Capítulo 39 - Las notas

6 1 0
                                    

Capítulo 39

LAS NOTAS

El travieso Daniel era un chiquillo activo, de mente despierta, pasos imperceptibles y trucos por doquier, al servicio de sus propios intereses. Tras sus cortas palabras con Diego tenía una nueva misión que cumplir, conseguir el preciado librito de su madre.

Evelyn no era ama de casa al cien por ciento, durante las mañanas trabajaba en un canal de televisión, en el departamento de redacción, preparando las noticias que serían transmitidas en el Programa informativo. Había sido considerada para dar la cara y presentar su propio magazine, pero con el ascenso vertiginoso de su esposo, no sabía si se quedarían en Colombia, o se establecerían en otro país. De momento, su tiempo se dividía entre la oficina y el hogar.

La llegada de Diego cambiaba la dinámica, y Evelyn asumió que era responsable de mantener al niño muy al día con sus estudios, así estuviera en condición temporal. Era impensable tenerlo ocioso por la casa, vagando sin oficio, ni motivación. Lo elemental era que estuviera aunque sea como oyente en una institución educativa.

Aquella mañana Evelyn se vistió con detalle y preparó a Diego para su entrevista con el Director de un flamante colegio privado, aclamado por su excelente pensum de estudios.

-¿Va a faltar a su trabajo por mí? – profirió Diego, con aires de culpa.

-Es una causa justa, jovencito. Me contó Braulio que eras el mejor de tu clase. – Evelyn, rodeó el vehículo y abrió la puerta del piloto, para montarse.

-¿Diego estudiara conmigo? – Preguntó Daniel, ubicándose en su lugar de costumbre en la parte trasera del auto.

-No cariño, tu aun estas en preescolar. A Diego le toca compartir con niños de su edad – Mientras la hermosa mujer, de larga cabellera lisa brillante, se acomodaba frente al volante, Diego, a regañadientes, se sentaba junto a Daniel, sin interesarse por introducirse de lleno en la sociedad bogotana.

-Estaré por poco tiempo... es una pérdida de tiempo y dinero...-Gruñó desde su rincón.

-¿Mama, me vas a buscar?

-La Sra. Clara vendrá por ti. No sé cuánto tiempo estaré con Diego, haciendo las diligencias pertinentes. Te pido que hagas caso. Por favor, muy juicioso- Lo que Evelyn desconocía era que estaba abriendo la brecha que su inocente hijo necesitaba.

---

-No acostumbramos recibir oyentes de intercambio. Su merced entenderá que tenemos estándares que cubrir – relataba al dedillo la cartilla, el rector del Instituto.

-Es por su nivel que vengo. Diego puede presentar una prueba de conocimientos, si es lo que solicitan, y por el dinero, no hay porque preocuparse. Incluso traje una carta de recomendación de Augusto Corona...- en cuanto el nombre del actual candidato salió a relucir, los ojos del ceñudo hombre se ampliaron en una típica actitud lambiscona.

-¿Augusto Corona? Permítame verla, por favor...-casi que le arrancó el papel.

La lectura minuciosa de la misiva rendía sus frutos de inmediato -Esto cambia abruptamente la situación del joven. Con gusto lo recibiremos, siempre y cuando se someta a un examen de suficiencia, otros médicos, y se acoplé con el uniforme, que deberá portar, sin excusas, cada vez que asista a clases.

La aprehensiva postura de reticencia de Diego, era ignorada por los adultos en la oficina, ni sus brazos cruzados, ni su ceño fruncido harían la diferencia.

-Y recuerde, absoluta discreción en cuanto al origen del niño, es por la seguridad de todos. – Evelyn le revolvió el cabello con ternura, dedicándole una maternal sonrisa.

-Me disculpa. Voy a dar las órdenes para que Diego presente la prueba. Ya vuelvo – Con la retirada del Rector, las falsas poses terminaban.

¿Qué significaba ser inscrito en ese Colegio? ¿Cuánto tiempo estaría en Colombia? ¿Volvería a ver a su madre?

De pronto Diego se encontró asimismo atrapado en una prisión de oro, con cuidadores dulces, que le escondían la verdad.

Varias horas después regresaron victoriosos con los papeles de inscripción entre sus manos, una bolsa con tres mudas de uniforme, zapatos, medias, un bolso nuevo, y la peor de las caras que podía exhibir un niño de once años que estaba por comenzar su año escolar en otro país.

Desde las gradas se precipitó Daniel a recibirlos.

-¡Mamita, mamita, por fin en casa! ¿Qué me trajiste?- Su frenética forma de ser ya era tolerada por Diego, que soltó la bolsa sobre la mesa y se sentó agotado.

La madre y el hijo abrazados le conmovían, trayendo a su mente la familia que había dejado en Italia.

-Te compré unos lindos calcetines con diseño, pero dame unos segundos para cambiarme la ropa y quitarme estos tacones que me tienen torturada – Evelyn subió a su habitación. De seguro tardaría un poco.

Daniel vigiló que su madre desapareciera por completo. Luego se plantó frente a su amigo y le dio la noticia –Tengo una sorpresa para ti.- En sus pequeñas manos un libro era extendido en dirección a Diego.

-¿Es lo que creo? – Dudó antes de tomarlo.

-Es el libro de mi mama. Léelo rápido en el cuarto, porque debo regresarlo a su lugar antes de que se acueste.

Sin dudarlo ni un segundo, Diego se encerró en el cuarto de baño de la habitación de Daniel, buscando el misterioso secreto entre las notas de su hermosa cuidadora.

Allí estaba leyendo la historia que no había sido contada a su protagonista..." ¿Qué es lo que está pasando? ¿Vicente, hermano de Braulio?"... nuevas preguntas invadieron la cabeza del joven rubio. 

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora