😾Kotik~3

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Retrocedí llevando una mano hacia el bolso donde llevaba, además de los medicamentos y gasas, un escalpelo tan filoso que bastaba moverlo un poco en el lugar preciso para causar la muerte. Revisé su cuello y torso. Era un chico que fácilmente podía ser confundido con una chica.

Él estaba debilitado y tenía el cuello expuesto. Un corte longitudinal lograría pasar por ambas carótidas y considerando la gran cantidad de sangre perdida por sus heridas, no tardaría casi nada. Al regresar a su lado tomé sus muñecas para inmovilizarle. Un gemido de dolor resonó por toda la iglesia cuando le obligué a mover el hombro herido.

-No esperes que tenga lástima por ti. Tu especie nunca la tuvo por la mía.

No opuso resistencia alguna, creí que estaba aceptando su destino.

Y entonces vi sus ojos. Esos ojos llenos de dolor, determinación y un hondo deseo de llorar que intentaba esconder tras de los últimos vestigios de valor que tenía.

No pude... porque yo también tuve esa mirada el día que lo había perdido todo.

Dejé el escalpelo a un lado y busqué un bozal. Al encontrarlo, lo acomodé sobre su boca y até los arneses tras de su cabeza, evadiendo sus rubios, largos y finos cabellos. Una vez listo procedí a detener las hemorragias sobre su hombro y vientre.

-¡Otabek!

La voz de Phichit corrió por el largo pasillo hacia donde me hallaba. Al verme ocupado se apresuró a lanzar una bengala para llamar al resto de los pacificadores al lugar junto al transporte. Está demás decir que les sorprendía el hallazgo. Era un carnívoro atacado por otro. Algo que no se veía a menudo a no ser entre alfas, pero él era un omega.

La sirena de la ambulancia resonó por las calles de la ciudadela hasta llegar al centro hospitalario donde atenderían al chico. Quienes pertenecíamos al equipo de paramédicos sentíamos cierta contradicción al ayudar a un carnívoro.

Durante el viaje, se me hizo curioso que se aferrara a mi mano pero evadiera mi mirada. Como si se negara a aceptar que necesitaba de alguien.

Algo muy extraño, al menos ante los prejuicios que tenía contra su especie. Ellos no mostraban debilidad, nunca. Sin embargo, al ver sus ojos entendí que estaba perdido en alguna parte de sus recuerdos, específicamente en lo que había sucedido antes de que yo llegara.

La ambulancia derrapó hacia la entrada del hospital y ni bien se detuvo bajamos al chiquillo en una camilla, llevándolo hacia quirófano y entregándolo a través de las puertas dobles. Cuando soltó mi mano, sentí como si él no deseara que yo me fuera.

Phichit dobló por el pasillo llegando a la sala de espera donde me hallaba junto a otros pacificadores. Tenía el gesto serio, algo no muy común en él.

Cuando llegó, todos nos levantamos para saludarlo, contestó rápidamente llevándose la mano hacia la sien y luego se paró frente a mí. Me tomó por los hombros y sacudió levemente.

-¿Sabes a quién ayudaste? -preguntó.

-A alguien que lo necesitaba.

Mantuvo el silencio en el aire por unos cuantos segundos.

-Es Yuri Plisetsky, el nieto de Nikolai Plisetsky.

-¿Plisetsky? Ese nombre me suena.

Iba a decirme algo, pero fue interrumpido por la presencia de alguien más. Alguien que tenía su misma edad, pero una amargura que superaba la mía.

-Seung Gil...-pronunció al tenerlo a un lado de nosotros. Su padre tenía un cargo importante entre los pacificadores y él había ascendido rápido convirtiéndose en uno de los encargados de la temida Zona Roja.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora