Capítulo 118 - Tarde o temprano

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Capítulo 118

TARDE O TEMPRANO

Nicolás, escoltó a Carlos Ignacio, a través de las estrechas calles, al domicilio que le indicaron previamente, frente a una playa.

Era grande, demasiado para un solo hombre. Todo cubierto con grandes mantas, daba la impresión de haber sido una casa de veraneo constante en otra época. Sin embargo, las enormes lonas ocultaban de la arena y el salitre los viejos vestigios de vida transformando en terrorífico el aparentemente inocuo escondite.

-Gracias, Nicolás, ahora déjame solo- Le pidió Carlos, arrojándose en un mueble al que le había retirado el cobertor.

-Puedo traerle comida, si gusta- Se ofreció el viejo sirviente, sin dar muestras palpables de una pronta retirada.

-No tengo hambre, aunque si estoy bien cansado- Le confesó- Prometo llamarte si necesito otra cosa – y dejó caer su cabeza en el respaldo suave de la tela sintética.

-De acuerdo, estaré atento a su llamada. Que tenga una buena noche – Sin otra cosa que ofrecer, el pueblerino Nicolás, se retiró.

Era imprudente ser víctima del sueño en un estado constante de exaltación. Carlos, se abrió la camisa dejando fluir el aire gélido a través de su cuerpo expuesto. Sorprendentemente seguía siendo un ejemplar de admirable fuerza, con músculos marcados en una perfecta combinación de masa corporal, que despertaba la curiosidad de cualquier mujer que se le pusiera en frente.

La soledad era amiga de los pensamientos ociosos, y Carlos estaba atrapado en una serie de recuerdos caleidoscópicos que transitaban entre su estado actual y sus antiguas malas acciones.

Cerró los ojos, y se dejó llevar...

"La noticia estaba fundamentada. Frente a sus ojos los descuidados amantes habían sido emboscados.

-¿Creíste, en algún momento, que podías tomar lo que no era tuyo y llevártelo a tu guarida de comadreja? – Gruñó, frente a un amoratado Abraham, que no era ni la sombra del joven agraciado, de ojos azules y sonrisa de ángel, que cautivó a la esposa infiel -¿Osaron pensar que yo no me enteraría?- Reclamó con tono autoritario, sentenciando a la pareja.

En el suelo, la derribada humanidad de Abraham luchaba contra el fiero dolor de la golpiza, mientras la hinchazón ocular le impedía enfocar al enemigo. En una esquina, sostenida por otros dos sujetos, inertes, e indolentes a las suplicas, Sara, era obligada a mirar el castigo a su mal comportamiento.

-¡ES MI CULPA, CARLOS, ES TODA MIA! – Gritó desesperada - ¡NO LO SIGAS TORTURANDO! ¡MATAME A MI, SI QUIERES!- Le imploró entre sollozos.

-¡SI CONTINUAS SUPLICANDO POR TU PUTO AMANTE, TE CORTARE LA LENGUA! – Le advirtió colérico. De pronto su rabia se transformó en risa, una estridente e incontrolable risa- ¡Y yo que pensaba que nuestro amor era eterno!... ¡FUI UN CRETINO!- Le señaló fríamente.

-Yo...la...quería...para...mi-Intervino con esfuerzo, el despojo que se arrastraba por el suelo – No la toques...que...no es su culpa...

-¡No se tiren la pelota, mis queridos enamorados, que para ambos tengo su castigo! En la medida que tú sufras, como lo que eres, pedazo de mierda, mi esposa entenderá el mandamiento que cita "No cometerás adulterio"- Carlos agarró la segueta, acercándose con sádico gusto a su objetivo – Quiero que vea lo que voy a hacer con el maldito – Se regodeó, instruyendo a sus matones - ¡No dejen que la zorra cierre los ojos!-Ordenó.

-¡¡NOOO!! ¡¡CARLOS, NOOO!! – Ya era tarde. Sara, intentó girar el rostro, pero uno de los hombres, le hizo voltear..."

Carlos, abrió los ojos – Hombres como yo están condenados al infierno- Citó en voz alta. De nuevo, en una infame remembranza, sus pensamientos se volcaron al pasado.

"Carlos estaba impregnado de sangre, toda su ropa era de un rojo intenso, así como sus finos rasgos se habían teñido de un gris, enmarcado en unas exageradas ojeras, producto del cansancio.

El silencio estaba instalado en las cuatro paredes del fétido galpón. Solo el llanto marchito de Sara, rompía la paz de la tarea ejecutada. Carlos, la vio con indiferencia emitiendo un suspiro.

-¿Qué voy a hacer contigo? – La confrontó, totalmente destruida – A fin de cuentas eres la madre de mis dos hijos – Reconoció- Matarte. No matarte. Difícil decisión.

-¡Mátame! – Le aconsejó, Sara – Prefiero la muerte al recuerdo de esta escena.

-Eso sería tan fácil. Borrarías mi obra, así como los veinte años de abnegado amor que te brindé – Carlos, tiró la segueta - ¡Pues, no! – Se aproximó al extremo de rozar su nariz con la mejilla de Sara- ¡Vivirás!

La resolución de Carlos produjo un inmenso dolor en Sara. Lagrimas cayeron en el piso encharcado de sangre coagulada.

-¡Vas a vivir, mi amor! – Carlos abrió los brazos, y cerró los ojos, simulando disfrutar de una canción imaginaria, daba la impresión de haberse vuelto totalmente loco- Cada día de tu asquerosa existencia recordaras este momento sublime. ¡Gracias por semejante regalo de cumpleaños!..."

El frio comenzó a presionar la musculatura de Carlos, que ya no era inmune a la época del año. Se levantó con lentitud, cerrando los botones y buscando el abrigo que minutos antes había arrojado sin cuidado en un rincón. La puerta corrediza de cristal le permitía acceso al paisaje nocturno de la playa que tenía en frente.

Salir era peligroso, quedarse también. No tenía opción si su destino era la muerte segura, que no había sucedido en su bizarra posesión porque el venerable joven de cabello largo no era un ser de bajos instintos como él. Tampoco había maldad en su hijo, a quien, por cierto, intentó matar también.

Sí hubiese alimentado una sana relación tendría un aliado de su misma sangre, en cambio, cegado por los celos, o por la maldad del propio Gerson que se filtraba a través de su piel, hizo lo que mejor sabía hacer, destruir a sangre fría.

-No puedo culpar al italiano – Le habló al vacío – cuidar de este demente acaba con los sueños de cualquiera – Se colocó la bufanda, y abrió la enorme puerta vidriosa. – Tarde o temprano seré la presa, y eso está bien – El viento soplaba fuerte, el mar bravío se escuchaba en la rompiente de la orilla.

-Es la hora de poner a prueba que tan infalible soy...-Y salió hacia la oscuridad, camino a la playa.

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora