❄61: Un verdadero héroe.

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El camión serpenteó por el camino pedregoso, desolado y lleno de peligrosas curvas.

Nevaba y la nieve mimetizaba cualquier olor que pudiese percibir.

—¿Tardaremos mucho? —pregunté luego de aspirar contra la ventana apenas abierta de la camioneta en busca de algún olor que me resultase familiar.

—Debemos tomar la ruta hacia las afueras de la ciudad ya que según tengo entendido están ocupando y resguardando la vía directa y no podemos interferir.

—¿Por qué?

Vi como Phichit apretó su agarre al volante sin despegar su vista del camino, mordiendo su labio inferior y reprimiendo una mueca. Ya me había dado mucha información y yo entendía lo peligroso que era eso para ambos.

Por razones obvias no podía solo ir por allí diciéndole a un carnívoro los
secretos que con el tiempo le habían sido confiados en su rango de pacificador.

—Llevan a los sobrevivientes a un asentamiento de alta seguridad. No hay nada que podamos hacer si los
carnívoros nos superan en fuerza y desconocemos el número exacto de enemigos, solo nos queda preocuparnos por poner a salvo a quienes lograron escapar y llevar a los niños huérfanos a una villa escondida.

—¿Villa escondida?

Chasqueó su lengua y suspiró, ya había comenzado a caminar en esa cuerda peligrosa, no podía retroceder, la  unica opción (y la más inteligente) era decirme la verdad.

—Muchos niños pierden a sus padres, ya sean civiles o pacificadores y son llevados a ese lugar donde reciben
educación y posteriormente son entrenados para ayudarnos.

Sentí como se revolvió mi estómago al escuchar esto y miré sorprendido a Phichit quien tampoco se veía muy orgulloso de lo que acababa de decir, aunque trataba de disimularlo.

Tras los largos años de presenciar tan de cerca la muerte, Phichit había perdido parte de su humanidad, sin embargo entendía que seguían siendo niños.

—O sea que esperan un poco antes de exponerlos a la muerte que evitaron para ellos años atrás. Wow, son tan
inteligentes —contesté con notorio sarcasmo.

—De todos modos ya perdieron a sus familias. Ya no tienen a qué aferrarse. Les damos un motivo para vivir —dijo
convencido de que esa atrocidad era normal y tratando al mismo tiempo de convencerme.

No dije nada. Phichit adoraba su puesto y trabajo y para él los pacificadores eran lo primero y lo último en este mundo.

Eran la esperanza y el máximo ideal de su padre.

Llegamos a las afueras de la ciudad luego de varias horas en el camino, donde se alzaba una pequeña construcción con una especie de antena y nada más alrededor. Era una de las postas de los pacificadores desde donde podían conseguir víveres, medicinas, municiones y comunicarse por radio o llamadas.

El helado ambiente erizó mi piel en cuanto bajamos del motorizado, enviando un escalofrío por mi espalda. Mire a mi alrededor, la noche era aterradora en esos lares y
solamente podía pensar en Misha, y mi corazón se partía en millones de pedazos.

¿En verdad mi cachorro estaba enfrentando ese ambiente tan hostil?

Había prácticamente jurado que mi bebé no viviría ni por cerca el trauma que yo había sufrido en mi infancia, aquel que me obligó a crecer y convertirme en el hombre idiota que era en ese momento, pero mirando a mi alrededor, recordando a mi esposo en cama y al demonio de Iosif podía saber que había roto mi promesa de la forma más horrida y asquerosa.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora