Capítulo 119- Huellas en la arena

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Capítulo 119

HUELLAS EN LA ARENA

Marco Benedetti se encerró en su despacho, con una botella de whisky a disposición de ser consumida en su totalidad, todo con la noble premisa de perder el conocimiento, y olvidar que al final era como los otros, un ser que manejaba las piezas a su conveniencia en un ambiente de turbias ambiciones.

Las enseñanzas de su padre no lo prepararon para afrontar la traición. De eso se estaba encargando la vida misma.

-No quería decepcionarte- Le habló al retrato de su difunto padre, que sonreía abrazado de quien fuese su gran amor, su madre – Tú protegido es un cáncer que me está consumiendo lentamente. Yo no soy como tú. Nunca quise serlo. Me obligaste a asumir un rol que detesté desde el principio y que cercenó mi capacidad de interactuar con la sociedad como una persona común y corriente. Ahora tengo que tomar medidas poco ortodoxas para zafarme de los indeseables que persiguen al Patrón, y que, por asociación, ven en mi un objetivo – Un trago le liberó la garganta de la resequedad. Existían palabras que elevaban polvaredas en el desierto de la mente.

Una casa inmensa, en un lugar privilegiado, con una cuenta bancaria que sería la envidia de cualquier mortal. El poder abría puertas, lo que no garantizaba era la felicidad. Y Marco era un ser infeliz, que entregó su voluntad a los intereses de sus clientes, de su padre, del mismísimo Carlos Ignacio, a quien le había limpiado los desastres sin quejarse, viendo cómo se iba deshaciendo de su grupo familiar, algo que el indudablemente deseaba para sí, pero que descartó al ver los innumerables ejemplos de su entorno.

"Hombres como nosotros están condenados al Infierno", le escuchó decir tantas veces al Patrón. Ahora le daba la razón – Pero a diferencia de ti, Carlos, a mi si me importa la repercusión de mis actos – Esbozó en voz alta, dando un largo trago al Whisky, en seco – Es por ello que ruego al mismo Dios que te salvó que obre a mi favor, permitiendo que todo salga como espero...

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-Esa es la casa – Afirmó el Mazo, dando, con un simple gesto de sus manos, carta blanca a sus matones para que capturaran al forajido que ocupaba sus oscuros pensamientos – No lo maten, de eso me encargo yo.

La violencia, desde la incursión, se manifestó al volar la cerradura y tumbar la puerta con tal ferocidad que difícilmente los vecinos conservaron la ignorancia de lo que estaba por suceder. Inmediatamente entraron armados alrededor de cuatro sujetos muy resueltos y macizos que no tardaron en notificar el estado interno de la trinchera.

-No hay nadie en el interior – Dijo el primero en salir.

-La puerta de cristal que da a la playa está abierta, desde ese punto se aprecian huellas en la arena – Notificó el segundo, sin bajar el arma.

-Entonces, sigamos sus pasos a ver a donde nos lleva el infeliz – Ordenó El Mazo, sumándose a los verdugos en su búsqueda.

-Quédese, padre. No se arriesgue en esta noche a que lo maten también – Le advirtió su hijo Cesar – Yo voy en su lugar.

-De ninguna manera. – Se negó El Mazo – Este es mi destino. Ya tengo dos hijos muertos por causa de esta cacería. No soportaría otra perdida. Y si esta noche es mi fin, al menos quiero asegurarme de halarle las patas al bastardo de Carlos Ignacio, para que ambos caigamos en el caldero - Su declaración amilanó al joven – ¡No me mire con lastima, que los hombres de verdad, morimos con orgullo!

- Le comprendo – Reconoció humildemente el pacifico hijo – Y asumo el mando si la suerte no está de su lado.

-Así me gusta, que no se pierda la estirpe- Dijo, sin dilatar ni un segundo la persecución.

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-¿Qué pasó en este lugar? – Preguntó Contreras, al ver la puerta en el suelo y la cerradura rota a causa de un disparo.

-No somos los únicos que buscan al cotizado Patrón – Respondió Braulio, con el arma en posición, mirando a todos lados.

-No hay sangre. No hay nada – informó tras dar una rápida revisión. Contreras, organizó a la tropa – Revisen el perímetro.

-La fiesta será en otro sitio – Dijo sutilmente Braulio – Dos por el precio de uno. No estaría mal- Bromeó efímeramente.

-Tenemos que cuidarnos del bombardero loco que explotó la propiedad en Suiza – Recordó Contreras, con notable nervio.

-El peligro viene en forma de golpe, El Mazo Fernandez es quien perdió otro hijo, y es el bono extra en esta batalla. Sin la alianza de la mafia mejicana Simón Cazalis no representa un riesgo, por el momento – Braulio se hallaba frente al compendio de huellas – Tenemos que seguir este camino – Sugirió, señalando las huellas.

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Simón, se retrajo en un habitual hermetismo, que en esta oportunidad se extendió demasiado preocupando a Grillo que le miraba contrariado.

-No se calle, jefe, que me asusta – Le suplicó.

-Tenemos que respetar a las almas que están por caer – Dijo, con la mirada fija en la llama de la fogata.

-¿Qué almas? – Preguntó con profunda confusión el joven aprendiz.

-La de nuestros enemigos...

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora