☂ 76: El principio del fin.

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La elegante carroza esperó por él a la misma hora que esperaba por Yakov cada lunes: en la madrugada.

Así llegarían para el atardecer.

El corazón latía dentro de su pecho provocándole una extraña sensación.

Lo había leído por ahí, era entusiasmo. O podía ser ansiedad. Sea cual fuere, no se acomodaba tanto a la descripción del diccionario. Describir una emoción sí que era algo difícil.

Como esperaban, llegaron a la mansión junto con los primeros rayos vespertinos. La tarde se tenía con los
agradables colores de la tarde haciendo que se viese cálida
y acogedora.

El chofer abrió la puerta para él, inclinándose e invitándole a pasar a la mansión. losif recogió su morral con libros para la semana, de los cuales solo necesitaba dos y los otros cinco pues simplemente estaban ahí.

Para él, los libros eran lo más cercano que tenía al concepto de amigo, así que le gustaba llevarlos a todas partes.

Al entrar, una mucama le dirigió por la elegante y gigantesca mansión.

Miraba el lugar embobado perdiéndose en los cuadros con personas de cabellos plateados y las costosas y extrañas reliquias que él apenas había visto en libros de historia antigua. Jarrones de extintas dinastías de oriente, cuadros de artistas con apellidos extraños y, por sobre todo, le llamaba la atención los candelabros colgantes de oro en el techo.

No solamente uno, sino varios de estos dispuestos de forma regular y
simétrica.

La mucama llegó hasta una puerta doble de madera tras la cual las notas de un piano envolvían el ambiente. Cuando tocó esta, la melodía fue interrumpida y alguien les indicó
que podían pasar. Cuando ingresaron, losif vio cómo una serie de personas
con el cabello platinado y los rasgos angulosos se giraban para mirarle y escudriñar en él.

—Mi señor Iván, es el hijo de los Feltsman —anunció la mucama—. Ha venido en reemplazo del señor Yakov.

—Oh —pronunció uno de esos seres casi fantásticos al fondo del salón, sentado en un diván al lado del joven que interpretaba la melodía en piano. Le dedicó una amplia sonrisa y entonces losif sintió algo de miedo al reconocer sus colmillos. Había leído mucho sobre carnívoros, pero
enfrentarse a uno sí que era aterrador

—. ¡Siéntete en tu casa! ¡Eres bienvenido!

El joven que tocaba el piano se levantó del banquillo, avanzando hacia él hasta quedar frente a frente. La diferencia de especies era clara.

—¿Sabes? Creo que tu papá se está quedando calvo por mi culpa.

—¡Mijail! —reclamó la mujer que losif identificó como la madre del insolente muchacho, aunque al parecer él no tenía malas intenciones al decirlo. Era tan sincero como un niño.

—Es verdad. Y tú eres muy pequeño. ¿Cuántos años tienes?

—Nos llevamos por muy poco—-contestó intentando evadirlo. Fijó la mirada en el reloj con impaciencia.

—Oh vamos, ¡no irás a decirme que ahora pasaré mis lecciones!—Efectivamente.

—Pero si Yakov no vino.

—Pero yo lo reemplazo.

—¡Esto no es divertido!

—Mijail —habló su padre—. Es hora de tu lección de álgebra. No te he enseñado a ser un holgazán ni tampoco a menospreciar a otros. Estarás al mando de la familia en menos tiempo del que crees, así que aprende a ser un poco responsable al menos.

HUNTER OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora