Capítulo 138 - El nuevo hogar

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Capítulo 138

EL NUEVO HOGAR

Ya Diego estaba al tanto de las novedades. El Patrón estaba muerto, al igual que su padre genético. Una nueva página en la historia de los Bastidas estaba por escribirse, excluyendo su país natal, por santa voluntad de su madre.

- ¿Viviremos definitivamente en Bogotá? – Inquirió Diego, sumamente asombrado por la noticia que le dio su cuidadora, Evelyn.

-Es lo que me dijo Braulio. Tus padres aceptaron el acilo ofrecido por el estado. – Una infinidad de términos confusos se mezclaban con facilidad en la vaga explicación de su interlocutora.

-Si mi madre es inocente de las acusaciones ¿Por qué no volver a Venezuela? – Tenia lógica. Diego siempre fue un niño por encima del promedio.

-Lo consideran una oportunidad para comenzar de cero, en otras tierras, además tu estas estudiando en Bogotá, ya te adaptaste.

-Yo me adapto a lo que sea, esa no es excusa ¿No tendrá que ver con el secreto de Vicente?

-Braulio metió la mano para que ustedes se establecieran en Colombia. En parte es por mantener a la familia unida, pero ni una palabra de lo que sabes a nadie, Diego. – La complicidad de haber participado juntos en la captura del diario les confino cierto grado de amistad. Fue difícil ocultarle al pequeño la existencia de un hermano nacido en suelo suizo.

Ajeno al conocimiento del nuevo miembro, Diego simplemente se preocupó por el funesto encuentro de Vicente con Augusto Corona. El también conocía el contenido del diario, y casi le costó la vida simplificar el peligro, ceder el control al político misterioso.

-Doña Evelyn, su suegro me amenazó cuando supo que yo leí el diario. Si no fuese por usted, no sé qué habría sido de mi – La siguiente cuestión sobre el tapete era relevante en sumo grado. - Seria fácil presumir que yo le conté a Vicente los secretos del nuevo presidente, y que por ello conoce la historia y la usa haciéndose pasar por el hijo perdido.

-Ya lo he pensado, Diego. No hay momento en que me olvide de la reacción de Don Augusto, y de lo que es capaz cuando se siente acorralado. – La hermosa periodista, de cabello largo y oscuro, se mostró vulnerable, frotándose la sien de forma monótona y constante. – La diferencia radica en Braulio. Con mi esposo en la ciudad las cosas serán diferentes.

-No hay diferencia que valga si nos interponemos entre el nuevo presidente y sus planes de gobierno – Diego le miró con esa extraña madurez que amenazaba a los mayores.

-Nadie se está metiendo en las políticas de estado... - Refutó Evelyn.

-Si Don Augusto ve en Vicente una amenaza en eso nos trasformaremos, en un obstáculo que hay que quitar del camino. – Evelyn, se agitó en lo más profundo de su sr, pero por fuera mantuvo la calma.

Ella también estaba asustada, ella también era un obstáculo. – No somos nosotros los tenemos que albergar temor, Diego...- Se encomendó a la magna omnipotencia de sus oraciones e imploró por una salida justa que no arrastrara a los inocentes de la sangrienta historia.

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Augusto Corona recibió la noticia del regreso de su hijo con cierta apática latente. A nadie dijo que había conocido en persona al difunto Carlos Ignacio Restrepo, y que parte de su éxito se lo debía a la colaboración indirecta que le brindó durante mucho tiempo, cuando su cargo le permitía juguetear con algunos reglamentos e infringirlos.

Era pecaminoso admitir que la muerte de un autoproclamado enemigo de la nación le causaría sentimientos encontrados.

El nuevo presidente no tenía con quien festejar la victoria, su esposa había muerto. El equipo de campaña era un eficiente compendio de empleados, bien pagados que hicieron lo que tenían que hacer cuando les tocó hacerlo. De su hijo obtuvo un mensaje de texto con un simple "Felicitaciones", que carecía de trasfondo emocional. A través de esa escueta misiva supo que la temperatura familiar estaba fría como un cadáver preservado en cualquier gavera de la morgue. Y ni siquiera se aventuró a indagar en las razones por temor a encontrar las respuestas en ese bendito diario que escribió para sí mismo y que, para su mala suerte, había ido a para justo en las manos de su yerna.

Frente al cuadro de Brenda, su difunta esposa, el ganador de la contienda electoral celebró con una botella de champaña en una mano, y la copa llena en la otra, alzándola en dirección a la imagen que le sonreía eternamente:

- ¡Lo logramos, mi amor! – Declamó eufórico – Estoy en la cima, tal como querías que fuera – Después de brindar, bebió de un sorbo el contenido de su copa mientras una lagrima furtiva se deslizaba por sus mejillas. – Debería estar feliz...

En lugar de imaginar los siguientes pasos en su agenda, su mente hizo un viaje hacia el pasado. La mujer que vio realmente su interior no era la del retrato. La mujer que sabía leerle el alma no le hubiese pedido ser poderoso, simplemente se hubiese conformado con que fuera un hombre feliz, pero esa mujer murió por su culpa.

- ¡Perdóname, Elena! – Otra lagrima se precipitó de sus cuencas inundadas. – Debí dedicar mi vida a descifrar la verdad... - La culpa se interpuso entre sus nuevos objetivos y sus viejas deudas – Debí buscar a tú hijo, que quizás era mío...


ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora