❄50: Misha's lullaby.

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Recuerdos...




Junto a Hiroko esperamos pacientemente por alguien que viniese a darnos el permiso de ver a Yuri. Escuchaba a los doctores corriendo y las enfermeras gritando tras de las puertas, pero apenas entendía lo que decían.

La incertidumbre terminó cuando una de ellas vino y nos indicó que ya habían trasladado a mi esposo a una
habitación diferente contigua al área de pediatría.

Al ingresar, lo primero que vi fue una incubadora vacía. Sentí mi corazón estamparse contra el suelo, pero su voz me calmó.

—El neonatólogo aún está revisándolo —murmuró débilmente tras de mí.
Al girarme encontré a Yuri recostado en el camastro. Se veía muy cansado, frágil y pálido. Corrí a su lado y cuando me dio la mano acomodé el aro de matrimonio y besé el dorso de sus dedos. Se sentía frío. Al besar sus labios, respondía débilmente a mis besos.

—¿Cómo te sientes? —pregunté entre besos.

—Cansado... adolorido... y feliz. Tenía miedo, pero pensaba en lo feliz que te pondrías al ver a nuestro hijo, y solo deseaba que naciera.

Pese a su debilidad y cansancio, una sosegada felicidad iluminaba su rostro y aumentó aún más al escuchar el quejido de nuestro bebé acercándose por el pasillo.

El sollozo de nuestro bebé, la prueba más clara de que estaba vivo, que respiraba, que había nacido. El amor que sentíamos ahora tenía nombre.

Hiroko entró entusiasmada delante de una enfermera quien traía a nuestro hijo envuelto en una mantita y con la
diminuta ropa puesta. Cargaba además un tanque de oxígeno a un lado.

—Te dejaré al bebé unos minutos, debe permanecer en la incubadora —indicó acomodando a nuestro hijo a un lado. En cuanto sintió el calor de su mamá, Misha dejó de llorar—. Aprovecha para alimentarlo. Necesita que le transfieras tus defensas.

Yuri me miró y luego a su madre. Se veía inseguro al respecto y lo entendía. Yo también estaba procesando el asunto de ser padre.

—¡Apresúrate! ¡Tu bebé necesita que lo alimentes!

—Pero es que... yo... no sé... —enrojeció—. No sé qué hacer...

Como muchos, estaba perdido sobre lo que debía hacer y cómo. En teoría era algo sencillo, pero no nos atrevíamos a llevarlo a la práctica, fuese por el miedo de hacer algo mal
o que no fuera como lo esperado.

Solté el botón que sujetaba su bata dejando uno de sus pezones al aire. Pensé en acomodar a nuestro bebé un poco más cerca, pero guiándose con sus manitos logró encontrarlo y aferrarse a él.

Vi a Yuri reaccionar contrayendo el rostro en una mueca de dolor, pero al mismo tiempo entendía que era algo que debía hacer por nuestro hijo y era parte de su naturaleza.

Recosté la cabeza a un lado en el camastro y acerqué mi mano hacia el puño de nuestro bebé. En el momento en el que Misha abrió su diminuta mano y apretó la primera falange de mi dedo índice, amarró mi corazón.

—Es precioso —murmuré acercándome para besar su suave y redonda mejilla y sintiendo sus delgados cabellos contra mis labios al apartarme—. Se parece tanto a ti.

Desde los pies del camastro, Hiroko nos observaba en silencio, respetando ese momento tan íntimo en el que
ambos entendíamos que ya éramos padres y teníamos a nuestro bebé entre nosotros.

Fue entonces que notamos algo extraño.

—El bebé... su piel se está poniendo azul —advirtió Yuri.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora