❄38: Si estás conmigo.

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Recuerdos...

Luego de tres días y muchos obstáculos que iban desde ramas que debíamos mover para que el tranvía pasara hasta el agotamiento de carbón que debimos sustituir por madera, logramos llegar al último terminal en las afueras de la ciudad.

Al igual que el terminal de la ciudadela, éste se hallaba abandonado y descuidado.
Era claro que llevaban buen tiempo sin usar ese medio de transporte.

Yuri se veía un poco más tranquilo respecto a la separación de su familia. Por mi parte, hacía todo para que se sintiese amado y a gusto conmigo.

Estaba entendiendo que había tomado a Yuri no solamente como mi novio y futuro esposo, sino como el adolescente que aún necesitaba entender el mundo y tener a alguien que lo guiase y diera un entorno cálido y seguro.

—Por ahora, tenemos víveres suficientes para sobrevivir unos meses —dije al revisarlos y además juntar las monedas que sus padres nos habían dejado. Era una cantidad considerablemente grande para quienes vivían en las ciudadelas, pero ajustada para quien vivía en la ciudad. No podemos permitirnos un alquiler en la ciudad por un tiempo, pero hasta que logremos estabilizarnos este lugar será una buena madriguera para nosotros.

Yuri paseó la mirada por la estación abandonada. Estaba llena de polvo, tablones y telarañas. El techo tenía algunos agujeros por los cuales se colaban haces de luz solar y en época de lluvia se convertirían en perfectas goteras

—Lo siento, sé que no se ve muy alentador, pero encontraré un trabajo y te sacaré de aquí y además...

—Viktor —dijo volviendo la mirada hacia mí. Esbozó una de sus más lindas sonrisas acercándose y tomando mis manos—. Mientras tú estés conmigo, todo estará bien. Solo necesitamos tiempo, paciencia y amor. Y del último, tenemos mucho.

Derrotado por su infinita ternura, le abracé con fuerza jurando internamente resguardar ese corazón por encima de todo.

—No sé cómo lo haces, pero logras enamorarme cada día más —confesé—. A veces ya no sé cómo demostrarte cuánto te amo.

—Mmmmh... veamos... —restregó la cabeza contra mi hombro—. Solo quédate a mi lado y no te vayas nunca.

En ese instante pensé que nada en el mundo lograría separarme de él. Nuestros corazones llevaban muchos años unidos y tenían el amor suficiente para mantenerse así por una vida.

Pasamos un mes entero limpiando y ordenando el lugar hasta que se viera habitable.

Teníamos algunos vecinos que poseían grandes parcelas donde sembraban todo tipo de frutas y hortalizas. Con el tiempo, fueron acercándose a nosotros y al notar que éramos una joven pareja se solidarizaron y nos ofrecieron ayuda.

Usamos los tablones para reparar el techo y sacamos los asientos del tranvía. Con ayuda de los vecinos logramos reestablecer el lugar, equiparlo con luz y agua corriente y volverlo habitable.

Al final, logramos convertir ese tranvía y la estación abandonada en nuestro hogar. En el transcurso, uno de los vecinos me comentó que necesitaba ayuda ya que se había lesionado una mano y necesitaba encargarse de los sembradíos.

Vi la oportunidad y me ofrecí a ayudarle. No tenía idea de cómo se manejaba un azadón o una pala, mucho menos de lo agotador que podía ser esto, pero no importaba. Cada día al regresar a casa Yuri salía a recibirme con un beso y la tina llena con agua caliente.

Podía llegar muerto de cansancio, pero todo valía la pena si así él estaba bien.

Luego de un tiempo él consiguió trabajo cuidando al hijo de una de las mujeres que vivía en la ciudad pero eventualmente iba a ver las tierras que tenía en el campo, quedándose un par de días.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora