¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Acuario y Piscis se conocieron en su primer año de universidad. Los dos recién se mudaban a la ciudad e hicieron una amiga en común, que fue quien los presentó. Unas semanas después de haberse conocido, comenzaron a salir y, a los pocos meses, ya estaban juntos. Al principio tuvieron algunos problemas, ya que sus ideas de lo que era una buena relación eran bastante diferentes, pero, para las vacaciones de invierno habían logrado llegar a un equilibrio.
Habían decidido pasar la primera semana con la familia de Piscis, y la segunda con la del chico. Ninguno de los dos había conocido a la familia del otro todavía. Acuario no podía evitar sentirse un poco nervioso. Sabía lo importante que era para Piscis su familia, y no quería arruinarlo.
Después de varias horas de viaje, llegaron. Los padres de la pisciana vivían en una pintoresca casa de dos pisos. Con el techo a dos aguas y las flores que estaban en el jardín y las ventanas, parecía que había salido de un cuento. A Piscis la invadieron recuerdos de cuando era niña, y solía jugar a que era un hada con su hermana mayor. El lugar era perfecto para esas cosas.
Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de la chica, y eso alivió un poco los nervios de Acuario. Si habían criado a alguien tan tierna como Piscis, entonces no podrían matarlo y enterrarlo en el jardín si no les caía bien.
Tocaron el timbre y esperaron. Unos pocos segundos después, una señora de mediana edad con nariz respingona y sonrisa maternal les abrió la puerta. Antes de que pudiera decir algo, Piscis la abrazó. La señora correspondió al abrazo.
–Me alegra mucho que hayan venido. –dijo, alejándose de su hija. –Supongo que vos sos Acuario. –él asintió. –Soy Tauro, la madre de Piscis. Pasen, el almuerzo va a estar listo en un rato.
Piscis, sin dudarlo un segundo, tomó la mano de Acuario y le hizo un mini-tour por la casa, para terminar en El Segundo piso, en la habitación en la que la chica había crecido. Las paredes estaban pintadas de celeste pastel, y, en la que estaba del lado opuesto a la puerta, habían nubes y un castillo pintados. De un lado había una cama doble con sabanas blancas y, del otro lado, había un escritorio y una estantería. Todo estaba lleno de libros y libretas.
–Mira esto. –dijo la pisciana, antes de cerrar la ventana que estaba junto a su cama y apagar La Luz.
A penas lo hizo, pequeñas luces se encendieron en el techo. Era tenues lucecitas blancas, como si fueran estrellas. El se sorprendió al darse cuenta de que había algunas ordenadas como constelaciones.
Abrazó a Piscis y beso su cabeza.
–Es muy lindo.
–¡El almuerzo está listo! –gritó Tauro desde La Cocina.
Los dos bajaron las escaleras de la mano. Desde arriba se podía sentir el aroma a comida, y los dos estaban bastante hambrientos. Cuando llegaron al comedor, vieron que estaba lleno de diferentes platos, lo suficiente como para alimentar a un ejercito.
