108- Leo x Acuario

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   Un niño de unos diez años, rubio y sonriente, perseguía a otro niño castaño por el gigantesco parque del castillo donde vivía el primero

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   Un niño de unos diez años, rubio y sonriente, perseguía a otro niño castaño por el gigantesco parque del castillo donde vivía el primero. Ambos reían a carcajadas, eran totalmente ajenos al mundo de los adultos, que se mantenía encerrado en ese enorme castillo de piedra que estaba a sus espaldas.

   —¡Nunca vas a atraparme! —gritó Acuario, corriendo tan rápido como sus pequeñas piernas se lo permitían.

   —¡Ya verás! —dijo Leo, a quien le costaba trabajo seguir el ritmo de su amigo. 

    Siguieron así por un rato, hasta que una de las sirvientas se les acerco. Estaba despeinada y parecia cansada, pero ninguno de los niños lo notó. Estaban demasiado ocupados jugando.

   —¡Señor Leo! —exclamó. —¡Lo estuve buscando por todos lados! Le tenemos que tomar las medidas para su nueva túnica.

   El joven príncipe bufó. No le disgustaba probarse ropa, pero de verdad quería quedarse con Acuario un rato más, estaban a la mitad del juego. Prefería mil veces quedarse con su amigo a ir con una vieja que le va a decir que no se mueva a cada rato. "Cuando sea rey, voy a decretar que todos los niños puedan jugar todo el día sin tener que hacer nada más." Pensó, antes de despedirse de su amigo y seguir a la señora hacia el castillo.

   Los años pasaron y ambos chicos crecieron, y se alejaron. Las tardes de juegos habían sido reemplazadas por responsabilidades. A sus diecisiete años, Leo se estaba preparando para convertirse en rey. Se la pasaba de reunión en reunión, y cuando no estaba con viejos aburridos, se encontraba estudiando política. Al principio le había parecido interesante, pero ya le estaba aburriendo. Se preguntaba porque había tenido que nacer dos minutos antes que Aries, su hermano gemelo. Acuario se encontraba muy lejos de todos los lujos de los que disfrutaba el leonino. Su padre era un general de la armada real, y él se preparaba para seguir sus pasos. Sus días consistían en entrenar y entrenar. Se estaba volviendo lago monótono, pero su padre siempre le decía que era la única forma de llegar a un alto rango. Ya no visitaba el palacio tan seguido como antes, porque ya no era un niño, y podía pasar el día solo en su casa, no como antes que necesitaba supervisión todo el tiempo. Solo veía al joven príncipe en los eventos públicos, y desde lejos.

   Al cumplir los dieciocho, Acuario fue reclutado para el ejército. A las pocas semanas, lo asignaron al palacio, debía encargarse de vigilar la puerta trasera, que daba a un enorme bosque.

   Leo, mientras tanto, estaba cada vez más presionado. Y todo se volvió peor cuando su padre le anunció que se casaría con una princesa de un reino aliado. Sabía que debía pasar eventualmente, pero todavía no estaba listo. No quería casarse, o al menos no con ella. D espués de recibir la noticia, salió a dar una vuelta al rededor del castillo para aclarar sus pensamientos.

   —¿Acuario? —preguntó, al reconocer a su amigo de la infancia entre los soldados de guardia.

  —Principe Leo. —dijo el chico, haciendo una reverencia. Todavía le parecía absurdo tratar a Leo de usted, ya que se conocían de toda la vida, pero su padre le había advertido que el rey lo echaría si se enteraba de que lo tuteaba.

One-Shots Zodiacales (PEDIDOS CERRADOS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora