Capítulo 57 - La posesión

8 0 0
                                    

Capítulo 57

LA POSESION

El aire escaso de la calurosa habitación quemaba en los pulmones, haciendo de respirar una tarea ardua y difícil. La iluminación estaba bien, no existían rincones hundidos en las tinieblas. Andres dio un paso hacia adelante superando el límite de la entrada. El cuerpo de Carlos estaba quieto, sumido en un cálido sueño, con la caja torácica haciendo el único movimiento contundente, una inhalación, una exhalación.

-¿Este es el cuerpo poseído? Porque se ve sano – La mirada cautiva de Andres se desvió unos segundos a Marco, que estaba detrás.

-No se comporta de forma coherente cuando está despierto -El italiano había entrado también, con sus reservas, sin despegarse del marco de la puerta.

-El tipito sale a relucir de manera inesperada. Es un animal traicionero – El Potrillo, que ya estaba al pie de la cama, lo tocaba a propósito. Disimulaba el miedo o simplemente ya era etapa superada.

-No te acerques tanto, Potrillo, recuerda lo que pasó la última vez – El italiano caminó en reversa, con expresión asustada.

La curiosidad de Andres le hizo preguntar algo inseguro - ¿Qué pasó la última vez? – A lo que ambos hombres reaccionaron mirándose entre sí.

-Intentó matarme – Marco fue cauteloso en su suave alocución. El Sacerdote con gesto incomodo se persignó- Gerson Camacho no conoce límites. Carlos lo rebanó como un fiambre de carnicería, pieza por pieza, delante de La Joya...Fue una muerte horrible...Si antes era un triste juguete endemoniado por el odio, ahora es el discípulo perfecto del diablo. Traspasó el umbral de la vida y la muerte y se debate entre dos mundos. Es la peor versión de sí mismo.

Marco hablaba con calma y Andres le escuchaba tragando seco. El indio se pronunció asintiendo a la narración de los hechos – Dijo que nos matara y luego al Patrón ¿Pero que nos asegura que la muerte del jefe sea el fin de este bicho? Usted es nuestro ángel caído del cielo- Que ese ser tenebroso depositara su fe en el Padre Andres era muestra palpable de la desesperación colectiva – Y para colmo los mejicanos le están siguiendo la pista al Patrón...

-No deben saber lo que está ocurriendo...Nadie...- Marco hizo un gesto y abandonaron el recinto.

-¿Sus gorilas son confiables?- Andres, tenía un buen punto.

-Lo son, sin embargo los tengo amenazados. Si rueda la cabeza de Carlos, rueda la de sus familias – Cada frase era una ola de violencia enmascarada. El sacerdote tomó conciencia del riesgo – Lamento informarle que será mi huésped por unos cuantos días – El cambio de tema agarró desprevenido al sacerdote.

-¿Qué?...

-Lo que oye curita, se quedara con nosotros. Así no se le suelta la lengua – El Potrillo era menos moderado.

El cambio de planes no estaba previsto, ni la compañía toxica de esos dos individuos de moral dudosa – Quiero entrar de nuevo – solicitó más resuelto que en la primera ocasión.

-Lo hará solo. No nos arriesgaremos a otro ataque de ese loco – vociferó molesto el Potrillo.

-Lo veremos desde la cámara. Tal vez reaccione sin nosotros cerca – Aportó Marco, complacido con el buen ánimo del cura.

Andres miró unas cuantas veces hacia atrás antes de avanzar al interior del terrorífico cuarto. Nuevamente se enfrentó al peligro desde el primer plano. El cuerpo del Patrón se giró lento, presintiendo compañía. La mirada confusa chocando con la del sacerdote que respiraba acompasado. No era una escena surrealista, donde la victima lucía sus laceraciones sin dolor aparente, de su garganta no salió un sonido gutural, ni utilizó poderes sobrenaturales para inmovilizarlo en un rincón. Eran dos extraños analizándose en silencio.

Carlos era Carlos. Se incorporó en la cama, quejándose de algunos dolores musculares. Giró su cabeza, devolviéndole la movilidad a su maltrecho cuerpo. Y como pudo formuló la pregunta de rigor -¿Quién es usted y que hace en esta habitación?

Para ser un cuerpo poseído se veía demasiado normal – Vine a ayudarte, hijo. Me dijeron que tu alma busca consuelo en la palabra de Dios – La respuesta fue una expresión incrédula, de ceño fruncido.

-¿Dónde me encuentro?- Era evidente que los últimos acontecimientos no fueron registrados por su mente - ¿Y quién le dijo esa sarta de estupideces?

-Su ayudante, el pequeño indio y el italiano...

-Marco... - Su palma se levantó extendida, una señal para que el sacerdote se callara – Quiero verlo, necesito verlo...

-¿No recuerda cómo llegó a este lugar? – Indagó Andres, consciente del peligro.

-No, pero sí sé que tengo varios enemigos dispuestos a usar sotana con tal de acercarse a mí – Esos ojos oscuros se volvieron tenebrosos.

-Yo no soy el enemigo... - aclaró con miedo Andres, retrocediendo lentamente, sin perder de vista al encolerizado Carlos.

-Todos son el enemigo – Dijo El Patrón... y su puño se cerró dispuesto a hacer lo que el instinto le pedía...

 y su puño se cerró dispuesto a hacer lo que el instinto le pedía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora