En un vistazo rápido noté que el agua había mojado no solamente su ropa sino también el colchón y la cobija que él ocupaba.
Levanté al delgado chico llevándolo hacia la litera descorrí los lazos que ataban la bata de hospital tras de su cuello.
Esta resbaló delicadamente por sus delgados y níveos hombros y cuando logré descubrir su pecho le noté temblar y echarme un rápido vistazo.
No, no era porque sintiese frío.-¿Sucede algo? -pregunté revisando el apósito sobre su hombro izquierdo. También estaba mojado y debía cambiarlo o la herida se infectaría. El negó con la cabeza.
Aparté los cabellos que caían sobre el apósito y de algún modo mi mano rozó la piel de su cuello. Su reacción fue inmediata y cuando me di cuenta tenía al chico mordiéndome, pero no de la forma en la que un depredador muerde a su presa, sino mas bien en la que un animal asustado hace en defensa propia. Apenas y tenía sus dientes contra mi piel, sin llegar a rasgarla.-Oye, no te haré nada. Cálmate -dije intentando mantener la compostura. Mucho se hablaba del efecto de la sangre en la boca de un carnívoro y era plenamente consciente de que podía llegar a perder la mano. Bastaba un movimiento para que él lograra desarticularme o finalmente arrancar mi brazo. No sucedería, simplemente lo sentía así-. Escucha, debo limpiar tus heridas o van a infectarse e inevitablemente morirás. ¿Vas a dejarme o no?
Le sentí sopesar sus acciones y finalmente liberó mi mano.
Una vez libre, descubrí la herida de su hombro quitando la gasa mojada y sucia. Él cerró los ojos al reconocer el color ambarino del desinfectante y acompañó el gesto con una expresión de incomodidad, como si esperara algo muy doloroso. Limpié la herida con extremo cuidado y luego de unos segundos abrió los ojos, sorprendido.
-¿Te molesta?
-No realmente... - murmuró-. Es solo que... pensé que dolería más.
-Eso quiere decir que los otros médicos te lastimaban, ¿verdad?
Asintió. Era alguien muy orgulloso y que aceptara alguna vulnerabilidad en su ser era porque realmente le había dolido más allá de los límites de su orgullo. No pude sino sentir mucha tristeza por él.
Estaba sintiendo lástima por un carnívoro.
Al terminar, cubrí su herida con un apósito seco y limpio. Busqué en la mochila donde guardaba mi ropa y le extendí una camiseta.-Es hora de ver la otra herida -indiqué extendiendo una de las toallas sobre sus blancas y delgadas piernas mientras le ayudaba a acomodarse la camiseta. Le quedaba grande, él era muy delgado- cúbrete con esto. Debo deshacerme de esta bata, está mojada. Te conseguiré otra luego. Por ahora, necesito que te recuestes.
Obedeció un tanto inseguro. Obviamente aún no confiaba en mí. De hecho no confiaba en nadie. Usando la toalla como una manta, se acomodó y levantó la camiseta dejando el apósito parcialmente suelto a mi vista. Podía vislumbrar un poco de esa terrible herida y por el esfuerzo que había hecho al patear al otro pacificador, ahora tenía dos puntos sueltos.
-No debiste moverte, tienes dos puntos sueltos -indiqué inconforme-. Pero bueno, afortunadamente esa zona ya se ve cicatrizada y de todos modos iba a quitártelos hoy. Esperaremos hasta mañana. Revisé cada borde imperfecto de esa herida irregular y en cicatrización parcial. No tenía signo alguno de infección.
La herida en su hombro sumada a la que tenía en el vientre era un signo típico según los libros de omegas que eran reclamados por otro alfa. Como una forma de empoderamiento y rechazo al otro alfa, mordían al omega sobre la marca que ya tenían y además lastimaban su vientre en busca de impedir la concepción de un nuevo ser.