Capítulo 46

AUXILIO

El Potrillo apenas se estaba acostumbrando al nuevo escondite cuando vio la llamada entrante de Marco en su teléfono móvil.

"Acabamos de hablar...muy extraño", pensó, atendiendo al repique.

Del otro lado de la línea se podía escuchar, entrecortado, el tenue sonido de una conversación, con las voces reconocibles de Carlos Ignacio y Marco.

Dialogo que duró poco, y que afirmaba lo que el Potrillo ya conocía a fondo.

-Así que el italiano fue a comprobar mi teoría, sin sospechar que ese demente no control la ira -Sin tiempo que perder, el diminuto hombre corrió por el pasillo hasta acceder a la habitación donde Carlos tenia sometido a Marco Benedetti, con el arma que ultrajó del saco de su anfitrión.

El Potrillo entró apuntando a Carlos en medio de la sien - ¡Deja al italiano en paz, Gersón Camacho!

-¡Te veo hasta en la sopa, viejo! ¡Déjame ir o mato a tu amigo! –Advirtió sin compasión.

-Adelante, asesina al hombre que te oculta, y destruye la ruta de escape. En la cámara de circuito cerrado te verán perpetrando el crimen, entonces ingresaran para matarte sin piedad.

Marco escuchaba con el cañón del revolver apuntando a su cabeza, y las manos de Carlos aprisionando las de él con una impresionante fuerza. – ¡Dispara Potrillo, no te preocupes por mí!

-¡No diga estupideces, usted es nuestro protector! – Alegaba el indio con franqueza.

-¡Anda "Potrillo", mata a tu jefe!...- retó Gerson, malicioso.

Lo que ninguno sabia es que, en casos extremos, la habitación tenía un sistema de alarma que se activaba apagando súbitamente las luces y despidiendo gases lacrimógenos en el interior de la cabina. Era Marco un ser precavido, y había contratado a un equipo encargado de encender los programas adecuados, como lo requería esa situación.

El cuarto se transformó de pronto en un agujero negro de gases tóxicos.

-¡¿Qué esta pasando?! – Dijo El Potrillo aterrorizado, mientras luchaba por no aspirar el toxico humo.

Carlos, o más bien Gerson, liberó a Marco, conmocionado por la repentina oscuridad. Este reflejo fue aprovechado por Marco para aplicar una palanca contra las piernas del intruso derribándolo en el suelo. – Ya viene la ayuda. No se asuste Potrillo. – Y desafiando toda norma le asestó un golpe al Patrón que le dejó inconsciente.

De la nada, un grupo armado entraba en el área restringida con bombas de oxigeno y aseguraba el perímetro, evitando que cualquiera se escapara.

Marco se tocaba las muñecas y comprobaba que no hubiera causado heridas el forcejeo, rodeado por su equipo que lo interrogaba en italiano, verificando su estado. En un rincón, el hermético indio se pegaba a la pared, sorprendido por la cercanía de la muerte, el alma de Gerson lo había retado, pedía a gritos un balazo, matarlo era vengar su propia muerte. Era su objetivo causarle aflicción al gran Patrón.

Marco se acercó al meditabundo hombre, conmocionado también por la intensidad de los hechos. Se colocó a su lado en silencio, sin decir palabra.

-¿Ahora si me cree? – Volvió a preguntar el Potrillo.

-Si – Dijo en susurro Marco.

-Necesitamos a un cura – Reconoció el Potrillo sin fijar la mirada en su interlocutor.

-Se quien nos puede ayudar – Ambos se miraron.

Por primera vez iban en la misma sintonía.


ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora