Capítulo 135 - La hora

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Capitulo 135

LA HORA

El mar tirreno, iluminado por los rayos de la luna, seguía siendo un espectador codicioso que exigía la resolución del conflicto en la penumbra de una costa solitaria. El hombre que huía de la ley no era el temeroso, era el pecador consciente el que buscaba refugio de sí mismo. Carlos Ignacio Restrepo fue culpable de meterse en los terrenos de Simón Cazalis, y para semejante delito no había juicio, simplemente una sentencia de muerte.

Simón no estaba armado hasta los dientes, con pólvora en sus bolsillos y granadas de mano adheridas al forro interno de su chaqueta. La única arma del mercenario estaba en su oscuro ingenio, lo que se tradujo en la extracción de una pistola infortunada de la funda de un guardia desmayado a causa de un golpe en su cabeza, en las agitadas áreas del hospital incendiado.

Lo mejor que pudo haber hecho Carlos era lanzarse al gélido mar, rogando no encontrar un tiburón hambriento en su camino, pero prefirió ultrajar un navío, sin darse cuenta de la fina puntería del infierno, que disparó directamente al tanque de combustible causando otra nueva explosión.

-Fui generoso contigo, Carlos – Recitó Simón, bajando suavemente el arma tras disparar – Merecías ser torturado, y sin embargo te regalé un final rápido. Me alegra saber que la eternidad será solo el comienzo de tu castigo.

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El pequeño indio se estremeció de dolor frente a la chimenea encendida, soltando el vaso de cristal, que se estrelló contra el suelo, y que contenía el tercer trago de whisky que se tomaba esa noche. Una oleada de calor se amalgamó entre sus venas, mientras sus ojos se anegaban de lágrimas.

- ¡Patrón! – Gritó eufórico el indio, sosteniéndose de la repisa, atormentado.

El ruido trajo inmediatamente a parte de la servidumbre, que culpaba de su pena al alcohol. Minutos más tarde, el magnate italiano se hizo presente en ropa de dormir.

- ¡¿Qué sucede, potrillo?! – Preguntó Marco, dando órdenes en otro idioma a sus empleados para que les dejaran solos.

- ¡NO LO LOGRÓ!¡MI PATRON NO PUDO HUIR DE SU DESTINO! – Se quejó, cayendo de rodillas frente a la llama encendida de la hoguera ardiente.

- Estás ebrio, Potrillo. Tu patrón está en recuperación, muy bien vigilado en un hospital de Capri – Le explicó Marco, asumiendo que nada extraño estaba ocurriendo – Levántate y ve a tu cuarto. Necesitas dormir.

- ¡Usted es quien necesita abrir los ojos! – Renegó frustrado, sin desprenderse de esa servil posición - ¡Fuimos instrumento del mal y moriremos igual que él lo hizo esta noche!... Tarde o temprano estaremos junto a él, en las brasas del infierno.

Marco, ya le había subestimado antes. Ahora las cosas habían cambiado. Los lamentos de un embriagado indígena no tenían fundamento para personas que desconocían la existencia del bien y el mal. Por su reciente experiencia personal era el momento perfecto de hacer investigación.

-Rocco, dispénsame la hora, pero necesito que certifiques el estado actual del Patrón – Culminó la llamada con un triste palpito en la boca del estómago.

- ¿En qué te basas para decir que tu patrón ha muerto? - Cuestionó al flagelado despojo, que lloraba cual miserable, en medio de la estancia.

-Sentí su muerte. Sentí el ultimo soplo de vida escapando de su cuerpo...

- ¡Estas delirando! Son los efectos del whisky, seguramente- Esa clase de conexión extra sensorial le causaba escozor al italiano. Los dones del Potrillo solían alertarle, y si lo que decía resultaba ser cierto, él también estaría condenado, transformándose en un triste instrumento del mal.

-Nosotros tensamos la cuerda, lo acorralamos en ese minúsculo espacio de tierra firme, lo enfrentamos al Mazo, dejamos que lo masacrara, le dimos sus coordenadas al bastardo de Simón, al confinarlo a esas cuatro paredes...

- ¡Cállate, potrillo! – Imploró con propiedad, Marco - ¡Ya no quiero escucharte! ¡Yo no voy a caer en tu juego!

-Sepa que el silencio de mi boca no lo exime de la culpa- Después de pronunciar estas palabras, el Potrillo se cayó.

Veinte minutos más tarde, Rocco confirmó la tragedia en la pequeña isla de Capri.

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora