Recuerdos...
Allí, tirado, entumecido y frenético mientras veía el infierno desatarse en tierra, tuve un pequeño recuerdo que me hizo entender la magnitud de las consecuencias que vivía en ese
momento.Cuando pasó los seis meses, intentamos alimentar a Misha con leche de fórmula para que así ya no dependiese tanto de Yuri ni lo lastimara. Si bien el asunto de la mordida no se había repetido, Misha debía aprender a ingerir otros alimentos además de su leche.
Sufrimos una semana de rechazo por su parte. Él era un bebé tranquilo, pero siempre fue muy apegado a su mami y todo vestigio de paz en él se iba si sentía que lo separarían
de Yuri.Cuando tenía hambre, sus manitas arrugaban la ropa de mi esposo, y de llevar una camisa nuestro hijo jalaba los rebordes de ésta para soltar los botones.
—Misha, cielito, debes tomar del biberón —decía Yuri acercándole la botella.
Misha lo miraba, curioso.
Luego dejaba que el objeto rodara hacia la cama y devolvía una sonrisa inocente a su madre.—No va a colaborar —comenté recogiendo la botella mientras Yuri intentaba cerrar su camisa y Misha insistía con abrirla.
Finalmente, nuestro hijo ganó la batalla.
—Tendrás que tomarte la leche del biberón —dijo mi esposo, divertido.
—¿Y por qué no puedo tomarla de donde la toma Misha?
—Porque es solo para Misha.
—¡Eso es injusto!
Yuri se rio y en ese momento recuerdo que vi a Misha también feliz, como si entendiera que había agregado felicidad a sus padres. Lo tenía todo en el mundo y lo sabía: el amor de una familia, un hogar cálido y alimento. Él también entendía ese hermoso sentimiento llamado amor, y Yuri era muy bueno en transmitir su amor; fuese con una mirada, fuese con su sonrisa, fuese con su calor o
con su silencio.El tiempo se agotaba y con cada segundo que pasaba sentía esos instantes perfectos como algo lejano, al punto de cuestionarme si en verdad los había vivido y presenciado.
Definitivamente, "eso" que se encontraba en el patio de la familia Plisetsky no era mi Yuri.
Luego del ataque inicial, Yuri se inclinó para recoger la bolsa de sangre que quedaba, mordiéndola y dejando que esta cayera desbordando por sus labios y dejando un hilo espeso que descendía hacia su mandíbula.
A mi lado, Iosif se palmeó la rodilla abriendo más los ojos y riendo como si le contaran el mejor chiste del mundo.
—¡Tu Yuri es tan interesante! —voceó señalándolo antes de sujetarme por la mandíbula— ¡Vamos! ¡No apartes la
mirada! Tú también colaboraste en esta obra.—N-no... —murmuré. Por dentro gritaba.
Llevando las manos sobre su abdomen y desternillándose de risa, se veía cada vez más y más perdido en su locura. Y yo, yo me veía invadido por un profundo miedo. No por él, no por lo que había sucedido ni por las consecuencias; sino porque pensaba que podría llegar a perder a Yuri para siempre.
Mis pulmones gritaban por un poco de aire el cual me faltaba por la desesperación que poco a poco se apoderaba de mí. Quería moverme y trataba con todas mis fuerzas de que mi cuerpo reaccionara, pero parecía un cadáver tirado a la deriva.
Enfrentaba de nuevo ese horripilante
sentimiento de impotencia, de ver como el mundo se derribaba alrededor mío y yo no podía hacer nada, siquiera defenderme o defender a aquellos que yo tanto amaba.