Si bien había hablado sobre el tema con Yakov, poco o nada entendía él sobre la fisiología de los omegas. En general sabía que era algo terrible, pero no qué tanto.
Cursando con oscilantes febrículas y escalofríos, además de molestias obvias en su cuerpo que despertaba y reaccionaba a las hormonas elevadas, Yuri intentaba sobrellevar el molesto primer celo envolviéndose en muchas cobijas como si fuese una oruga en su crisálida.
Solo que esta oruga no quería, para nada abandonarla, sino quedarse dentro.
—Qué incómodo... —murmuró extendiendo una mano temblorosa en busca de su vaso de agua.
Estaba agotado, el malestar del celo le había impedido conciliar el sueño durante la noche, incomodándole durantela mañana y limitándolo a quedarse en casa y en la cama para evitar que su olor se extendiera por la ciudadela.
Yakov y Lilia hablaban con sus padres y dos Pacificadores sobre la posibilidad de conseguir supresores que lo ayudaran.
—Lo sentimos –dijo uno de ellos—, prescindimos de ellos al ser el único omega en la ciudadela.
—Pero él no puede sobrellevarlo. Está asustado y no entiende lo que sucede.
—Deberían agradecer que les permitimos mantenerlo dentro de casa. A los de su tipo los entregamos sin más a los carnívoros, o los usamos de carnada en las misiones y casi siempre tienen un mal fin.
—Perdón, ¿escuché bien? ¿Agradecer qué? —cuestionó Lilia, molesta— ¿Debemos agradecerles el que no hagan nada por él que vale igual a cualquier otro ciudadano? ¿Significa que solo los omnívoros tenemos derechos? ¿Es esa la igualdad que proclaman?
La voz y gesto duro de Lilia lograba intimidar incluso a los Pacificadores quienes, muchas veces, al ser vistos como sinónimos de esperanza terminaban con el ego en las nubes
olvidando que su misión era el brindar apoyo y seguridad a las personas refugiadas en las ciudadelas.Dejando de lado mi ataque a la pésima actitud y predisposición de los sujetos en la sala, regresé al lado de
Yuri andando a tientas sobre el futon.Podía sentir su olor, sabía que era perfecto para alertar a otros carnívoros y la imagen de su rostro ruborizado con los labios y ojos
entrecerrados permitiéndome vislumbrar la más tierna imagen de su confuso despertar solo hizo que me enamorara más de él y deseara, fervientemente, protegerlo.En mi caso, yo me perdía en él, pero no era la primera vez que algo en Yuri hiciera que sintiese como si un frío vidrio se interpusiera entre nosotros, aislándolo.
Por una parte, estaba su naturaleza diametral y peligrosamente opuesta a la mía. Por otro, el despertar del cuerpo de Yuri que me atraía de sobremanera, y en contraposición a ambos estaba esa atracción sobrenatural y amor tan puro entre nosotros.
Sí, era amor en su estado puro. Sin dobleces, sin interés de por medio más que la felicidad de mi ser amado.
—Vitya —llamó y me apresuré a acomodarme a modo de almohada para él, descansando la barbilla contra su hombro. Qué olor más dulce...
—Odio esto... —confesó—.Definitivamente no le gustaré
a Viktor cuando lo descubra.Era yo quien no iba a gustarle a él cuando supiera la cantidad de carnívoros que había matado para estar a su lado.
Era yo quien no le gustaría cuando se enterara del nulo valor de otros de mi especie, como personas, para mí.
Era yo quien era alguien terrible, nefasto y destructivo.