Capítulo 82 - Regresando en el tiempo

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Capítulo 82

REGRESANDO EN EL TIEMPO

-Creí que podía alejarte de tú pasado-Comenzó diciendo el padre Andres –Pero me equivoqué...nadie escapa a su destino.

La obra del padre Andres no se limitó a dar cobijo a un desvalido bebe abandonado en la puerta de un convento. Eso hubiera sido tan simple.

Desde el inicio sospechó del extraño evento en aquel pueblo fronterizo, donde dos personas perdieron la vida y una tercera desapareció. En los titulares de prensa las fotos de los occisos despertaron suspicacia. La mujer era asiática, y el pequeño huérfano tenía los ojos rasgados. La violenta forma de acabar con sus vidas fue el detonante de su instinto protector. Esa criatura seguía siendo vulnerable. La casa hogar no era un fuerte inexpugnable. Así que se hicieron los trámites necesarios para organizar su traslado a otra dependencia.

El sacerdote sospechaba de cualquier persona que se acercara al niño, darlo en adopción era entregarlo a su desgracia. Lo primero fue siniestro, evitar la adopción. Lo siguiente fue sensato, mudarlo de ciudad. Pero no era suficiente. Ya nada lo era. El padre Andres hizo todo lo que estuvo a su alcance para estar cerca del pequeño Vicente, que ya mostraba signos de rencor por ser el niño que no se iba, "Yo moldeare su conducta", dijo a Sor Caridad, "juntos formaremos a un hombre de bien".

Y eso hizo.

Lo que no contó a nadie fue la visita de aquel extraño hombre, días después de la llegada de Vicente al convento, en San Cristóbal.

Un joven de piel blanca, cabello oscuro y corto, de buena estatura, con acento colombiano estaba interesado en saber el estado de una criatura recién nacida, de sexo masculino, que fue abandonado a las puertas del recinto, el 26 de agosto, por la noche.

-¿Cómo sabe tanto?- Mencionó con malicia el representante de Dios.

-Porque yo lo traje- Confesó en la oficina parroquial, con gesto arrepentido.

-¿Está consciente de su declaración?-Volvió a preguntar el padre Andres. Ahora incómodo.

-No vine a llevármelo, vine a advertirle- Expresó tranquilamente- Me contrataron para matar a sus padres, pero nadie me dijo que había un bebe de por medio.

Era usual escuchar los pecados de la gente que venía. El padre estaba acostumbrado a la debilidad de la carne en boca de sus feligreses, no la de un delincuente con culpa.

-No conozco la historia, padre, yo simplemente le evité el final- Se secó el rostro con un pañuelo, y continuó – No matare a un bebe. Si vienen preguntando por la criatura, miéntales –Se levantó dejando al descubierto su impresionante porte.

-Mentir es pecado- Refirió con aplomo, el sacerdote. Era un asesino, a pesar de su elegante estampa, ese joven era peligroso.

-No vine con una criatura en brazos hasta esta ciudad para ver como otros lo destruyen. Le estoy diciendo, sin pelos en la lengua, quien soy, y que es lo que hago para vivir. En vez de mirarme horrorizado haga lo correcto y proteja al bebe – El muchacho recogió su chaqueta, y se aproximó a la puerta.

Ya estaba por retirarse, con la mano en la perilla –Dime cómo te llamas, hijo mío- La curiosidad del padre Andres puedo haber quedado insatisfecha.

-Me llamo Carlos Ignacio Restrepo – Y se fue sin mirar atrás.

Ese nombre jamás seria olvidado por el padre Andres. La suerte de su muy amado Vicente había sido decidida por ese joven atormentado, de mirada oscura, que se arriesgó a ser descubierto, solo por dar una segunda oportunidad al menor.

Vicente, escuchó la historia en silencio. Mauricio, estaba fascinado con los intrincados vuelcos de la vida.

-Él te ayudó una vez – Reclamó con sutileza, Andres- Ahora es tú turno de hacer lo correcto.

De narcotraficante a buen samaritano. Vicente, arrugó el ceño –La vida no deja de tener un sentido irónico...ahora resulta que le debo la vida a ese delincuente.

-¿Y qué harás? – Preguntó entusiasmado Mauricio, arrojando a un lado los tabúes de la sociedad.

-¿Qué otra cosa puedo hacer?- Espetó con un dejo de obstinación – Tengo que ayudarlo – Miró a los dos sacerdotes que sonreían triunfantes –Díganme ¿Qué es lo que sigue?

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora