Capítulo 53 - Clases de maldad

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Capítulo 53

CLASES DE MALDAD

La robusta espalda de Elías se apoyó contra la pared, en conjunto con su pierna flexionada en una relajada pose, mientras disfrutaba de un cigarrillo en el patio inmenso de la recóndita propiedad. Su mirada vigilante no descansaba nunca, así como su mente en continua actividad fraguaba múltiples posibilidades en todo momento. No había visto a las prisioneras desde que fueron instaladas en habitaciones separadas, a pesar de sentir extraña curiosidad por ellas.

Inhaló lacónico su cigarro, haciendo oídos sordos al bullicio de los mejicanos dentro de la casa, y concentró su atención en los colores del atardecer en el cielo, blandiendo una bandera invisible en su memoria. "No hay atardecer como el barquisimetano"..., pensó para sí, recordando Venezuela.

La Puerta se abrió con los hombres del Mazo Fernandez accediendo primero. Se ojearon con mala cara, y uno de ello hizo ademan con la palma abierta para que el resto saliera a destino seguro.

-Mantenme informado – Le oyó decir al Mazo Fernandez, que apretaba la mano del infierno de manera fraternal.

-Por supuesto, camarada – Respondió Simón con una sonrisa amplia que mostraba su perfecta dentadura.

Siguiendo a los líderes estaba Carlito y un mejicano de fuertes rasgos indígenas, en franco silencio, observando el entorno, sumergidos en su sosa misión. Elías les vio alejarse en dirección al automóvil, con la siguiente calada aliviándole la nostalgia. Junto a él se paró el Chino, ansioso por denigrar del Mocho.

-Ese negro pendejo la cagó – comentó de forma casual el joven asiático que miraba la escena cortes a distancia.

-¿Qué hizo mal el favorito del jefe? – Indagó Elías sin mostrar mucho interés en el tema.

-Dijo que La Joya está enferma, y que si alguien la toca enfermara también... - Era una acusación delicada. Elías la había tocado al igual que el Chino.

-Algo se trae – Advirtió Elías, sin perder su punto focal en los invitados despidiéndose a distancia.

-Y debemos averiguar que es – La confirmación de Chino recibió una mirada cómplice de Elías que asentía con la cabeza.

Mientras se formaban nuevos bandos en las afueras, adentro las victimas sacaban sus propias conclusiones. La puerta se abría nuevamente sin el gentío inicial, solo Manuel, "El Mocho", entraba azorado.

-¿Cómo te sientes? ¿Estas asustada? – Ese terrible ogro no existía en soledad. Manuel se arrodilló para recoger los desechos con una pala y escoba, disimulando su preocupación con el quehacer. Celeste le miró escéptica, entre agradecida e incrédula.

-¿Por qué lo hiciste? – Los ojos verdes de la chica se hacían inmensos, Manuel trató de evitarlos con vano esfuerzo.

-Ibas a ser el postre del festín. No había otra salida – Hizo una pausa mínima para enfatizar la importancia de protegerla – Tú cuerpo era un templo a punto de ser destruido ¿Entiendes lo peligroso de estar cerca de los mejicanos?

Hubo un corto silencio por parte de Celeste -Gracias... - Era tan simple, pero de un valor incalculable. El Mocho la escuchó apretando los ojos, porque en la medida que ella fuese noble y gentil sería más difícil realizar la tarea encomendada sin comprometerse emocionalmente.

-Aun no me lo agradezcas...Van a traer un médico y descubrirán que el famoso virus es un embarazo, no sé si fue peor el remedio que la enfermedad- Se notaba la angustia – Esos bichos volverán por ti y no estoy preparado para seguir mintiendo, ni siquiera sé lo que hará conmigo Simón.

-¿Simón es el de los tatuajes en los dedos? ¿El de pelo canoso? – Celeste ahora trataba de relacionarse con el entorno. Si el moreno le temía es porque él era el jefe.

-Sí, ese mismo es Simón, mejor conocido como El Infierno. No te fíes de sus modales finos, ni su bonita sonrisa, ese tipo es un cuchillo afilado en tu garganta, un mal movimiento y estarás acabada. Tú no le importas, para él las vidas son bajas colaterales y todos somos descartables si nos oponemos a los objetivos de la organización – Su tono era suave, pero el mensaje llegaba fuerte y claro a los oídos de La Joya, que asimilaba el riesgo a trompicones.

-Si es tan malo ¿Por qué lo ayudas? – Otra curiosidad digna de ser explicada con rapidez.

- Salí de la cárcel porque así lo quiso El Infierno. Le debemos la vida, así que no debes confiar en nadie, ya que estamos al servicio de él. – Terminó de recoger los residuos e introdujo en una bolsa negra la basura.

-¿Me estás diciendo que no debo confiar ni en ti?... - Buena pregunta.

Manuel razonó contrariado – Por ahora soy tu protector, el único que es padre en el equipo...que yo sepa. Verte me recuerda la vida que dejé por idiota.

Era su debilidad. El hijo que llevaba en su vientre estaba obrando en secreto a su favor –Cuando recupere mi libertad te ayudare a reencontrarte con tu familia.

-No estas comprendiendo nada. No existe la libertad para el Escuadrón Diabólico, hicimos un juramento de sangre. Ninguno perseguirá su pasado. Morimos en la Cárcel de Yare y le vendimos el alma al mismísimo diablo. Si logras escapar será mi fin... - Se retiró después de abrir su corazón.

Celeste quedó en soledad nuevamente, conteniendo las ganas de llorar.

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La voz serena de Simón Cazalis vibró en los tímpanos de Manuel, que regresaba de votar la basura – Mocho, necesito hablar contigo en privado...

No transcurrió demasiado tiempo entre la partida de los mejicanos y la confrontación del Infierno. El moreno estaba obligado a interpretar la actuación del año si quería salir ileso del entuerto que él mismo causó.

De ello dependía su vida y la de la Joya...


ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora