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Virgo estaba empacando sus cosas para irse. Había tenido una discusión muy fuerte con su novia, Leo, con la que llevaba cinco años, y había decidido irse del departamento que compartían. Controlarse le estaba costando mucho más de lo normal, y su visión se nublaba de vez en cuando. Nos quería irse.
Mientras guardaba un par de cuadernos viejos, una fotografía cayó de uno. Era una instantánea, y era de su primera cita, cuando solo tenían quince años. Habían estado juntos desde aquel día, cuando fueron al cine y Virgo se animó a tomarle la mano. Ese día había sido genial para ambos. Caminaron tomados de la mano hasta el cine, y casi tierna todos los pochoclos de lo mucho que rieron, también Leo tuvo que ir al baño en el medio de la película, y casi se tropezó intentando pasar por delante de la gente. Y, justo antes de entrar a su casa, Leo le robó a Virgo su primer beso.
Ahí fue cuando se le ocurrió una idea para arreglar las cosas. Inseguro sobre si iba a funcionar o no, deslizó la fotografía por debajo de la puerta de su habitación, donde Leo se había encerrado para que él no la viera llorar. Ella no tenía idea de lo que era, no hasta que se acercó para recoger la fotografía y la observó, con una sonrisa nostálgica. Una lagrima cayó por su mejilla mientras recordaba aquel día, pero no hizo nada por secarla. De verdad quería que Virgo se quedara, pero su orgullo le impedía pedírselo, por lo que solo podía esperar a que mágicamente tomara la decisión de quedarse con ella.
—¿Te acordas de ese día? —dijo él, intentando de ocultar lo afectado que estaba. De verdad necesitaba que eso funcionara.
Leo tardó unos segundos antes de responder. No podía encontrar su voz, simplemente no le salían las palabras ¿Cómo podría olvidar aquel día?
—Si, fue nuestra primera cita, cuando fuimos al cine y después a McDonald's. El día que comenzamos a salir —respondió, intentando sonar bien, aunque se notaba que algo le pasaba.
—Lo siento —murmuró él, y se le quebró la voz.
Eso fue lo que logró que, por una vez, las emociones de Leo le ganaran a su orgullo, y abriera la puerta para abrazarlo, como había querido hacer desde que habían discutido. Se quedaron así por un rato, abrazados en silencio, disfrutando de estar con el otro. La cabeza de ella apoyada en el pecho de él, escuchando los latidos de su corazón, y sus brazos alrededor de su cintura, sin querer alejarse o arruinar el momento con palabras. Simplemente querían quedarse así para siempre, aunque sabían que era imposible.
Una sonrisita inconsciente se dibujó en el rostro de Leo. Se sentía bien con él. No sabía si era por la forma en la que la abrazaba o porque su olor le recordaba a su casa, pero sabía que no quería dejarlo ir todavía. No sabía si iba a querer dejarlo ir en algún momento. Estaba bastante segura de que, si lo que sentía por él no había cambiado en todos esos años, entonces no cambiaría nunca. En ese momento, lo que más quería era que se quedara. Aunque tampoco estaba dispuesta a decirlo directamente. Ya era bastante que hubiera dejado su orgullo de lado para ir a abrazarlo, no se pondría a rogarle porque se quedara.
—Te amo —murmuró Virgo, antes de besar la coronilla de Leo.
Ella se alejó para mirarlo a los ojos y su sonrisa se ensanchó, causando que él esbozara una sonrisita pequeña.
—Yo también.
Este capítulo es para @PauGabi12 espero que te haya gustado 💙
