☾8: La búsqueda del Lobo.

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Una cosa era lidiar con un cazador cuando éste no ha probado bocado alguno. Otra, muy diferente, con uno que acaba de extinguir su lado humano y racional en la carne de otra persona.

Se convertían en bestias.

Mi primera reacción al encontrarme cara a cara con ese depredador, fue la de intentar cerrar la portezuela que lo contenía, lográndolo parcialmente. Su brazo se interponía y la mano semicerrada como una garra buscaba cómo lesionarme.

—¡Yuri! ¡Por aquí! —llamó Otabek ayudando a su pareja a escapar por la trampilla en el techo.Fue como ver lo que sucedía en cámara lenta. Yo soltaba la puerta y el cazador, que claramente poseía una fuerza
descomunal, tumbó ésta cayendo dentro de la madriguera y golpeándose contra los escasos muebles que tenían. Al levantarse, con el rostro contraído y la expresión de un depredador hambriento, relamió los restos de sangre entre
sus dientes y fijó la mirada en mí.
Fue en ese instante en el que Otabek extrajo algo de su bolsillo que al tocar el suelo produjo un resplandor seguido de una cortina de gas.

—¡Apresúrate! —ordenó halando de mi ropa y ayudándome a escapar por la trampilla. Una vez fuera, cerré
la portezuela mientras él empujaba un pesado contenedor sobre ésta-. Vamos, seguramente intentará seguirnos, pero no tardará en volver por donde vino e inferir que nos
encontramos aquí.

Asentí.

Fue entonces que vi al niño rubio desvanecerse sobre sus pies y vociferar.

—Maldición... ese maldito olor a sangre y muerte me provoca nauseas.

Escuchamos al monstruo pelear contra la trampilla, intentando mover el contenedor. Sabía que estábamos ahí.Otabek se apresuró a levantar al chico en brazos y señalarme con la cabeza que lo siguiera. Yuri no dijo nada aunque yo sabía que su orgullo carnívoro le hacía gruñir suavemente, casi como un gatito ronroneando.
Durante la carrera, sentía cómo el cansancio invadía cada fibra de mi ser y mi cuerpo se rendía poco a poco, a pesar de saberme en un riesgo extremo. El lugar estaba lleno de
obstáculos intencionalmente puestos en las puertas y tras de éstas. Era claro que alguien las había acomodado así previniendo un posible ataque.

Tropecé dos veces en las gradas del almacén hasta que finalmente llegamos al último piso que daba lugar a un gigantesco salón lleno de maquinaria antigua y oxidada.

Podíamos tomar un respiro en algo que antes había sido la enfermería situada a un lado.

Otabek dejó al chiquillo sobre una camilla y se dispuso a revisarlo.

—Estoy bien. Ya te dije que solo es el olor el que me provoca nauseas.

—¿Seguro? ¿No te duele? Puedo buscar algo aquí para ti.Yuri negó aún recostado y llevando una mano sobre la que su pareja usaba para revisar su abdomen. Apenas pude ver una pequeña curva delatora y seguramente esto era posible
por la complexión tan delgada del chico.

—Deja de mirarme. Tú también pasarás por algo como esto, así que no te extrañes tanto.

—Yuri Plisetski—advirtió Otabek pasando una mano por sus cabellos mientras la otra tanteaba sobre su vientre, reconociendo los límites de su cachorro en formación.

Los alfas eran especialmente sensibles a los cambios en el cuerpo de su omega, así que cualquier alteración en la temperatura, aroma o constitución del otro Yuri sería
evidente para Otabek.

Finalizó apartando los rubios
cabellos y aspirando en el cuello del chico.

—Todo está bien —sentenció luego de un largo suspiro.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora