Me preguntaba cómo era posible que algo tan simple como un beso pudiese producirme tantas cosas.
Era solo eso: mover los labios, cerrar los ojos, sentir el calor de otra persona y entonces, soñar. Soñar, o creer que estaba soñando pero lo mágico de eso es que ese sueño es parte de una realidad.
Había escuchado que besar a esa persona especial se sentía como fuegos artificiales. En mi caso, fue algo más como la urgencia de tomar aire cuando uno se está ahogando. Un alivio. Quizás era porque mi corazón llevaba años ahogándose en ese mar zozobrante de soledad y ahora, con cada beso y caricia proveniente de Yuri, hallaba paz.
-Beka...-me llamó al separarse, con la voz trémula y las mejillas encendidas. Acomodó la cabeza entre mi cuello y hombro, restregándose con torpeza y ronroneando. Encantado como estaba con él, no había calculado el tiempo. Estaba concentrado en besarlo y aunque tenía los labios entumecidos, aún quería mas.
Las personas regresaban a sus casas y cada vez menos fuegos artificiales iluminaban el cielo. Debíamos regresar.
-Regresemos a la posada-dije con él ceñido entre mis brazos y meciéndonos con suavidad. Tardó en asentir como respuesta y apartarse. A unos centímetros sentí que se arrepentía y volvía a estrecharme con fuerza. Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no ceder y besarle de nuevo hasta la madrugada-. Vamos, Mila y Phichit van a preocuparse.
-Tsch.
Frustrado, dio un golpecito en mi pecho con la mano abierta y se apartó avanzando unos cuantos pasos con las manos en los bolsillos. Caminé dando pasos largo hasta alcanzarle y una vez a su lado le ofrecí mi brazo. Sabía que no lo negaría aunque aceptara a regañadientes.
-No te enojes conmigo. Hace frío.
-¿Y qué?
-Que quiero besarte en un lugar cálido y seguro.
Aunque mi instinto de alfa protector había hablado, tuve que apartar la mirada entendiendo la magnitud de mis palabras. No era algo que esperara decírselo a alguien alguna vez.
Ese chico me estaba cambiando, y me gustaba ese cambio.
Phichit nos comentó que desviaríamos en el camino hacia las Villas por un asunto que tenía pendiente, por lo que tuvimos que quedarnos en el pueblo por un tiempo. Como Mila no tenía problema alguno en darnos asilo, teníamos un lugar donde dormir y mucha paz.
Salir con Yuri era algo especial en muchos sentidos.Conservaba su carácter arisco con otros, pero conmigo mostraba una cercanía única.
Tenía algunas reacciones algo extrañas, muy propias de los gatos. Lejos de molestarme, lo veía como algo particular y especial en él.
Mantenía su costumbre de formar nidos con mi ropa, y cuando me bañaba tendía a restregar su cabeza contra mi cuello y gruñir diciendo que el baño me había quitado su olor y que eso me hacía una presa fácil para omegas facilones y ofrecidos.
Una vez por semana insistía en cazar ratas gordas para ofrecérmelas a pesar de que yo fuese un herbívoro y las ratas no fueran para nada parte de mi menú. Cuando quería atención, me miraba fijamente hasta que me sentara en algún lado y él no tardaba en acomodarse en mi regazo y ronronear a la espera de algunas caricias.
-Es tan tierno. Como un gatito -decía Mila mirándonos desde la mesa en la que jugaba cartas con Phichit.
-Soy un tigre, anciana -argumentó con su tono insolente.
Sin apartar la mirada de las cartas, Phichit sonrió antes de dar uno de sus argumentos.
-Los tigres no cazan ratas.