Besos con sabor a miel (parte 2/2)

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Abby observó un punto fijo entre la distancia de la cama al techo. Lleva consigo sus audífonos escuchando canciones de unos de sus ídolos: Sebastián Yatras. Su padre quién ya dormia plácidamente, se encontraba en la cama de al lado. Abby pensaba en las miles de propuestas indecorosas que varios hombres les hacían. Pensó en aquella vez que un señor llamado Mario, le propuso vivir con él a cambio de darle una vida mejor. Claro, ella siempre rechazaba esos tipos de proposiciones.

-Usted debería aceptar irse a vivir conmigo -.Tomo la mano de Abby intentando darle un delicado beso que ella evitó al bofetearle su mano -.¿Que pasa? -preguntó sorprendido.

Abby mostró un rostro de enojo, sintiéndose una inútil para los demás. Como si ella caería en una semejante propuesta de ese calibre. Apenas si podía cuidar el viejo de su padre para echarse un abuelo encima. ¡Ay que ironía la vida!.

-Usted es un degenerado, aprovechador e inrespetuoso que busca aprovecharse de una joven trabajadora y humilde. Además, debes entender que en esta vida todo se puede comprar menos el amor de una mujer como yo. Y me disculpa, pero debo seguir ganandome el pan de cada día honradamente.

Así lo había dejado todo pensativo, marcando en mente algo reflexivo: "el amor no se puede comprar con dinero". -Vaya, cuanta razón tiene ella -dijo pensativo.

Y ahora, en la mente de Abby se refleja a aquél chico tan cautivador que le había alegrado la tarde. Sonrió cuán inocente de tan solo recordar la manera estúpida en que se conocieron. De como miraba su apetecible trasero y el deseo de excitación que por su vientre corría de imaginarse en sus brazos, en su cama. Quería escribirle, pero no deseaba relacionarse tan rápido, necesitaba pensar que haría cautelosamente.

...

Erick amaneció fuera de su casa junto a su amigo Daniel. Ambos estaban tomado mientras se habían desahogada la noche anterior. Ahora lamentaban el desenlace fatal, o la crónica de dos muerte anunciada.

-¡Oh Dios mío! -exclamó un Erick abrumado con una bolsa de hielo en la cabeza -. Chale, no vuelvo a tomar así...

-: Hasta nuevo aviso -finalizó la frase su querido aliado.

Así todo alcoholizado tuvieron que terminar los proyectos pendientes. Mientras que en el pasillo se encontraba Gael, el talentoso fotógrafo que le encantaba llevarle la contraria a Erick. Había llegado de su corto viaje junto a su compañera Paula.

Gael después de que Alex tuviese ese accidente tuvo un leve encuentro con Paula, pues ella siempre había formado parte de su vida. No perdonaba el hecho de que ella lo humillaba seguidamente, pero tampoco aseguraba que pudiese seguir así, odiandola y amandola con ese impulso inevitable, tan fuera de sus manos.

Paula insistía pero a veces no lograba obtener esa atención que él le daba en aquellos tiempos cuando se conocieron. Momentos antes ellos habían discutido sobre las cosas que no los dejaban avanzar en su "amistad" O fuera lo que tuviesen que hasta ahora no tenía nombre propio.

-Gael, necesito que me hables, no podemos seguir así. Te necesito y lo sabes -reclamó totalmente preocupada. Él se giró hacía ella y la miro con cierto pesar. ¿Por qué amarla dolía tanto?. El hecho de tan solo mirarla le arrebataba hasta el más mínimo aliento.

Maldijo en voz baja: -Joder, no te pongas así. Sabes que necesitamos pensar más sobre esto. Tú... -. Miró a las presentes chismosas que lo acosaban con la mirada y oídos. Tomó de la mano a su compañera y se la llevó al cuarto de limpieza. Cerró la puerta con seguro y la miró a los ojos.

-¿Quieres formalizar algo con un padre soltero? ¿Acaso ya te sientes lista para criar conmigo a mi hija? -preguntó seriamente, ella apenas respiraba entrecortado. Pensó en todo lo que había luchado por su amor, deseaba estar con él. Ella ya no quería huir, y susurró:

Enseñame A Ser Tu Hombre (Libro2) Terminado✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora